viernes, 3 de junio de 2022

Jusep Torres Campalans - Max Aub

 

Título: Jusep Torres Campalans                                                                                        Autor: Max Aub

Páginas: 323 pág.

Editorial: Alianza

Precio: 8,64 euros

Año de edición: 1975

Jusep Torres Campalans nació en Mollerusa allá por 1886, en una recia familia campesina y católica. A principios del siglo XX se fue al París de la Belle Époque. Torres Campalans vivía pobremente, pintando y dibujando. Conoció a buena parte de la vanguardia artística (Picasso, Derain, Braque, Mondrian, Apollinaire y su detestado compatriota Juan Gris). Tuvo su papel en el origen del cubismo. Torres Campalans era hombre de una pieza: católico, anarquista, catalanista y pacifista. Alto, fuerte, rapado, vestido con ropas ajadas de pana y alpargatas, de pocas, pero certeras palabras, el catalán era más interesante que su casi desconocida pintura. Frecuentaba los cenáculos ácratas: los revolucionarios del arte se sentían atraídos por los revolucionarios sociales.

Era aquel un París de casas carcomidas, calles empedradas y fangosas, un cielo gris y triste, secas hojas amarillas crujientes bajo las botas, caballeros de chistera, obreros de gorra, damas del gran mundo, porteras y un río cuyas aguas turbias recibieron a muchos suicidas. La capital francesa era la meca de los artistas nuevos que entendían el arte como un sacerdocio. En 1914, con el estallido de la Gran Guerra, Torres Campalans abandonó París. Nunca más se supo de él. 

En 1955, Max Aub, escritor español exiliado en México, descubre a Torres Campalans. El olvidado pintor vivía en Chiapas, rodeado por innumerables hijos y nietos, como un patriarca del Antiguo Testamento. Aub decide devolverle el brillo a este inesperado tesoro. Contará su historia, resucitando toda una época, en una monografía erudita publicada con éxito en 1958. El trabajo científico que realizó fue admirable. Logró reconstruir de manera casi novelada la vida de Jusep Torres Campalans hasta su desaparición en el verano de 1914. Estableció un catálogo comentado de sus pinturas y dibujos. Recuperó los diarios personales del propio Torres, el fascinante «cuaderno verde». Además, mantuvo unas sustanciosas conversaciones con el anciano. La reproducción de algunas de sus obras, unos anales y un minucioso aparato crítico y bibliográfico completan el libro. 

Max Aub compuso un texto prácticamente cubista: incluye el autoanálisis del artista (apuntes personales), la perspectiva ajena (testigos) y lo que la obra cuenta de su autor y su tiempo (aspiraciones, frustraciones y tanteos). Aquello imposible de documentar fehacientemente es imaginado por Aub. Un gran acierto es encuadrar al místico Torres Campalans dentro de la crisis cultural de principios del siglo XX. La eclosión de los ismos: anarquismo, irracionalismo, nihilismo, cubismo, fauvismo. Estaban de moda las actitudes antiacadémicas y antiburguesas. El siglo XIX ordenado y pragmático quedaba atrás. 

Torres Campalans creía en la pintura como en una religión. Quiere captar el momento, la eternidad del instante, pero sin petrificarlo en una reproducción, intentando crear una obra de arte que sea universal y eterna. Empeño imposible, digno de Dios, y que fue incapaz de conseguir. Ambicionaba pintar desde adentro hacia afuera, mostrando el alma de las cosas, creadas por Dios de una vez y para siempre, porque, aunque el tiempo pase, lo que queda, queda. Eso que queda es la trascendencia del arte verdadero. Lo manifestado por Dios a través de los verdaderos artistas nunca se podrá deshacer. Nada se pierde en la nada. No existen realmente los ateos, sentencia Torres Campalans

Pensar es malo para el arte. Hay que pintar como se vive, sin intelectualismos. Quien cree, crea, como Dios. Del aparente desorden surge un orden espontáneo que adquiere un sentido intrínseco. Este orden es la vida, que no se deja dominar, ni reproducir, que es una fe, no un negocio. Los artistas intelectuales como Juan Gris son buenos pintores, pero no artistas. Pintan para vender. Son miserables burgueses sin fe. Torres Campalans pinta únicamente para sí mismo y para Dios. Se establece aquí una curiosa analogía entre Torres Campalans y Dios. Dios crea el mundo sin demasiada reflexión y luego deja que los hombres se maten entre ellos sin intervenir en la querella. Jusep pinta lo que le da la gana y deja su obra a la posteridad. No existe artista más puro. 

Torres Campalans era amigo de Picasso. Pintar el interior de las cosas implica pintar desde todas las perspectivas, aunque nunca un pincel pueda agotar el objeto que trata de recrear. Las infinitas perspectivas posibles confluyen en Dios, que todo lo ve. Los pintores se acercan a Él con el cubismo. Fue Pablo Picasso quien pintó «Las señoritas de Aviñón» (1907) que, como la bomba de un anarquista, hizo saltar por los aires la pintura. El fundador del arte moderno imita a Dios. Todos los ismos son creadores porque pretenden empezar desde cero: hágase la luz. Picasso se llevó el gato al agua. En cambio, Torres Campalans se fue recogiendo en sí mismo. La pintura se le resistía. Era un revolucionario solitario. Estalla la Gran Guerra: una riada de chovinismo vocinglero anega las calles parisinas. Torres Campalans, creyente en la fraternidad universal entre todos los hombres de buena voluntad, abandona París. Su rastro se pierde durante décadas. El hilo de su existencia será recuperado por Max Aub.

¿Existió realmente Jusep Torres Campalans? ¿O fue una creación de Max Aub, nuevo Dios literario, que dio vida a un personaje tan real como si hubiera sido de carne y hueso? Que el lector decida. La lectura de esta biografía es apasionante. Se trata de uno de los libros más originales e inteligentes de la literatura española del siglo XX. Cuenta el origen del arte moderno a partir de un pintor que pudo o no existir. Imprescindible. 

Únicamente queda indicar que de este libro, en sí mismo una obra de arte, hay muchas ediciones. Las más caras son primorosas y se inspiran en la edición original de 1958. La que he manejado es la de bolsillo de Alianza Editorial

Max Aub

Max Aub (1903-1972) fue un escritor español, nacido en París de familia judeo-alemana y criado en Valencia. Autor infatigable, se le deben novelas, cuentos, obras de teatro, ensayos, poesías, diarios, crítica y textos experimentales inclasificables. Republicano, debió exiliarse en 1939. Tras muchas aventuras, recaló en México en 1943. Cuando volvió a España en 1969 comprobó que nadie se acordaba de él: entró en una librería y preguntó si tenían libros de Max Aub. No, fue la respuesta. Murió a los 69 años. Innovador e imaginativo, su obra se sigue reeditando y traduciendo.   

Publicado por Alberto.

4 comentarios:

  1. Gracias, Alberto, por esta reseña, tan completa y estupenda. Me gusta mucho Max Aub y no conocía este libro, que parece todo un clásico y una verdadera maravilla, con una reproducción de un cuadro de Torres Campalans y todo.
    Salud y libros.

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  2. Muchas gracias Antonio. Animo a leer este libro y en general todo lo de Max Aub, escritor singular donde los haya.

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  3. Mi profesora de literatura en el instituto, hace más de 40 años. Nos hablo de Max Aún y esta obra. La profesora era ideal se llamaba Carmen Sender y la reseña me ha hecho recordar su magisterio

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