«¿En qué momento mi vida comenzó a ser accesible solo en vacaciones?» Con esa pregunta arranca este libro singular y se plantea desde el principio el tema de fondo que sirve de hilo conductor a esta especie de diario de ideas: el dolce far niente como vocación, el loable impulso de escapar del trabajo como obligación, el ocio creativo y productivo, el estado natural del ser humano, flojo, libre y relajado, como el más deseable, el año sabático permanente, el tiempo de aprendizaje y juego continuos. Como en alguna página dice la autora: «Mi vocación es comprar tiempo con dinero. Para eso, cualquier trabajo vale. Lo importante es no encariñarse con él». Una postura existencial contra corriente, que parece oponerse a lo establecido, pero que en el fondo sabemos que está muy acertada. Porque ¿Cómo nos han convencido de que el trabajo es lo más importante de la vida? Lo cual no quiere decir que estemos a favor de la vagancia, solo que no estaría mal reconocer que la pereza es saludable y creativa. Y de hecho, Azahara Alonso nos ofrece aquí el fruto de su estancia relajada en la isla: un libro estupendo de más de 200 páginas que va ya por la novena edición y que contiene muchas ideas atractivas. Porque el libro nos habla de muchas cosas alrededor de ese leitmotiv.
Una cuantas citas pueden ayudar a acabar de redondear el retrato de esta obra: «Vivir es pasar de un espacio a otro, haciendo lo posible por no golpearse» (Perec), «Tengo el don de la reincidencia», «Volar es siempre un acto de fe», «El turista es un trabajador trabajando fuera de su entorno laboral», «El turista es un oficiante de actos rituales», «No hay actividad, por nefasta que sea, que no pueda justificarse por los puestos de trabajo que genera» (Óscar Calavia), «La rara y tenue sensación de estar que se tiene en las islas y en los bares», «El anhelo compartido y ya imposible de ir a un lugar desierto», «Me planteo a menudo cuánto se tarda en no hacer nada», «Hace tiempo que las vacaciones no son lo que eran», «¿Qué significa trabajar?», «De profesión, me digo: isleña».
En fin, una lectura muy agradable, lúcida y relajada. Un ensayo, vamos a llamarlo así, de los que te deja pensando. Un libro estupendo de una autora que ya está entre mis favoritas y a la que seguiré leyendo, por supuesto.

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