sábado, 19 de enero de 2019

Duelos y quebrantos, otros españolismos y algunos americanismos


El estreno en España de «Roma» (2018), la estupenda película del mexicano Alfonso Cuarón (Ciudad de México, 1961), ha levantado una polvareda de comentarios y reacciones más que notable. El motivo ha sido que la cinta se proyectaba con subtítulos en español, lo que si bien era razonable cuando la protagonista y sus compañeras hablaban en mixteco, resultaba de lo más chocante cuando servía para traducir el español de México a español peninsular, como si de idiomas diferentes se tratase.

La polémica ha dado lugar a textos que vale la pena reseñar, como el estupendo artículo de Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) titulado «Duelos y quebrantos», sobre españolismos y americanismos, la visión deformada y españocéntrica que considera el castellano patrimono español y no de todos los hablantes, y otros extravíos. 

Efectivamente, ni España es el país con mayor número de hispanohablantes de nacimiento, porque por delante parece que están México (124 millones), Estados Unidos (57) y Colombia (50), ni ya el mejor español se habla en Valladolid, sino probablemente en Colombia.

Por otro lado, a veces se encuentran al otro lado el charco soluciones mejores para decir algunas cosas. Por ejemplo, «desempeño» es estupendo para referirse al rendimiento y calidad de resultados de alguien, «egresar» es un buen antónimo de «ingresar», «computador» parece más preciso que «ordenador» y «grabadora» es preferible a «casete» o «magnetófono».

Precisamente otra pieza muy interesante es la recopilación de americanismos que ha publicado «El País», pidiéndole a una docena de escritores latinoamericanos que elijan el que prefieren. Son términos y giros sabrosos, llenos de colorido y expresividad: chamuyar, macana, elay pues, chinchi, muy este,  pajpaku, forme, altiro, raja, tuanis, yuma, chilero, rascuache, chunche, vidajena, huachafo, zafacón, pila, arrecho... palabras y usos que ayudan a retratar la cultura de cada país.

Se dice que en una ocasión el poeta mexicano José Emilio Pacheco, hospedado en un hotel madrileño, llamó a recepción para pedir «Un plomero que componga la tina». El recepcionista no entendió que lo que solicitaba el escritor era un fontanero que arreglase la bañera.

Anécdotas aparte, lo habitual es que se entiendan los localismos por el contexto y no haya problema. Muy al contrario, esa variedad es señal de vitalidad y riqueza de la lengua.

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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