sábado, 30 de agosto de 2025

La extraordinaria vida de Prince Randian

Prince Randian, liándose un cigarrito

Hoy vamos a hablar de la asombrosa historia de Prince Radian, también también conocido como El hombre serpiente, El torso viviente y La oruga humana. Se trata de un hombre sin extremidades que aparece en la película Freaks, en español La parada de los monstruos (1932), de Tod Browning, una de las cintas de terror mas perturbadoras y espeluznantes que pueden verse. En ella, los protagonistas son la troupe de un circo ambulante, lleno de personas deformes, tullidas y con diversas malformaciones.

Prince Randian (1871-1934), cuyo verdadero nombre se desconoce, nació en Demerara, en la Guyana británica, con un síndrome de tetraamelia, una rara enfermedad congénita que consiste en la ausencia de las cuatro extremidades y algunas malformaciones más. Era de ascendencia hindú y hablaba cuatro idiomas: hindí, francés, inglés y alemán. Vivió en las islas Vírgenes estadounidenses y en Nueva Jersey. Se casó con una mujer, también hindú, y tuvo cuatro hijos, tres chicas y un chico. Falleció a los 63 años de un ataque al corazón.

Actuaba habitualmente para la Krause Amusement Company, vestido con un traje de lana que parecía un gran calcetín y que le daba un aspecto que recordaba a una lombriz. Era capaz de dibujar con habilidad y realizar las más asombrosas tareas sin ayuda, como liarse un cigarrillo o afeitarse con una navaja fijada a un bloque de madera. Destacó como escritor y era aficionado a la carpintería. Solía bromear diciendo que algún día se haría su propia casa de madera. En este vídeo puede verse cómo encendía un cigarrillo utilizando solo la boca.

Toda su vida fue un ejemplo de fuerza de voluntad y tenacidad para superar todo tipo de barreras y dificultades.

Prince Randian a los 35 años

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

jueves, 28 de agosto de 2025

Verdugos y torturadores - Juan Eslava Galán

Título: Verdugos y torturadores                                                                                    Autor: Juan Eslava Galán

Páginas: 422

Editorial: Temas de Hoy

Precio: 6,04 euros 

Año de edición: 1991

A lo largo de la historia se ha visto como perfectamente natural aplicar aquella venerable sentencia del «ojo por ojo y diente por diente». O dicho de manera más directa: el que la haga, que la pague. El pago, con intereses. Nos estamos refiriendo a la pena de muerte y otras atrocidades legales compañeras de la última pena. Todavía ciertos países, y no los menos importantes, consideran lógico matar al que mata. 

Para ejecutar al criminal, la justiciera y sesuda humanidad ha inventado distintos métodos, todos delirantemente sofisticados y crueles hasta la repugnancia: cortar cabezas, fusilar, ahorcar, matar a pedradas, asfixiar con gases letales, enterrar a la gente viva, freírla en una silla o quemarla en una espectacular hoguera. El probo funcionario encargado de ejecutar la sentencia capital era y es el verdugo. El señor verdugo era asimismo experto en torturas varias. La ejecución constituía un acto público, un teatro de masas, en donde la multitud asistía regocijada a la muerte del malo. La pena de muerte se administra actualmente de manera discreta y sin demasiada fanfarria. Quizá porque da cierta vergüenza matar con la ley en la mano. Es un progreso. 

Juan Eslava Galán sabe un horror sobre verdugos y torturadores. En este libro, publicado en 1991, el escritor jienense hace un magnífico reportaje histórico acerca de la pena de muerte, los verdugos y la parafernalia alrededor de esos siniestros personajes. Verdugos y torturadores comienza estudiando el origen de la pena de muerte. La conclusión es triste: la pena de muerte es tan antigua como el hombre. Posiblemente, su raíz está en los sacrificios humanos a los dioses de turno. Los antiguos ejecutaban. Los modernos, también. Durante el benemérito siglo XVIII, ilustrados como el marqués de Beccaria exigieron la abolición de la pena de muerte, junto con los demás castigos crueles. Se encontraron, claro, con la oposición cerrada de los tradicionalistas, aficionados al potro, la rueda o la hoguera. 

