Título: El regreso y otros relatos Autor: Calvert Casey
Páginas: 210
Editorial: Seix Barral
Precio: 12,50 euros
Año de edición: 1967
Calvert Casey es un autor estadounidense muy poco conocido, quizás porque estuvo viviendo en la Cuba comunista de Fidel y eso le alejó de los medios de comunicación y difusión habituales. Pero el caso es que tiene una calidad altísima y una voz propia que vale la pena conocer y disfrutar.
Este volumen reúne once de sus mejores narraciones; son relatos más bien largos, de unas 18 o 20 páginas cada uno, con una curiosa mezcla del estilo corto, concreto y sencillo de los mejores cuentistas estadounidenses, que parece que no cuentan nada y están contando un montón de cosas, y la exuberancia de la literatura tropical. Se trata de un autor algo pesimista, desencantado de la vida y de la humanidad, a menudo duro, con un toque surrealista muy especial. Algo así como un Kafka cubano, si es que eso puede existir.
El relato que abre el libro, titulado, «El paseo», es para mí el mejor. La madre de Ciro, un niño habanero, decide que ya se está haciendo mayorcito y decide que hay que hacerle sus primeros pantalones largos. A partir de ahí se desencadenan una serie de acontecimientos curiosísimos, que nos sorprenden a cada paso. El narrador cuenta los actos más externos, y es el lector el que deberá dotarlos de significado.
En «El Potosí», nos inunda el arrollador monólogo interior de un hombre que se dirige al cementerio. «Mi tía Leocadia, el amor y el Paleolítico Inferior» es un título ciertamente largo para un cuento sobre los recuerdos del narrador, que vivía en la gran casa familiar que ahora es el Tén-Cen —una especie de todo a diez céntimos—. «El amorcito» cuenta los infructuosos intentos de un pobre chico para ligar con una chica que le gusta en el parque. «El sol» explora la vida de varias personas, sus preocupaciones y afanes, antes de que les caiga encima lo más parecido al Astro Rey: una bomba de hidrógeno. En el siguiente, «Los visitantes», se desata en una familia una situación muy desagradable cuando, un día en el que ha habido multitud de visitas, desaparece el anillo de la gran matriarca. El relato que da título al libro, «El regreso», cuenta la terrible historia de un seductor con cara de adolescente y tartamudo, que decide volver a Cuba y la espantosa realidad con la que se da de bruces. «La plazoleta» es la crónica embargante de las andanzas de un hombre obsesionado con observar cómo se muere la gente, cómo es ese proceso misterioso y poco estudiado del fallecimiento de una persona. «Amor» es la terrible historia de un aborto. «La dicha» contrasta poderosamente con el relato anterior, porque es la descripción de un delicioso encuentro con Laura, en casa. Y el corte que cierra el libro, «La ejecución», es la crónica detallada y perfecta de la detención y ejecución del protagonista.
Se diría que, dado los temas que tratan, estos relatos son terriblemente deprimentes y tristes. Pero, sin embargo, no es así. El estilo claro y límpido, el verbo objetivo y la habilidad del autor hacen que todo se suavice y nada sea tan desagradable como podría llegar a ser.
En suma, un libro de relatos espléndido, ideal para conocer a este fascinante autor, este escritor maldito y raro donde los haya, que tiene una voz propia que no se parece a ninguna otra, mestiza, poderosa y magnética. Leerlo es toda una aventura.
Se trata de una obra francamente difícil de encontrar. De vez en cuando aparece algún que otro ejemplar en Iberlibro, en Buscalibre o en Amazon. Y siempre queda la Biblioteca Nacional como último recurso. Pero si lo veis por ahí en una librería de lance, no lo dejéis escapar.
Calvert Casey (Baltimore, 1924-1969) fue un periodista, novelista y traductor estadounidense expatriado en Cuba. Hijo de padre estadounidense y madre cubana, nació en Estados Unidos, pero pasó buena parte de su infancia y adolescencia en La Habana. Pero a los 18 años, debido a la fuerte represión que sufrían los homosexuales bajo la dictadura de Fulgencio Batista, se fue a Nueva York.
Colaboró en diarios cubanos desde el exilio y, tras la revolución de Fidel, volvió a Cuba, donde inició una prolífica carrera periodística publicando críticas teatrales, reseñas de libros y haciendo traducciones. Cuando se reanudó la persecución de gays, volvió a abandonar la isla. Trabajó como intérprete para Naciones Unidas y viajó por medio mundo, hasta que se suicidó en Roma con una sobredosis de somníferos. Tenía 45 años.
Escribió varios volúmenes de cuentos, artículos y ensayos.
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