sábado, 23 de julio de 2016

Caravaggio y los pintores del norte


Título: Caravaggio y los pintores del norte 
Autor: Gert Jan van der Sman

Páginas: 224
 

Editorial: Museo Thyssen-Bornemisza 

Precio: 39,90 euros 
 
Año de edición: 2016


En el madrileño Museo Thyssen-Bornemisza y hasta el próximo 16 de septiembre puede verse la exposición titulada «Caravaggio y los pintores del norte». El comisario es Gert Jan van der Sman, investigador de la Universidad de Utrech y profesor en la Universidad de Leiden y la muestra se compone de 12 cuadros del pintor lombardo y 48 más de otros artistas de Francia, Holanda y Flandes en las que se evidencia la influencia de Caravaggio.

Acostumbrados como estamos a grandes muestras casi antológicas, con decenas de obras de un autor, esta exposición puede parecer algo modesta, pero el gran pintor milanés es un artista que se sale de lo normal y contemplar un solo cuadro suyo es ya todo un acontecimiento. 

Sus obras son impresionantes, parecen fotografía a todo color de otra época y otro mundo. Es el gran pintor del escorzo, del tenebrismo, de las caras llenas de terror y espanto, de la carne sensual, de las escenas violentas, como su vida, de las miradas lascivas y las decapitaciones (de Holofernes, Goliat la Medusa y Juan el Bautista). Un artista que a veces llega a ser hiperrealista y siempre perturbador.   

 
Detalle de uno de los ocho San Juan el Bautista de Caravaggio

Parece ser que utilizaba a mujeres de la calle, rufianes y vagabundos como modelos y la mayoría de las figuras principales de sus obras trasmiten emociones no muy edificantes. Si reconocéis a la misma modelo en varias pinturas de esta exposición, os diré que parece ser Fillide Melandroni, una prostituta con la que pasó más de una noche.

También llama la atención el rostro de un San Juan Bautista, lleno de crueldad, las caras de jóvenes, perversas, corrompidas y sensuales... en fin un carrusel de sensaciones negativas envueltas en obras de arte realmente sublimes. El cóctel es explosivo y es difícil que al espectador no se le remueva algo por dentro. En cualquier caso, la experiencia vale la pena.

Como pequeño aperitivo y para los que no vivís en Madrid, os dejo aquí un vídeo sobre la exposición.

 

Como curiosidad cabe mencionar que el Consejo de Ministros ha autorizado la concesión de una garantía para las 41 obras prestadas para esta exposición por 353.867.301,24 euros. Esa garantía es un sistema a través del cual el Estado asume el compromiso de asegurar las obras frente a la posible destrucción, pérdida, sustracción o daño que puedan sufrir.

También es recomendable aprovechar la visita al Thyssen para contemplar otra exposición temporal, la del pintor francés Caillebotte (1848-1894), un impresionista poco conocido y tan poco valorado en su época como los grandes maestros de ese movimiento. Acumuló una colección de 60 telas de Manet, Pissarro, Cézanne y otros impresionistas, que a su muerte dejó como legado al Estado francés. Curiosamente la herencia fué rechazada y después de muchos avatares 40 de esas pinturas han acabado en el Museo de Orsay.

Remero con sombrero de copa (1878) de Caillebotte

Michelangelo Merisi da Caravaggio (Milán, 1571-1610) era hijo del administrador del marqués de Caravaggio, ciudad de la que luego tomó el nombre, y una mujer de familia adinerada. A los 13 años entró como aprendiz en el taller de un discípulo de Tiziano y a los veinte años pintaba ya con una maestría que llamaba la atención. Viajó a Venecia, donde pudo admirar las obras de Giorgione y Tiziano, y a Roma donde llegó como un vagabundo y consiguió varios encargos de pintura sacra.

Vivió toda su vida amparado por mecenas o subsistiendo con las pinturas religiosas que vendía a conventos y autoridades eclesiales. Sus modelos escandalizaban a menudo a sus clientes y tuvo más de una vez problemas para cobrar el dinero pactado.

 
Baco-Caravaggio (1595-1596)

Varias veces se retrató a sí mismo en sus cuadros, una vez como Baco y en otra ocasión en la cabeza cortada del Bautista que sostiene Salomé en una bandeja.

Su mejor biógrafo dice que era omnisexual, un hombre dominado por sus pasiones e instintos, pero que nunca tuvo una pareja estable. Tuvo como amantes a varios de sus modelos, como el adolescente Cecco.

De carácter pendenciero, tiraba con facilidad de puñal o espada y en 1606 asesinó a un hombre en una reyerta callejera, lo que le obligó a huir de Roma e iniciar un largo peregrinaje, siempre perseguido por las autoridades. Tuvo otros dos encuentros a espada y acabó en Sicilia, donde murió poco después, deprimido, agotado por el viaje y rematado por la malaria.

Por cierto, Andrea Camilleri escribió una novela corta, «El color del sol», sobre sus últimos días muy interesante, un encargo para el catálogo de una exposición que el escritor siciliano cumplió con solvencia y oficio.

Seguramente fué un personaje poco recomendable, violento y colérico, uno de esos a los que trataríamos de evitar cambiándonos de acera si nos los cruzamos por la calle. Pero también fué un artista enorme, cuyas pinturas siempre nos conmueven y que influyó poderosamente en pintores de la talla de Ribera, Vermeer, La Tour y Rembrandt. A su muerte surgió toda una escuela de caravaggistas y hay críticos de arte que sostienen que sólo Miguel Ángel ha tenido tanta influencia en el arte italiano.

Caravaggio, retratado por Ottavio Leoni hacia 1620

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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