Hablar de la pena de muerte es hacerlo del verdugo. Eslava Galán dedica sus desvelos a desentrañar esa figura mítica y aterradora. El verdugo es un funcionario que aplica una ley de la que no es responsable, detalle en el que siempre se insiste como justificación. El ejecutor de sentencias hace el trabajo sucio de una sociedad que, sin embargo, lo rechaza. Los verdugos suelen provenir del submundo marginal. Tienen un aura de criaturas impuras. Existen verdugos por vocación; otros buscan comer. En las dinastías de verdugos el misterio del oficio se transmitía de padres a hijos como un secreto de casta. El progenitor enseñaba a su vástago el buen funcionamiento de la horca, la guillotina o el celtibérico garrote vil. Se trataba de ejecutar con rapidez, limpieza y eficacia. Sin hacer sufrir al reo. Una vuelta completa al torniquete. Una soga bien trenzada. Una caída seca de la afilada cuchilla. Y asunto concluido. El verdugo recogía sus bártulos, se despedía de la concurrencia y hasta la próxima, señores. 

Eslava Galán dedica la mayor parte de su libro a los verdugos españoles. Personajes que hoy nos parecen demenciales, no tanto por su oficio, que también, sino ante todo por su catadura moral. El verdugo francés era un tipo serio de frac, corbata y sombrero de copa. Un pequeño burgués que cortaba alguna que otra cabeza por el bien de la república una e indivisible. El verdugo inglés era frío y profesional, con aires de buen artesano; un experto en el negocio de trenzar cáñamo. El verdugo español solía ser un cateto de pocas luces. A menudo ni siquiera sabía utilizar bien su instrumento de trabajo, el infame garrote. Resultado: demasiadas ejecuciones espeluznantes, chapuceras y siempre grotescas. 

Personajes como el inefable Bernardo Sánchez Bascuñana, autoproclamado decano de los verdugos españoles, parlanchín, bailador, presumido, medio loco o loco completo, con ínfulas de místico y poeta, da la medida de estos individuos sacados de la España negra. Las anécdotas casi increíbles que recopila el autor son dignas de Berlanga o Solana. En el estudio de los matarifes celtibéricos destacó el novelista Daniel Sueiro y el cineasta Basilio Martín Patino, quien en 1971 realizó de manera clandestina su excelente documental Queridísimos verdugos, con sabrosas entrevistas a los profesionales del gremio. La película no pudo estrenarse hasta 1977, ya muerto el tío Paco, verdugo mayor del mundo occidental y cristiano.

Conclusión: un libro claro, bien escrito, con esa gracia y desenvoltura habituales en Eslava Galán, documentado, ameno, irónico cuando no sarcástico, y que nos lleva a un pasado carpetovetónico todavía a la vuelta de la esquina. Recomendable. Y recuerden que, en el sótano más remoto de algún tribunal de justicia, mal envuelto en un sucio lienzo, olvidado pero inolvidable, el nefasto garrote aún emite su mortífero chasquido. 

Juan Eslava Galán

Juan Eslava Galán (1948) es un polifacético escritor español nacido en Arjona, provincia de Jaén. Estudió en la Universidad de Granada Filosofía y Letras, además de Filología Inglesa. Amplió conocimientos en Inglaterra y fue profesor de secundaria. Es un reconocido especialista sobre los castillos y fortificaciones de su tierra. Su obra es inabarcable: novelas, cuentos, reportajes, artículos, ensayos de divulgación histórica…. Quizá su mejor novela sea la excelente Enbusca del unicornio, con la que ganó el Premio Planeta en 1987. JuanEslava sigue en el tajo, publicando incansablemente para escépticos y aquellos que lo son menos. 

Publicado por Alberto. 

martes, 26 de agosto de 2025

Las «locas» de postín y El fuego de Lesbos - Álvaro Retana

Título: Las «locas» de postín y El fuego de Lesbos                                                   Autor: Álvaro Retana

Páginas: 176

Editorial: Dos Bigotes

Precio: 18,95 euros 

Año de edición: 2024

Esta novelita publicada hace más de un siglo, en 1919, está todavía llena de frescura, originalidad y todo el encanto de los felices y locos años 30. Lleva como subtítulo «Novela de malas costumbres aristocráticas» y en el prólogo, el autor intenta quitarse de encima toda responsabilidad por publicar un material tan escandaloso. Dice ser un reportero de los vicios más extravagantes de la gente bien: «Ningún otro novelista español creo que me haya superado en audacia para estudiar con febril apasionamiento a esa alocada fauna que vive en el extrarradio moral». Joaquín Belda, otro novelista de la misma cuerda, dijo de él que «No embarcó en sus naves de autor a ningún pasajero que no estuviese adornado por lo menos con un pecado mortal de necesidad».

