Título: Carta a Stalin Autor: Fernando Arrabal
Páginas: 202
Editorial: Esfera de los Libros
Precio: 2,40 euros
Año de edición: 2003
Al singular escritor Fernando Arrabal le encanta mandar de vez en cuando cartas a personajes célebres. Le ha enviado misivas a Franco, Fidel Castro, Aznar y Felipe González. También a los militantes comunistas españoles. Arrabal es ese personaje diminuto con cierto aire de gnomo de cuento, sonrisa de niño travieso, barba y gafas, voz engolada y conocimientos extraños. Tiene algo de profeta: en 1986, quizá con una copa de más, anunció a los asombrados telespectadores de TVE la inminencia de la llegada del «mineralismo». Todavía lo estamos esperando. Arrabal, que en aquella memorable ocasión se cayó al suelo varias veces, ha continuado con sus travesuras. Es un personaje en sí mismo. Como sus admirados surrealistas.
En esta ocasión Arrabal le escribe a Stalin, ni más ni menos. Al padre de la patria soviética, estratega genial, cabeza de la humanidad progresista y el mejor amigo de los obreros y los campesinos (claro que los campesinos ucranianos supervivientes de la colectivización forzosa tendrían otra opinión). Arrabal insiste en que Stalin fue ante todo un gran inquisidor de la nueva religión marxista-leninista, con sus santos, mártires y réprobos que debían ser justamente purgados. El exseminarista georgiano aplicó la sagrada coacción en nombre de la fe para construir su imperio rojo. El hombre nuevo de la religión comunista nacería de los cadáveres de los viejos (como los gusanos de la descomposición). Los historiadores no se ponen de acuerdo en los millones de muertos que dejó la aventura comunista.
Arrabal repasa los años mozos de Stalin, sus escarceos amorosos y su pasión por las lecturas bíblicas. Ajusta cuentas con esa casta intelectual que veneraba al gran líder cuando estaba vivo y luego, cuando murió, se pasó sin sonrojo al bando de los denostadores. De hecho, para Arrabal son más detestables los seguidores traicioneros de Stalin que el propio dictador. La grandeza tenebrosa del autócrata era evidente. Rapsodas pelotilleros escribieron poemas bochornosos en donde se le elevaba a la condición de Dios en la Tierra. Hasta el lucero del alba obedecía los designios providenciales del secretario general.
Nos enteramos, además, de cosas tan curiosas como la pasión de Stalin por el ajedrez (la madre de Bobby Fischer fue una estalinista acérrima), sus amores seniles con una joven criada que lo adoraba o la relación con su madre, quien, en la cumbre del poder de su hijo, todavía se lamentaba de que no se hubiera ordenado sacerdote. Otro detalle interesante: el Stalin adolescente, conocido como Soso o Soselo, publicaba en georgiano poemas románticos de exaltado amor a su patria en una revista llamada Iberia. Al parecer, Hitler también escribió poemas cursis cuando llevaba pantalones cortos. Franco, más prosaico, se limitó a torpes cartas de amor con una sintaxis tortuosa. Despojados del nimbo de su carisma, los dictadores pueden llegar a ser risibles.
Carta a Stalin (2003) no es una biografía al uso sino una especie de letanía envolvente e hipnótica que adquiere la singularidad de un poema surrealista. Es un libro casi para recitar. Stalin, sumo sacerdote del culto rojo, sin duda se merecía un libro así. En ocasiones parece que estemos leyendo al León Felipe más arrebatado. Los bellos y rítmicos versículos de Arrabal recuerdan asimismo las greguerías de Ramón Gómez de laSerna. Cuando el gran tirano muere y nosotros cerramos el libro, los versos de Arrabal siguen resonando en nuestra memoria, hasta que poco a poco van enmudeciendo hasta apagarse en el silencio que hoy envuelve al comunismo. Así termina esta evocación lírica sobre la vida, milagros y crímenes de uno de los grandes monstruos del siglo XX. Un libro para leer y hasta releer. Recomendable.
Fernando Arrabal (1932) es un polifacético escritor y artista español residente en París y nacido en Melilla. Su padre era un teniente fiel a la república. Fue detenido, encarcelado y en 1941 escapó del hospital de Burgos durante una tremenda nevada. Nunca apareció. El pequeño Arrabal estudió en Madrid. En 1941 ganó un concurso de niños superdotados. A partir de 1950 empieza a escribir obras teatrales. Frecuenta el Ateneo madrileño y el grupo vanguardista de los postistas. En 1955 emigra a París.
Allí se convirtió en un escritor de éxito. En 1962 funda con Roland Topor y Alejandro Jodorowsky el Movimiento Pánico, de carácter vanguardista. En 1967 vuelve a España y se desencadena el desastre. En una firma de libros escribe esta dedicatoria «pánica»: me cago en Dios, en la Patria y en todo lo demás. Es detenido. Lo meten en la cárcel. Se organiza un escándalo internacional. Arrabal es finalmente absuelto. Vuelve a Francia.
Con la muerte de Franco regresa a España. Fernando Arrabal es un tipo provocador que ha montado algún que otro divertido escándalo de matiz surrealista. Los franquistas le tomaban por un peligroso agente subversivo al servicio de Moscú. Gran error: Arrabal es en realidad un libertario anticomunista. Y ha escrito de todo: teatro, novela, ensayos, guiones y hasta libretos para óperas. Con 92 años sigue en activo.
Publicado por Alberto.
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