viernes, 20 de mayo de 2022

La Fontana de Oro - Benito Pérez Galdós

 

Título: La Fontana de Oro                                                                                                 Autor: Benito Pérez Galdós

Páginas: 480 pág.

Editorial: Alianza

Precio: 14,90 euros

Año de edición: 2014

En 1870 un joven desconocido llamado Benito Pérez Galdós publicó su primera novela importante, «La Fontana de Oro». El libro se remonta medio siglo atrás, hasta 1821, un tiempo ya viejo en época de Galdós. La Fontana de Oro es un café madrileño en donde se reúnen los liberales. Un ágora antes de la invención de los partidos políticos modernos. Entre humo, toses, botellas y discursos, los parroquianos viven la política como un ejercicio de oratoria brillante capaz de derribar un gobierno. El modelo es el club de los jacobinos durante la Revolución Francesa. De hecho, el gatazo del establecimiento, que dormita perezosamente por todos los rincones, se llama Robespierre. 

Galdós es un maestro en la descripción de las circunstancias espaciales y temporales que condicionan la vida de sus personajes. El lugar es Madrid. El epicentro, La Fontana de Oro, verdadero remolino de pasiones e intrigas políticas. Muchos de los personajes de la novela cruzan sus destinos en los oscuros salones del café. El tiempo es el Trienio Liberal, primer periodo constitucional español, entre 1820 y 1823. Por lo tanto, se trata de una novela histórica y política. Para Galdós la Historia es la historia de los fervores políticos representados por unos personajes que llegan a ser arquetípicos incluso por sus nombres, llenos de ironía e intención. En sus novelas, cuenta la biografía de una nación a través de innumerables peripecias individuales que adquieren su sentido dentro de unas circunstancias históricas que los individuos hacen y sufren. La historia de España es la novela de los españoles. En ese sentido, Galdós era un novelista social con un criterio nacionalista y liberal. Las personas son siempre distintas e irrepetibles, así como las circunstancias que explican su conducta. El hombre es un animal histórico. Sin duda, «La Fontana de Oro» es un borrador primerizo de lo que serán los «Episodios Nacionales».

Galdós también nos cuenta una historia de amor entre Clara, sobrina de un furibundo absolutista, y su primo Lázaro, un joven liberal de mucha facilidad de palabra, pero escasa sustancia (para don Benito, la retórica vacía fue uno de los grandes males del progresismo español). Este melodrama romántico es artificioso y folletinesco. No convence demasiado, aunque entretiene hasta la última página. Desde luego, presenta todos los tópicos: puertas secretas, personajes mirando por el ojo de la cerradura, misteriosas conversaciones murmuradas a la luz de las velas, equívocos, buenos y malos, heroínas dulces y pálidas, caballeros arrojados, jóvenes idealistas e inexpertos, trampas, venganzas y hasta catalepsia. Todo esto es ridículo y ha envejecido mal. 

Sin embargo, esta novela es magistral en su galería de tipos de la época. Están presentes todos los estratos sociales. Las señoras de Porreño son unas detestables aristócratas venidas a menos que sobreviven entre las telarañas de una pasada grandeza y un aislamiento social absoluto. Representan una reliquia del Antiguo Régimen, ya herido de muerte. En la sufrida clase media sobreviven dramaturgos que quieren estrenar detestables dramas neoclásicos, oradores exacerbados y famélicos que son agentes provocadores de Fernando VII o esforzados caballeros entregados a los negocios de una burguesía naciente. A las clases populares dedica Galdós pasajes inolvidables. Un abigarrado panorama social de mesoneros, guitarristas, truhanes, logreros, prostitutas, buscavidas, mercachifles, correveidiles, toreros, porteras, tenderos, costureras y sirvientes. Don Benito reproduce con fidelidad su jerga arrabalera como si la acabara de escuchar en la calle. Después de todo, su discurso de ingreso en la Real Academia Española se titulaba «La sociedad presente como materia novelable» (1897). 

Algunos momentos especialmente conseguidos de la novela son: la maravillosa descripción del lóbrego y desmantelado caserón de las Porreño; la repentina llamarada de amor que enloquece a la santurrona Paulita; don Elías Orejón, fanático realista dispuesto a todo para restablecer la monarquía absoluta, pero despreciado por el propio monarca; el abate don Gil Carrascosa, que en la comedia de la vida juega a todas las cartas, porque las circunstancias son mudables y corta la existencia, y el sueño de Lázaro en prisión: una pesadilla en la que se imagina consumirse en una hoguera inquisitorial hasta dispersarse ya sin conciencia en una nube de cenizas. Son unas líneas prodigiosas de la prosa galdosiana. Como el célebre vía crucis de Clara por la noche madrileña, en donde la ciudad adquiere un protagonismo colectivo amenazador para la asustada muchacha. 

Cuando alguien con 27 años es capaz de escribir así estamos ante un genio de la pluma. Galdós escribió una novela que logra transmitir un pedazo de vida, de Historia en definitiva, como muy pocos escritores lo consiguen.   

Benito Pérez Galdós (1843-1920) era canario, pero vivió toda su vida en Madrid. Se le considera junto con Clarín el principal novelista del realismo español. Sus «Episodios Nacionales» son la emocionante y entretenida crónica del siglo XIX español. Pero el gran logro de Galdós fueron las «novelas españolas contemporáneas». En ellas, con la fuerza de un Balzac y el humor de un Dickens, contó la epopeya de la sociedad madrileña, desde el cuarto estado hasta los salones aristocráticos. Galdós fue un novelista eminentemente popular: de la sociedad sacaba sus novelas, que luego eran leídas por todos. También escribió un teatro notable, pero inferior a su narrativa. 

Las ideas de Galdós eran de corte liberal progresista y al final de su vida evolucionaron hacia el socialismo democrático de su amigo Pablo Iglesias. Ciertas intrigas conservadoras impidieron que le concedieran el premio Nobel. Galdós era un señor de aspecto insignificante, corto de vista, con rostro de niño, modestamente vestido, con gorra de visera y bigotes. Podría pasar por cualquiera de los pequeños burgueses madrileños que viven en sus novelas. Murió arruinado, ciego y algo olvidado.

Benito Pérez Galdós

Publicado por Alberto.

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