Porque estamos ante el más destacado representante de la literatura galante y sicalíptica, nunca pornográfica, siempre erótica, que no se recrea en la descripción explícita, sino que sugiere, menciona, a veces estimula la imaginación y siempre escandaliza. La literatura de Retana es chispeante, ligera, divertida y brillante. Cultiva un humor inteligente, una sana ironía y saca a la luz una cierta realidad, habitualmente oculta, que en realidad tiene mucho valor porque los márgenes de lo ortodoxo siempre plantean preguntas interesantes. Por las páginas de Las «locas» de postín desfila toda una cohorte de personajes estrafalarios, peculiares y llamativos, todos elegantes y masculinos a pesar del jugoso apodo de algunos de ellos: la Duquesa, cleptómana, la Poderosa, cupletista, Rafaelito, aficionado al pecado estéril, Egmont de Bries, el primer transformista español... personajes almodovariamos avant la lettre, seguramente caricaturas de personas reales que vivieron los locos años veinte.

El lenguaje es estupendo, divertido, no se anda por las ramas ni abunda en descripciones aburridas. Va siempre al grano, tiene mucho ritmo y cada página plantea algo nuevo, curioso e hilarante. Una gozada de texto, plagado de hallazgos expresivos, pequeños debates atractivos, como un curioso análisis de las cualidades de los amantes señoritos y proletarios, y frases afortunadas: «Ya han cambiado tanto las cosas que hay que dedicarse a las mujeres para sacar dinero», «... un cura más fogoso que muchos seglares», «... su carácter eminentemente perforador», «... un mozalbete frívolo y travieso de treinta y seis años, descendiente de Felipe el Hermoso», «Hoy el que no torea es porque no tiene con quién», «La lujuria es la perfección del amor» (Octave Mirbeau), «Ahora es una buena señora, que se asusta de todo menos de sus sombreros», «... una estupidez que desafía la ironía», «... que le iba tan bien como un miriñaque a un banderillero».

Mención aparte merece la espléndida taxonomía de «locas» que se esboza aquí, de las locas por convicción a las locas escandalosas, pasando por las vetustas, las profesionales, las vergonzantes y muchas otras categorías, tan descriptivas como peculiares. Y todo eso resumido en tan solo 63 páginas. El volumen se completa con otra novelita de Retana, El fuego de Lesbos, dedicado al universo de las mujeres queer y un prólogo entusiasta y muy ilustrativo de Dimas Prychyslyy.

En fin, un par de novelas cortas deliciosas, inteligentes y muy divertidas, que exploran toda una fauna de personajes y actividades, en realidad de manera elegante y respetuosa, pero tratando siempre de instruir deleitando y escandalizar un poco. Una muestra excelente de un género muy original y creativo, difícil de cultivar con solvencia. Un libro de un autor extraordinario en todos los sentidos.

Álvaro Retana (1890-1970) fue un personaje de lo más peculiar. Nació frente a las costas de Ceylán, en el barco en el que viajaban sus padres durante su luna de miel y fue bautizado en Filipinas. Su padre era el político conservador, diplomático y escritor Wenceslao Retana, fundador del filipinismo moderno que estuvo a punto de batirse en duelo con Rizal.

Fue periodista, funcionario del Tribunal de Cuentas, modisto, figurinista, dibujante, letrista y compositor de cuplés, y lo más importante, uno de los más afamados autores de novelas eróticas del siglo XX. Compuso, junto al novio de La Fornarina, el famoso cuplé El polichinela, también es el autor de Las tardes del Ritz, Ven y ven y muchos más. Fue un gran admirador y amigo de las principales cupletistas de la época, diseñó trajes espléndidos y atrevidos para ellas y, aunque era un homosexual declarado, tuvo varios matrimonios experimentales y un hijo con una cantante en un desliz de camerino.

Empezó a publicar artículos y críticas con poco más de veinte años, tuvo una larga carrera como periodista y publicó más de cien novelas eróticas sobre la sociedad galante y frívola del Madrid decadente, que tuvieron un éxito enorme. Vendía mucho más que la mayoría de autores serios de aquellos años. Desenfadado, libertino y provocador, se presentaba como el escritor más guapo del mundo y se hacía retratar con un quimono bordado de rosas, con las cejas depiladas y los ojos y labios pintados.

Durante la dictadura de Primo de Rivera fue procesado y encarcelado varias veces y durante la guerra civil fue condenado a muerte por tener en su casa objetos religiosos a los que no mostraba ningún respeto. La pena le fue conmutada por 30 años de cárcel, de los que cumplió 7. Al salir, siguió escribiendo y presentó 55 originales a la censura qué moral, que solo le permitió publicar 16. Hay un documental de la serie Imprescindibles sobre su vida muy interesante, que se puede ver en este enlace

Álvaro Retana

Publicado por Antonio F. Rodríguez.