miércoles, 10 de abril de 2024

Tobeyo o Del amor - Juan Gil-Albert

Título: Tobeyo o Del amor                                                                                                     Autor: Juan Gil-Albert   

Páginas: 184 pág.

Editorial: Pre-Textos

Precio: 13,90 euros 

Año de edición: 1989

Escrito en los años 60 en Valencia y publicado por primera vez en 1989, este penetrante y florido texto cuenta una bella historia de amor en el México de los años 40, entre Claudio, un compositor de música y Tobeyo, un joven mexicano bello como un dios pagano. Detrás de Claudio, que compone un «Homenaje a México», cuesta poco adivinar la figura del propio autor, que precisamente subtitula estas memorias noveladas así también, «Homenaje a México». Como telón de fondo, se describe el país azteca de aquellos años, cosmopolita y hogar improvisado de exiliados españoles, con todo su encanto mágico, y los círculos de intelectuales de casi todas las nacionalidades que allí coincidieron entonces, mezclados con la clase alta autóctona. Un ambiente efervescente que debió de dejar su poso cultural por aquellos lares.

Para describir esa exuberancia climática, floral y artística, Gil-Albert despliega un lenguaje barroco y riquísimo en significados y resonancias, un verbo fastuoso, sintético y conceptista, barroco no solo por la forma, sino sobre todo por la floresta de significados que arrastra. Un estilo que a ratos cuesta un poco seguir, pero de una belleza y complejidad superiores. A veces un tiene la sensación de estar leyendo una interminable poesía, levemente transliterada en prosa y extendida por páginas y páginas. Hay aquí abundancia de imágenes poéticas, de referencias mitológicas y clásicas, y una variedad de léxico asombrosa.

La relación entre Claudio, de 36 años, y Tobeyo, de 19, se presenta como un caso de amor socrático, amor entre hombres, basado en las ideas, en las que un varón adulto instruye a un joven bendecido por la belleza, más cercano a la casta convivencia que al sexo desenfrenado. En cuanto al elenco de amigos y conocidos que entran, se cruzan e interactúan en la novela, el grupo humano es peculiar y atrabiliario: Hugo, el viajero sedentario que viajaba a Grecia y escribía desde el hotel textos maravillosos sobre el Partenón, sin verlo; Critias, aompañante y cicerone en aquellas tierras, que explica la diferencia entre el tiempo mexicano y el europeo; Mistress W, una excéntrica inglesa que conduce su pequeño coche y manipula a los mecánicos hablándoles en francés, porque ellos no lo entienden; Bartolomé, pintor preocupado por la crueldad de los conquistadores; Vicenta, criada con una curiosa historia a las espaldas; las hermanas Asúnsolo, extravagantes, fumadoras y arbitrarias; Edmundo, director de cine y acosador de sus actrices... todo un desfile de caracteres dignos del cine de Almodóvar, entre los que destaca Claudio, dedicado a su música y a admirar a Tobeyo, cuyo nombre significa bello joven y también, extranjero.

Los personajes recorren Oaxaca, Veracruz, Teotihuacán, Cuernavaca, Chapultepec... escenarios exóticos que apenas si se describen de pasada y que dotan a lo que se cuenta de una atmósfera muy especial. Estas páginas contienen sentencias rotundas, llamativas y tajantes algunas, otras agudas y crípticas como oráculos, que vale la pena recordar: «La vida es un tejer inextricable», «El hombre, como la araña, destila su tela y en ella se prende: creador y víctima», «Los mexicanos no se sinceran sino cuando beben», «Hugo nos dijo cuando regresábamos, escuchando nuestras impresiones, que el Occidente termina en las Islas Británicas y que América no era, en realidad, más que el lejanísimo Oriente tomado por la espalda», «Estados unidos no es una nación brotada, sino construida», «Sabía que sabíamos, pero nada en él mostraba ni afectación ni disimulo», «Nadie es feliz si no se cumple», «Ver Nápoles y morir, sí. Pero, morir ¿dónde? ¡En México!», «(Claudio) encontró en sí algo diferente a los demás», «... ese peso desmayado que adquieren con el uso las prendas caras», «... en tí, hasta tus desventuras con un lujo que te quisiste dar», «Por lo demás, esto no es un país, es un despoblado donde se han construido algunas casas», «Cada vez que se ama, se inventa el amor».

En fin, una historia de amor con su inicio, desarrollo, final abrupto y desenlace, que tiene todos los visos de ser autobiográfica, compleja, sofisticada, muy poética, original y cargada de significados. Un texto alambicado y portentoso, que incluye otras pequeñas historias dentro, tan interesantes o más que la principal. Una jungla lírica y heteróclita, barroca y apasionada, que a nadie dejará indiferente. Una obra extremadamente especial.

Es un libro difícil de encontrar, pero si lo veis por casualidad en alguna biblioteca o librería de lance, no lo dejéis escapar. Vale la pena.

Juan Gil-Albert joven 
 
Juan Gil-Albert (Alcoy, 1904 -1994) es el seudónimo de Juan de Mata Gil Simón, poeta y ensayista alicantino no muy conocido, pero de gran calidad.

Nació en una familia de la alta burguesía y tuvo un profesor particular antes de asistir a un colegio de monjas en Alcoy y luego al internado de los Escolapios de Valencia. Allí empezó Derecho y Filosofía y Letras, pero no acabo ninguna de las dos porque le aburrían. Se convirtió en autodidacta y lector compulsivo. Los autores que más le marcaron fueron Gabriel Miró, Valle-Inclán y Azorín

En 1929 entró en política, pero a través de Max Aub conoció a casi toda la generación del 27 y decidió dedicarse en cuerpo y alma a la poesía. Cuando el Gobierno se trasladó a Valencia durante la Guerra Civil Española, su casa se convirtió en el lugar de reunión de los intelectuales republicanos. Se exilió en México y Argentina, donde conoció y colaboró con Octavio Paz y Borges, entre otros, desde 1939 hasta 1947. Después regresó a Valencia e inició un exilio interior, que le convirtió en uno de nuestros más grandes poetas olvidados. Surrealista, vanguardista, poseedor de un gran estilo y de una sólida formación grecolatina, ha influido poderosamente en los poetas españoles a partir de los años 70.

Juan Gil-Albert

Publicado por Antonio F. Rodríguez. 

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