viernes, 30 de septiembre de 2022

La ultraderecha hoy - Cas Mudde

 

Título: La ultraderecha hoy                                                                                                Autor: Cas Mudde

Páginas: 280 pág.

Editorial: Paidós

Precio: 17,95 euros

Año de edición: 2021

Libro excelente de rabiosa actualidad. «La ultraderecha hoy» de Cas Mudde presenta un sucinto, analítico y bien escrito panorama de las causas y consecuencias del avance de los partidos políticos de ultraderecha. Estas formaciones cada vez cosechan mejores resultados electorales. No son fuerzas marginales. Algunas han llegado al poder. 

Un gran espaldarazo fue la elección en 2016 de un candidato de ultraderecha para la presidencia de los EE. UU. : el republicano Donald J. Trump. Polonia y Hungría tienen desde hace años gobiernos de ultraderecha. En Italia la ultraderecha ha colonizado las filas conservadoras. Desde los años 80 del siglo XX, la derecha radical francesa sube de manera inexorable. En las últimas elecciones suecas los ultras fueron el segundo partido en votos detrás de los socialistas. Incluso en España o Portugal, la derecha radical está empezando a arraigar.

Para Mudde, hay que distinguir dentro de la ultraderecha dos familias distintas: la derecha radical populista y la extrema derecha. La más importante es sin duda la derecha radical. Esta ultraderecha no se presenta como enemiga de la democracia. Al contrario, defiende rescatar la democracia de las garras de las élites para devolvérsela al «pueblo». Puro populismo. Pero una vez en el poder, la derecha radical implementa una agenda antiliberal que erosiona el Estado de derecho. El caso de Hungría bajo la égida de Viktor Orbán resulta paradigmático.

El poder ejecutivo se refuerza en detrimento del parlamentarismo. Se controlan los tribunales. Los medios de comunicación independientes son acosados. Una parte de la sociedad es estigmatizada como enemiga de la identidad nacional. La defensa cerrada del soberanismo supone el rechazo de cualquier forma de comunidad internacional (el proyecto de la Unión Europea no es aceptado por la ultraderecha). El nacionalismo intransigente conlleva el odio al distinto y la idealización del pasado, en donde todo eran certezas. Por supuesto, los recursos públicos deben ser disfrutados exclusivamente por los nacionales («Hermanos de Italia», «Verdaderos Finlandeses»… Los nombres de algunos partidos ultraderechistas son una auténtica declaración de principios). También las «élites mundialistas» son un peligro para los pueblos, en una versión modernizada de los inagotables sabios de Sión. 

En definitiva, la derecha radical populista, con su mensaje de repliegue sobre lo propio y su política autoritaria y sectaria, anula por etapas la democracia liberal.  

La extrema derecha, por su parte, es directamente antidemocrática y heredera de fascistas y nazis. Tiene mucho menos apoyo que la derecha radical populista. Son grupos más pequeños, a veces sectarios, cuyo racismo explícito y desprecio de la democracia les conduce hacia la violencia. Desde hace décadas, grupos terroristas de extrema derecha han sembrado de muerte los EE. UU. y Europa con sus brutales atentados. Ante la supuesta amenaza extranjera, la «defensa de Occidente» consiste en una nueva cruzada identitaria.  

El supremacismo, el conspiracionismo y el elitismo alimentan a grupos de fanáticos enemigos de lo que ellos llaman «marxismo cultural» o «globalismo». En ese sentido, los lobos solitarios son extraordinariamente letales (el noruego Anders Breivik asesinó a 77 personas). Ahora bien, la extrema derecha es menos peligrosa para la democracia que la derecha radical populista, pues su sectarismo la condena a la marginalidad.  

Además de estas dos familias ultraderechistas, Mudde apunta algo muy grave: la posibilidad de que el centro derecha se deslice hacia fáciles posturas populistas afines a la derecha radical. Hay que tener en cuenta que las formaciones conservadoras se disputan segmentos de votantes y que resulta tentador imitar el discurso unilateral, demagógico y manipulador de los ultraderechistas. La derecha moderada democrática debería dejar claro que sus diferencias con la ultraderecha no son de naturaleza táctica sino de principios. 

Además, el populismo inherente a la derecha radical les lleva a rechazar los valores liberales moderados típicos del conservadurismo democrático (parlamentarismo, reducción de impuestos, presupuestos equilibrados, individualismo, Estado limitado). La derecha radical no es liberal en ningún sentido, aunque algunas formaciones acepten el neoliberalismo económico. En realidad, contemplan un incremento del poder estatal sobre los ciudadanos, que deben ser y comportarse de acuerdo con un esquema previo nacionalista y autoritario. La libertad individual y la democracia nunca son compatibles con el extremismo, sea este derechista o izquierdista. 

La ultraderecha no aparece porque sí. Existen razones muy sólidas para su emergencia. La globalización neoliberal ha provocado una erosión de la soberanía estatal ante la que muchos ciudadanos se sienten marginados y desconcertados. De esta manera, el mensaje derechista radical tiene un terreno abonado. La crisis del Estado de bienestar ha supuesto la reducción de los servicios públicos (sanidad, educación, vivienda). Así que la disputa por unos recursos decrecientes entre la población autóctona y la población inmigrante, culturalmente distinta y socialmente desarraigada, es un factor importante en el aumento del voto ultraderechista. Los ultraderechistas quieren mantener el Estado benefactor, pero únicamente para una parte de la sociedad considerada verdaderamente nacional. Así que la crisis de la ciudadanía social lleva a falsas soluciones etnocéntricas con un discurso del odio entre nosotros (que tenemos derechos) y ellos (que no los tienen porque son ajenos, cuando no enemigos de la nación). 

Mudde se ocupa asimismo de los aspectos organizativos de los movimientos ultraderechistas. Apunta a la complejidad del fenómeno y su carácter multiclasista. La derecha radical no es el fascismo uniformado y totalitario de los años treinta. En Italia está representada por una mujer agradable y de aspecto angelical como Giorgia Meloni. En Francia, por la atractiva Marine Le Pen. Sin embargo, la derecha radical pretende volver atrás. Como decía Trump, «hagamos América grande de nuevo». Este mensaje sencillo prende en muchas personas en absoluto violentas o fascistas. Y esto nos lleva al grave problema de la normalización de la derecha radical como una opción política más en el mercado electoral. El extremismo no debería ser nunca normal en democracia, porque se trata de una patología política que agrava los problemas en vez de resolverlos. Es un problema más.

Para el profesor Mudde, el reforzamiento de la democracia a través del Estado social y de derecho es el mejor dique ante la demagogia de los ultraderechistas. Unas instituciones democráticas reconocidas por los ciudadanos frenan la política embrutecedora de quienes dicen tener la solución mágica para todos los problemas. Si la ciudadanía del siglo XXI no es social y universal, difícilmente los valores liberales y democráticos lograrán sobrevivir a la vorágine global.  

Cas Mudde

Cas Mudde (1967) es un reputado politólogo holandés que estudió en la Universidad de Leiden. En la actualidad imparte docencia en la Universidad de Georgia (EE. UU.). Especialista en la derecha radical y el populismo, ha recibido en 2008 el premio Stein Rokkan en investigación comparada en Ciencias Sociales. 

Publicado por Alberto.

2 comentarios: