miércoles, 17 de enero de 2024

Vientos amargos - Harry Wu y Carolyn Wakeman

 
Título: Vientos amargos                                                                                                     Autores: Harry Wu y Carolyn Wakeman                        

Páginas: 366 pág.

Editorial: Libros del Asteroide

Precio: 20,85 euros 

Año de edición: 2008

¿Distopía o realidad? Hace unos años que las distopías —esas ficciones de sociedades totalitarias en las que la ausencia total de libertad es lo esencial— ocupan ya un considerable lugar en las estanterías de las librerías. Cuando leemos este libro, si no supiéramos que lo historia es real, podríamos hacernos la pregunta de si no es una distopía de ficción, pues nos parece que no puede ser cierto tanto despropósito, tanta ignorancia, tanto fanatismo, tanta brutalidad, tanto horror y tanto miedo.

Se trata de las memorias del autor, que sufrió todos los inhumanos padecimientos que el régimen de Mao impuso a una ingente parte de la población, a quienes confinó en campos de «reeducación por el trabajo». La mayoría estudiantes —como es el caso del autor— fueron arrestados acusados de contrarrevolucionarios por haber adoptado las ideas extranjeras; otros, campesinos, acusados de capitalistas ya que eran propietarios de terrenos y bienes —aunque todos sus bienes se redujeran a unas pocas vacas y unos mínimos terrenos—, pero que el régimen los consideraba alineados con las ideas capitalistas y alienados por ellas. La arbitrariedad del régimen de terror que estableció Mao suponía cubrir una cuota de detenciones ejemplarizantes para limpiar las ideas que se desviaran mínimamente de la única línea válida, establecida por él mismo en su Libro rojo y en la cantidad de normas, proclamas y discursos que imponía día a día. El Partido necesitaba demostrar por la fuerza que era el dueño y señor de todo y todos, implantando la dictadura del proletariado, que fue una de las más terribles y que cayó en lo que el propio Partido criticaba de la sociedad tradicional china, ser injusta y de poco equitativa.

Una especificidad del régimen de terror de Mao en los campos de prisioneros fueron las reuniones de estudio de su propio ideario que sufrían los condenados cada día, después de las horas de trabajo extenuante. Asimismo, «made in Mao» eran también las asambleas de crítica y castigos ejemplares a quienes, de entre ellos, se acusaba por desvío de esas ideas. Esas asambleas en las que jefes y compañeros juzgaban y criticaban a los prisioneros y compañeros respectivamente, eran un tormento de humillaciones y castigos, que terminaba siempre con una obligación de auto inculparse y pedir perdón por lo cometido, fuera o no cierto. Autocríticas que engrosaban los expedientes de tal manera que las condenas se superponían, de manera que los así acusados no se podían liberar nunca de tanta culpa, por muchos años que pasaran penándolas.

Viktor Frankl, en su famosa obra «El hombre en busca de sentido», indaga y explica el origen de la fuerza que hizo que algunos de los prisioneros de los campos nazis pudieran sobrevivir a tanto sufrimiento. Harry Wu encontró la motivación para no abandonarse en las enseñanzas de su padre, que le dijo que jamás había que rendirse y que el secreto de vivir es seguir levantándose. Esa necesidad de resistir y salir de las prisiones vivo, enseguida tuvo para él un objetivo añadido, tenía que contarlo, ser heraldo universal de lo terrorífico de aquel régimen. Por eso se entiende la memoria tan detallada de lo que cuenta tras tantos años de sufrimiento. Iba grabando en su memoria lo que sufría y veía para poder contarlo. Así se explica también su valentía cuando finalmente pudo exiliarse a Estados Unidos y desde allí realizó dos peligrosos viajes con periodistas de una cadena de televisión para grabar aquellos campos del horror en los que había vivido y que serían objeto de sendos documentales de denuncia.

Este tipo de lecturas nos sobrecogen y amedrentan. La sensación que nos inunda en todos los casos es de incomprensión del horror que unos hombres pueden imponer, sojuzgando y sometiendo a indecibles sufrimientos a sus congéneres, poblaciones enteras, millones de personas. Se movilizan nuestros resortes mentales para intentar entender lo que al parecer somos incapaces de comprender totalmente acerca de la naturaleza humana.  Por mucho que hayamos leído, no acertamos a dar con la clave que explique, que nos explique como humanos.

El relato cuenta un aspecto muy específico del régimen de Mao, pero surgen una serie de temas que, desgraciadamente, estamos viendo en nuestras televisiones en otros escenarios, que están en la base de todas las acciones totalitarias, y que nos hacen reflexionar acerca de cómo opera el fanatismo, la ambición desmedida que pasa por encima de tanto dolor, de tanta muerte como provoca voluntariamente. Nos preguntamos de qué madera están hechos los que dirigen tanta destrucción y de los secuaces que la perpetran y para qué les sirve.

En fin, aunque hayamos leído sobre el tema, aunque duela, es un relato más que necesario.

Harry Wu

Harry Wu, 1937-2016, nacido en Shanghái, fue un activista de los derechos humanos y por la memoria histórica de su país de origen. Desarrolló su actividad en Estados Unidos, a donde llegó en 1994 tras veinte años de prisión. Ese mismo año escribió este impresionante testimonio del horror del régimen de Mao. Dado que no era escritor buscó ayuda en la periodista Wakeman, con gran acierto, pues resultó un equilibrio perfecto entre la descripción del horror y la distancia necesaria para permitir que la lectura sea posible.

Publicado por Paloma Martínez.

1 comentario:

  1. Enhorabuena por esta estupenda reseña, Paloma. Leí el libro hace ya un tiempo y mis sensaciones fueron parecidas a las tuyas: de qué manera tan irracional puede destruirse un país cuando se aplica un esquema absurdo basado en una falsa idea de la naturaleza humana, como si esta fuera un bloque de piedra que puede labrarse a martillazo limpio o una pizarra que se borra de un golpe para luego volver a escribir encima. Resultado: millones de muertos por hambre, aniquilación de las estructuras familiares y económicas, fin de la libertad hasta de pensar en la libertad. La condición famélica del pobre protagonista que logra salir adelante pese a todo es un ejemplo moral inolvidable. El hombre esquelético contra el totalitarismo anti-hombre de hormigón y alambradas. Como en los osarios nazis. Igual. De aquella innumerables estudiantes occidentales y sus estúpidos gurús tenían en un altar al genocida Mao. De vez en cuando, todavía algún genio entona las virtudes del comunismo. Por eso hay que leer testimonios como este. Para saber lo que fue realmente, utopías aparte.

    Saludos cordiales.

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