jueves, 22 de marzo de 2018

El mundo de Guermantes - Marcel Proust

                   
Título: El mundo de Guermantes
Autor: Marcel Proust

Páginas: 744

Editorial: Alianza
 
Precio: 15,50 euros

Año de edición: 1998
               
Después de una buena temporada  leyendo otras cosas, he vuelto a Proust (ya lo echaba de menos) para hincarle el diente a la tercera entrega de su obra maestra, «En busca del tiempo perdido»

En realidad son dos tomos, en otras ediciones se publica en dos volúmenes, así que además de un estilo denso, prolijo, exhaustivo y detallista, plagado de digresiones larguísimas, el intrépido lector tiene que armarse de paciencia y escalar más de 700 páginas de letra pequeña.

Pero el empeño vale la pena. Proust es maravilloso, si no te gusta es porque lo has probado poco (a mí me costó tres intentos, con años de diferencia). Con sus frases largas, larguísimas, su estilo moroso y lento, haciendo un trabajo de rememoración prodigioso, en el que nunca estamos seguros de qué es memoria y qué es imaginación, nos envuelve, nos abduce y nos lleva a su mundo de sensibilidad, matices milimétricos y vueltas y más vueltas sobre detalles insignificantes de sus relaciones con otras personas.

Y sin embargo, nos gusta, nos encanta. Porque este hombre es un mago de la memoria y organiza tal concierto de evocación que despierta nuestra capacidad de rememoración y de pronto, en medio de un pasaje, el lector recuerda un detalle nimio de su infancia, luego otro, una onversación, un vestido, aquella tarde... Los efectos secundarios de leer a Proust son increíbles.

En esta novela, la familia Proust se muda de casa y ese cambio simboliza el paso de la niñez y adolescencia a una primera juventud, en la que el joven Marcel tiene que enfrentarse a temas nuevos que nunca antes le habían preocupado, como la política, el antisemitismo o la homosexualidad. El caso Dreyfus late detrás de la historia dejando que se escuchen sus ecos con toda nitidez.

También aquí se tratan las relaciones sociales con detalles microscópicos y, cómo no, el amor. Porque nuestro protagonista se enamora de la Duquesa de Germantes, por supuesto sin ser nunca correspondido.

Si en los dos primeros tomos parecía que la búsqueda de un tiempo perdido era la búsqueda y recuperación de la infancia perdida  mediante la escritura y la rememoración, en esta tercera parte, parece más bien que el autor se refugia en sus recuerdos porque en cuanto el niño se hace mayor, se encuentra con que la vida es insatisfactoria, hiriente y melancólica. Por eso tengo la sensación que el tiempo perdido que se busca, es una época de la vida: la infancia en la que hemo sido completamente felices.

En resumen, una obra maestra en la que vale la pena sumergirse y bucear, olvidarse de todo y disfrutar de una prosa admirable.  Proust, siempre será Proust.
Marcel Proust (París, 1871-1922), cuyo nombre completo era Valentin Louis Georges Eugène Marcel Proust, era hijo de un prestigioso médico, de familia católica y tradicional, y de una alsaciana de ascendencia judía. Desde muy pequeño dió muestras de gran inteligencia y sensibilidad. A los 9 años tuvo su primer ataque de asma, enfermedad que le acompañaría toda su vida y que hizo que su madre le criara entre algodones y lleno de mimos.

Vivió en casa de sus padres, casi sin oficio ni beneficio, escribiendo alguna cosilla que otra, hasta que murió su madre cuando tenía ya 34 años. Deprimido, solo y por primera vez sin su madre, a la que estaba extraordinariamente apegado, se refugió en el pasado y comenzó a escribir los siete tomos que componen «En busca del tiempo perdido».

El primer volumen se lo tuvo que editar el mismo, ante el desinterés de críticos y editores, pero con la segunda entrega ganó el Premio Goncourt y se hizo famoso. Vivía recluido en casa, con la persianas bajadas y las cortinas cerradas, sin salir, escribiendo como un poseso y bebiendo ingentes cantidades de cerveza.

Enfermizo, débil y con un género de vida poco saludable, murió a los 53 años, sin acabar de ver toda su obra maestra publicada. Los tres últimos volúmenes se publicaron de manera póstuma.

Marcel Proust

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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