viernes, 7 de octubre de 2022

El banquete humano: una historia cultural del canibalismo - Luis Pancorbo

 

Título: El banquete humano: una historia cultural del canibalismo                                    Autor: Luis Pancorbo

Páginas: 349 pág.

Editorial: Siglo XXI

Precio: 20,50 euros

Año de edición: 2008

«El banquete humano» (2008) de Luis Pancorbo es un estupendo reportaje sobre el canibalismo. Ya saben, la sana costumbre que tienen ciertos individuos de comerse a otros congéneres con condimentos varios o en crudo, a lo bestia. Entramos en el terreno del tabú. Nadie reconoce de buena gana ser un caníbal. Sin embargo, parece que estamos ante una costumbre ancestral que se remonta a los orígenes de la humanidad. Durante miles de años muchos humanos no han desdeñado darle un bocado al vecino, sobre todo si estaba gordito y lustroso.

Las pruebas son inequívocas: los hombres prehistóricos ya practicaban el canibalismo. El hallazgo de huesos rotos y roídos en diversos yacimientos confirma que los homínidos comían carne humana y succionaban con avidez la sustanciosa médula de los huesos. También gustaban del cerebro, quizá con el serio propósito de incrementar su coeficiente intelectual. Los neandertales, nuestros primos cercanos, se comían unos a otros. Otros especímenes más primitivos, también. El caso es que cuando faltaba la caza o la recolección raleaba, los antepasados peludos empezaban a mirar de reojo al compañero y relamerse. Más allá de la comilona, quizá hubiera de por medio algún ritual de corte místico.

El canibalismo es un fenómeno histórico y universal. Los pueblos mal llamados primitivos devoraban carne humana. En África, Oceanía, Asia... Las mitologías religiosas sancionan viejas costumbres presuntamente inspiradas por seres sobrenaturales. Estos mitos están plagados de historias macabras sobre personajes descuartizados y devorados cuya sangre fertiliza la tierra. De esta forma, se garantiza el eterno renacimiento de la naturaleza. Los dioses mueren y renacen como lo hacen los ciclos naturales de la vida y la muerte. Sin duda, existe un canibalismo ritual dotado de una carga de trascendencia. La sangre es vida. Su derramamiento mantiene el equilibrio de las fuerzas cósmicas. La sociedad vive gracias al sacrificio e ingesta de aquellos entregados a los dioses. Así pues, el canibalismo es una costumbre repulsiva, pero integrada en los ritos de refinadas civilizaciones.

Los sacrificios humanos y el canibalismo ritual fueron una verdadera manía entre los pueblos mesoamericanos. Resultan inútiles los intentos de historiadores relativistas por negar o quitar importancia a este fenómeno, calificándolo de algo extraordinario. Por ejemplo, las pruebas de canibalismo entre los aztecas son abrumadoras. Para este pueblo, el sacrificio de prisioneros y el consumo de su carne eran algo cotidiano. Devoraban el corazón y otras partes del cuerpo. Las tajadas consideradas como más exquisitas eran degustadas por los notables. Las paredes de los templos aztecas tenían una costra maloliente formada por la sangre cuajada de los inmolados. Los cráneos eran colocados en estructuras monumentales en el centro de las ciudades. Cuando los españoles llegaron a Tenochtitlán no daban crédito a lo que veían sus ojos.

Claro que siempre puede decirse que los conquistadores exageraban para así justificar sus crueldades. Parece más legítimo pelear frente a una horda de caníbales chorreantes de sangre humana que hacerlo contra una civilización pacífica. Ciertamente, muchos testimonios son de segunda mano. No obstante, las fuentes coinciden en lo esencial. Los cada vez más abundantes hallazgos arqueológicos no dejan lugar a dudas: sacrificios masivos acompañados de antropofagia humana ritual eran habituales entre los amerindios. Esta realidad no empaña otros logros artísticos o científicos. Los mayas sacrificaban gente a sus dioses, pero asimismo descubrieron el cero y una numeración de posición admirada por los matemáticos modernos. No todo en la historia es blanco o negro. De todas formas, las teorías que tratan de negar el canibalismo de los pueblos extraeuropeos como una invención de los imperialistas o algo parecido son sencillamente insostenibles. Hoy están completamente desacreditadas.

Este completo panorama del canibalismo por continentes y pueblos es muy atractivo. Luis Pancorbo no deja tampoco de lado la cuestión teórica, examinando las interpretaciones que se han dado del asunto. Freud indicaba que la horda primitiva que practica la endogamia tenía la costumbre de matar y devorar al padre. Este hecho mítico quedó grabado a fuego en el imaginario colectivo de muchas civilizaciones. La rebelión implica asesinato, ingestión, herencia y poder. Para Marvin Harris, representante del materialismo cultural, el consumo de carne humana suponía un aporte proteínico extra. Nadie desdeña un buen mordisco durante una hambruna. Bien está alabar a los dioses, siempre que las tripas estén satisfechas.

Incluso la comunión cristiana admite una lectura en clave canibalesca. De acuerdo con la transubstanciación, el pan y el vino de la eucaristía son la carne y la sangre de Cristo. Con todo el simbolismo que se quiera, se trata de una teofagia. Los aztecas también practicaban la ingesta de algunos de sus dioses en una peculiar forma de comunión. Los sacerdotes mexicanos elaboraban las figuras divinas con una especie de harina. Con un dardo les daban «muerte». Seguidamente, repartían en pequeños trocitos el dios entre los fieles. El rito eucarístico de la comunión significa en cualquier religión participar de la fuerza e inmortalidad del dios. Algo muy parecido manifiesta algún que otro caníbal menos refinado cuando se merienda a su enemigo: es para adquirir su vigor. Aunque la carne del adversario sea realmente dura. 

En fin, un libro claro, bien escrito y entretenido. Con muchas anécdotas interesantes sobre un tema a la vez fascinante y desagradable. Por supuesto, los caníbales vocacionales que quedan en el mundo moderno son enfermos mentales, psicópatas o sectarios. Nada que ver con remotas tribus amazónicas, pueblos perdidos en la selva de Borneo o cazadores-recolectores africanos aficionados a la caza del pigmeo.

Luis Pancorbo
 
Luis López del Pecho (Burgos, 1946) es conocido profesionalmente como Luis Pancorbo. Periodista, viajero y antropólogo, fue corresponsal en Italia y Suecia. Su magnífica serie de documentales antropológicos «Otros pueblos» se empezó a emitir en 1983 y alcanzó los 130 episodios. El objetivo de la serie era el conocimiento de las costumbres de la familia humana evitando cualquier etnocentrismo. No obstante, el documentalista debe asumir cierto grado de relativismo cultural: «Cuando he filmado cómo los yanomami beben un puré de plátanos sobre el que arrojan las cenizas de sus muertos, soy consciente de que una parte de los espectadores puede verlos como salvajes». Luis Pancorbo ha recibido varios premios, entre ellos el Ondas (1986). Su copiosa obra escrita incluye libros de viajes, de divulgación antropológica, novelas y varias traducciones. 

Publicado por Alberto.

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