viernes, 9 de febrero de 2024

Parábola del náufrago - Miguel Delibes

 

Título: Parábola del náufrago                                                                                                Autor: Miguel Delibes                             

Páginas: 240 pág.

Editorial: Destino

Precio: 8,95 euros 

Año de edición: 2019

«Parábola del náufrago» (1969) ocupa un lugar singular dentro de la obra admirable de Miguel Delibes. Se trata de una novela experimental, de notable complejidad narrativa y estilística. Delibes fue el novelista por excelencia de Castilla. La región cuna de España, espaciosa y triste, de campos yermos, ríos con álamos cantores y villas silenciosas que atesoran en sus muros venerables un pasado legendario. Los protagonistas de los relatos de Delibes son gente corriente. La perspectiva es humanista y cristiana. El ratero que sobrevive como un troglodita dentro de una cueva. Los niños aldeanos, doblemente niños, que dijera don Antonio Machado, que tanto se parecía a Delibes en lo ético y lo estético. Los burgueses vallisoletanos. Los ancianos. El cazador que camina al alba entre dos galgos agudos. Los recuerdos trágicos de la Guerra Civil. Las mujeres de mentalidad tradicional como la protagonista de la apasionante «Cinco horas con Mario» (1966), quizá su obra maestra. 

En 1969 soplaban vientos de cambio en la novela española. Siguiendo la estela de Martín-Santos se fue abandonando el realismo tradicional, que había dado frutos tan hermosos como los primeros libros de Delibes, la obra de Ignacio Aldecoa o «El Jarama» (1956) de Rafael Sánchez Ferlosio. La ruptura con la tradición realista se manifestó en Cela, Benet o Juan Goytisolo. Miguel Delibes, narrador excelso que demostró dominar a la perfección el monólogo interior en «Cinco horas con Mario», consiguió en «Parábola del náufrago» un texto alucinante y radical, de asombrosa modernidad, en donde se advierten influencias de Orwell, Beckett y Kafka

Es difícil desentrañar cabalmente el argumento de una novela tan arriesgada y compleja como esta. Algunas cuestiones se reiteran a lo largo de sus páginas (la soledad, el miedo, el aislamiento del burócrata entregado a una tarea repetitiva, la humillación del débil por el fuerte, el ridículo de ciertas autoridades encopetadas). Delibes condena el poder despótico que somete arbitrariamente al hombre convirtiéndolo en un autómata. Ponerse a cuatro patas y ladrar es incompatible con la dignidad humana, atributo de cualquier hombre, por humilde que este sea. Los hombres deben poder expresarse con plena libertad. La lengua sirve para entendernos al ser vehículo de una racionalidad compartida. Si se limita a una taquigrafía del control absoluto se evapora la misma posibilidad de pensar. No es posible la comunicación. Los hombres se quedan solos, atemorizados y esperando recibir órdenes. El totalitarismo.

Jacinto San José es un individuo que tiene un empleo absurdo en una especie de enorme oficina kafkiana. Un sujeto despótico desde su puesto de mando vigila a los empleados con unos prismáticos. El ambiente es onírico. Como en Onetti o Kafka, las situaciones más delirantes están sujetas a reglas rigurosas. Los individuos se agitan como sombras. Las órdenes que reciben no se discuten pese a ser disparatadas. En este mundo sin sentido o con un sentido ajeno a los simples mortales, don Abdón es Dios: una criatura andrógina que reina desde su trono dorado dentro de una inmensa cúpula. Un aire alucinante recorre la grotesca historia de Jacinto. Su existencia es una selva impenetrable que lo ahoga progresivamente. 

En esta novela se suceden interiores asfixiantes, un campo castellano soñado, onomatopeyas y diálogos propios del teatro del absurdo. Los personajes viven como en otra galaxia sometidos al poder absoluto de don Abdón, la divinidad inasequible, que lo es todo, hombre y mujer, padre y madre, benevolente y cruel, risible y espeluznante. Don Abdón es el símbolo cambiante del despotismo solo obediente a sus caprichos. Debe tenerse en cuenta que en 1969 España sufría la dictadura franquista. Delibes quizá alude a ella de manera críptica. También se burla del lenguaje burocrático-desarrollista y de la pedantería de tanto literato a la violeta que se cree genial por ilegible. No es su mejor novela, pero sí la más rara, y merece la lectura. Interesante.

Miguel Delibes

Miguel Delibes (1920-2010) fue un escritor español nacido en Valladolid. Su familia era burguesa y de origen francés por parte de padre. Delibes era sobrino nieto del gran compositor Léo Delibes (pensaba que de ese ilustre antepasado podía venir su vena creativa). Durante la Guerra Civil, un joven Delibes prestó servicio en el crucero Canarias. Fue catedrático de la Escuela de Comercio de Valladolid, pero su verdadera vocación era artística y literaria. Siempre estuvo muy vinculado al periódico liberal El norte de Castilla, donde empezó como caricaturista y llegaría a ser su director en 1958. El éxito le alcanzó con «La sombra del ciprés es alargada» (1947), novela primeriza ganadora del Premio Nadal y de la que Delibes nunca se sintió muy satisfecho. «El camino» (1950), su tercera novela, consagró al vallisoletano como uno de los grandes narradores españoles. 

Todas sus obras tienen una preocupación humanista y suelen estar ambientadas en ambientes populares o burgueses de Castilla. Delibes era hombre de ideas liberales y democráticas, tuvo sus encontronazos con la censura y viajó por EE. UU. y Checoslovaquia. En 1975 ingresó en la Real Academia Española de la Lengua. El año anterior había fallecido su esposa, lo que le sumió en una honda depresión. Delibes tenía algo de asceta melancólico del páramo castellano: delgado, de cara alargada, noble nariz romana, grandes ojos claros y tristes y generosas orejas. Siempre vivió en Valladolid con su familia. Le gustaba cazar, pescar y la vida campestre. Su última novela, la excelente «El hereje» (1998), puso broche de oro a una carrera literaria ejemplar. Miguel Delibes falleció en su ciudad natal a los 89 años.  

 Publicado por Alberto.

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