domingo, 28 de agosto de 2022

El ajedrecista que se jugó la vida en una partida

Ossip Bernstein en 1946

El ajedrez simula la guerra y también la lucha del ser humano con la muerte. Una partida es una metáfora de una batalla. Dos ejércitos se enfrentan con sus armas en el tablero y el objetivo es matar al rey enemigo y que no le maten a uno. Curiosamente, un gran ajedrecista se jugó en una ocasión su vida en una partida y este es su historia.
 
Se llamaba Ossip Samoilovitch Bernstein y nació en 1882 en Zhitómir, una ciudad ucraniana que entonces pertenecía a la Rusia imperial, en el seno de una familia de comerciantes judíos adinerados. Como tenían possibles, enviaron al joven Ossip a estudiar Derecho a Alemania, donde pudo graduarse y hacer el doctorado entre las Universidades de Berlín y Leipzig. Para entonces era ya un jugador temible, que había ganado a los 20 años el torneo de Berlín, había quedado segundo en el de Hannover, solo por detrás del gran maestro Walter John, y se codeaba con los mejores ajedrecistas del mundo.
 
Acabada la carrera, volvió a su patria, ejerció la profesión de abogado, no sabemos si ganaba más partidas que pleitos y en 1911 ganó el campeonato Ciudad de Moscú. Estaba en su mejor momento. Viajó a San Sebastián para participar en el torneo de esa ciudad, uno de los más prestigiosos, y allí encontró la horma de su zapato: un joven jugador cubano desconocido, de 23 años, le eliminó en la primera ronda. Era Raúl Capablanca, que luego ganaría el campeonato. Bernstein se enfrentó a él otras cuatro veces a lo largo de su vida, con tres derrotas y unas tablas. No llegó a ser una primera figura mundial, pero estuvo mucho tiempo entre los diez mejores jugadores del mundo, desde 1903 hasta 1914 y probablemente se hubiera mantenido a ese nivel más tiempo si no hubiese sido por la Primera Guerra Mundial y por la Revolución rusa.
 
Los judíos habían sufrido un ambiente claramente antisemita durante el zarismo y, después de un breve paréntesis de igualitarismo comunista, el nuevo régimen, laico y antirreligioso, volvió a perseguirles y a hacerles la vida imposible. A partir de 1918, las confiscaciones de bienes, los traslados obligatorios y los pogromos se hicieron cada vez más frecuentes. Además, Bernstein había perdido su fortuna en la Revolución bolchevique
 
En ese contexto, nuestro ajedrecista salió de viaje de Kiev a Odessa y en el camino le detuvo la Comisión Extraordinaria para toda Rusia, conocida como la Cheka, policía secreta encargada de eliminar elementos antirrevolucionarios. Le identificaron y en cuanto vieron que era un abogado financiero de grandes empresas, decidieron fusilarle. Pero, casualidades de la vida, había por allí un oficial aficionado al ajedrez que reconoció su nombre en la lista de condenados. Le preguntó si era el famoso campeón y Bernstein contestó que sí, por supuesto. Pero el oficial temía equivocarse y decidió retarle a una partida a vida o muerte. Si era el gran maestro, le ganaría con facilidad y salvaría su vida. El pobre Ossip, a pesar de los nervios, le ganó en pocos movimientos, obtuvo la libertad y aprovechó para huir a París.
 
Bernstein tuvo ocasión de amasar dos fortunas y de perderlas arruinándose dos veces: una debido al crack de 1929 y otra en 1939, como consecuencia de la invasión nazi de Francia. Huyó a España en 1940, le detuvo la Guardia Civil, le dió una ataque al corazón... al pobre le pasaba de todo, pero consiguió que le dejasen tranquilo en Barcelona, donde vvió hasta que acabó la guerra. Entonces volvió a París, reflotó sus finanzas, retomó el ajedrez y participó en varios torneos de manera brillante. Por ejemplo, en 1954, con 72 años, participó en Montevideo en el Gran Torneo Internacional de la Unesco, quedó segundo, por delante del gran Miguel Najdorf y solo cedió ante el campeón, el chileno René Letelier.
 
Tuvo un segundo infarto y falleció poco después en  París, en 1962, mientras dormía. Tenía 80 años. Es la asombrosa historia de un jugador de ajedrez incombustible, que se enriqueció y se arruinó tres veces, y que se mantuvo en un nivel ajedrecístico estratosférico prácticamente toda su vida. Pero lo más curioso es que un día, tuvo que jugarse la vida en una partida.
 
Por último, una curiosidad. Su nombre, Bernstein, significa «ámbar» en alemán. La resistente resina fósil que conserva reliquias del pasado.
 
Ossip Bernstein jugan una partida simultánea contra 60 jugadores en 1927
 
Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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