viernes, 15 de abril de 2022

Cuentos inquietantes - Edith Warthon

 

Título: Cuentos inquietantes                                                                                            Autora: Edith Warthon

Páginas: 320

Editorial: Impedimenta

Precio: 21,37 euros

Año de edición: 2015

Este volumen reúne, ordenados cronológicamente, algunos de los cuentos más conocidos de Edith Wharton. El primero fue publicado en 1893 y el último en 1926. Todos los relatos provocan desasosiego en el lector. Lo inesperado resulta raro, extraño, desconcertante. La causa de la inquietud no tiene por qué ser sobrenatural. Puede tratarse de un individuo desconocido que camina por el jardín neblinoso de una casa de campo, un conflicto familiar, una situación insólita o una inquietud indefinible que atormenta. Las historias de Edith Wharton transcurren dentro de una clase social pendiente del escrutinio ajeno y tienen algo de teatral. La novelista norteamericana nos dice que alrededor de los salones exquisitamente decorados, la cálida chimenea o las conversaciones elegantes acecha lo desconocido. La simulación protege, pero no es suficiente. La estabilidad es precaria y las apariencias pueden derrumbarse. Fuera de las certidumbres, está el miedo. 

Edith Wharton retrata el mundo al que ella pertenecía: las clases altas anglosajonas anteriores a 1914. Un universo elitista con sus ritos, usos y costumbres. Sus espacios de convivencia son mansiones, jardines, salones, clubs, balnearios u hoteles de moda. Los criados atienden a sus señores y solo hablan cuando se les pregunta. Las personas de aspecto ordinario que aparecen de improviso provocan desazón y hasta miedo a los privilegiados. La mirada de Wharton es irónica; profundamente moral, sin ser moralista. Detecta el temor de los ricos gracias precisamente a la existencia de lo inquietante, que sirve de contrapunto a la seguridad de lo establecido por dinero, herencia o tradición. Lo inquietante es ese otro mundo que amenaza a los prominentes: los conflictos dentro del clan familiar; lo sobrenatural; las clases sociales subalternas (rozarse con estas clases da miedo; descender a su nivel da más que miedo: pavor). Incluso ciertos fantasmas son de clase social inferior a los vivos. Por lo demás, los ricos norteamericanos compran blasones para codearse con la rancia nobleza de sangre. La buena sociedad de Wharton es arribista, positivista y pragmática. Busca el dinero. Con dólares puede adquirirse status aristocrático viajando a Europa.

De los diez cuentos, dos entran en el terreno de lo sobrenatural. El primero es «La duquesa orante». Un viajero escucha de labios de un anciano la historia de la estatua orante de una hermosa aristócrata del siglo XVII. El ambiente italiano dota al relato de un sutil aire romántico. Lo sobrenatural es tangencial y legendario. El otro cuento, «Después», es espléndido. Una típica historia de fantasmas en un marco realista. Un matrimonio norteamericano de nuevos ricos adquiere una venerable mansión inglesa en Dorset. La joven esposa está sobrecogida por las dimensiones amenazantes de la casona. Se siente sola y asustada. Sombras ancestrales parecen espiarla. Los negocios de su marido tuvieron éxito. Se hicieron ricos. Ella desconoce los detalles de esos negocios. Un día se presenta un desconocido con sombrero de ala ancha y aire aniñado. Parece americano. El marido desaparece. «Después» se desvelará el misterio.  

En los demás relatos lo inquietante es más prosaico. Durante un viaje en tren una mujer tiene que convivir con el cadáver de su marido. En otro excelente cuento la corrupción política se muestra a través de la vida privada aparentemente ejemplar de un gobernador norteamericano. Aparentemente, porque su elegante señora tiene ciertos secretillos. Un pintor de moda asume su propia mediocridad retratando a otro artista que acaba de fallecer, pero de verdadero talento; su obra le sobrevivirá. También es notable la historia de un hombre de éxito que acaba aceptando deportivamente a los dos ex maridos de su mujer: el primero es un tipo vulgar y decente preocupado por la educación de su hija; el segundo, un seductor de talento que está aprendiendo a hacer negocios.

Junto con «Después», «La botella de Perrier» es en mi opinión el relato más perfecto. El halo de fatalismo y postergación de este famoso cuento es comparable al inolvidable «Desierto de los tártaros» de Dino Buzzati. Un joven arqueólogo norteamericano llega a una gran casa árabe situada al borde del desierto. El excéntrico aventurero inglés que lo invitó está de viaje. Llegará al día siguiente. Pero no llega. Pasan los días. Un soplo de extrañeza va envolviendo la casa. El calor. El polvo. El sol deslumbrante. El aljibe. El agua estancada. Las figuras minúsculas que se recortan en el desierto como sombras. El norteamericano sospecha que algo va mal. El criado del desaparecido insinúa la doblez de los árabes. El recién llegado está cada vez más dominado por la sospecha y el miedo. Quizá sea este el cuento inquietante por excelencia. 

Estos cuentos ofrecen además una imagen detallada de la subordinación de la mujer a principios del siglo XX. Las mujeres burguesas vivían encorsetadas dentro de una maraña de convencionalismos sociales que hoy nos parecen insufribles. Su vida se limitaba al ámbito doméstico. Las señoras se ocupan de la casa y del escaparate social: recepciones, fiestas, almuerzos, cenas. No trabajan fuera del hogar. No estudian. Tocan el piano y saben idiomas. Han de ser finas, elegantes y discretas. No saben de negocios. El marido no comparte ninguna preocupación con su esposa más allá de niños, iglesia y cocina. La dama de clase alta está prisionera dentro de una jaula de oro. Para las mujeres más sensibles, la frustración debía ser intensa. Edith Wharton se escapó de esta prisión dorada gracias a la literatura.

Edith Warthon

Edith Wharton (1862-1937) pertenecía a la alta sociedad neoyorquina, que tan bien retrató en sus novelas. Se educó con preceptores privados. Su matrimonio fue muy desgraciado y se divorció en 1913. A finales del siglo XIX empezó a publicar cuentos en diversas revistas. Tuvieron una buena acogida crítica. 

En sus novelas, Edith Wharton está muy influida por su compatriota Henry James, aunque el estilo es más sencillo. Sus dos obras maestras son la novela breve «Ethan Frome» (1911) y «La edad de la inocencia» (1920), con la que ganó el premio Pulitzer al año siguiente. Edith Wharton viajó mucho. Al final, como tantos de sus personajes, se instaló en Europa. Francia sería su país de acogida y allí falleció. La elegancia de su narrativa sigue atrayendo el gusto actual. Sofisticada e inteligente, Edith Wharton está viva para miles de sus lectores. 

Publicado por Alberto.

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