sábado, 26 de abril de 2014

Cuaderno de un retorno al país natal - Aimé Césaire


Título: Cuaderno de un retorno al país natal
Autor: Aimé Césaire
 
Páginas: 28

Editorial:
Sociedad Internacional de Escritores 

Precio: 0 euros 

Llegué a este autor a través de la novela «Caso cerrado» de Henri Lopes, que lo cita como un autor imprescindible de la negritud. A veces, unos libros llevan a otros, como pasa cuando intentamos coger una cereza de un bol y nos llevamos unas cuantas más porque los rabillos arrastran a otras.

Es un poeta moderno, lleno de imágenes impactantes y espectaculares como fuegos artificiales, muy relacionado con el surrealismo, pero con el sabor y el aroma de la creatividad caribeña. Está incluido en las vanguardias que florecieron en París en las primeras décadas del siglo XX, pero sus deslumbrantes juegos verbales no son gratuitos, nos son puramente experimentales. Césaire siempre estuvo muy comprometido con sus raíces africanas y remite a ellas continuamente.

Esta pequeña antología puede conseguirse en este enlace, sin coste, y como muestra, aquí tenéis algunos ejemplos de su poesía colorida, escrita en los años 30:


Cuaderno de un retorno al país natal (fragmetos)

1

Partir.
Así como hay hombres-hiena y hombres-pantera, yo
seré un hombre-judío,
un hombre cafre
un hombre-hindú-de-Calcuta
un-hombre-Harlem-sin-derecho-a-voto
El hombre-hambre, el-hombre -insulto, el hombre-tortura
se le podría
prender en cualquier momento, molerlo a golpes-matarlo
por completo
sin tener que rendirle cuentas a nadie.

2

Un hombre judío
un hombre-progom
un perro de caza
un pordiosero.
Pero, ¿es que puede uno matar el remordimiento, bello
como la cara de sorpresa de una dama inglesa al encontrar
en su sopa un cráneo de hotentote?
Yo reencontraría el secreto de las grandes comunicaciones
y de las grandes combustiones. Diría tempestad, diría río.
Diría ciclón. .Diría hoja. Diría árbol, mejorarían todas las
lluvias, me humedecerían todos los rocíos.
Me revolcaría como sangre frenética sobre la lenta corriente
del ojo de las palabras,
en caballos locos, en niños tiernos, en toques de queda en vestigios
de templo, en piedras preciosas, lo bastante lejos como para
descorazonar a los menores.
Quien no me comprenda no comprenderá el rugido del tigre.


...

¿Quiénes y qué somos? 
¡Admirable pregunta!
A fuerza de contemplar los árboles me he convertido
en un árbol y mis largos pies
de árbol han cavado en el suelo anchos
sacos de veneno altas ciudades de osamentas
a fuerza de pensar en el Congo
me he convertido en un Congo rumoroso
de bosques y de ríos
donde el látigo restalla como un gran estandarte
el estandarte del profeta
donde el agua hace
Iikuala-Iikuala
donde el relámpago de la cólera lanza su hacha
verdosa y domina a los jabalíes de la putrefacción
en el hermoso lindero violento
de las ventanas de la nariz
Al final del amanecer el sol tosiquea
y escupe sus pulmones
Al final del amanecer
un pequeño tren de arena
un pequeño tren de muselina
un pequeño tren de granos de maíz
Al final del amanecer
un gran galope de polen
un gran galope de un pequeño tren de
muchachuelas
un gran galope de colibríes
un gran galope de dagas para desfondar
el pecho de la tierra
aduaneros ángeles que montáis ante las puertas
de la espuma la guardia de las prohibiciones
yo declaro mis crímenes y que no hay nada que decir
en mi defensa.
Danzas. Idolos. Relapso. Yo también
He asesinado a Dios con mi pereza
mis palabras mis gestos mis canciones
obscenas
He llevado plumas de loro
pieles de gato almizclero
He agotado la paciencia de los misioneros
insultado a los bienhechores de la humanidad.
He desafiado a Tiro. He desafiado a Sidón,
He adorado el Zambeze.
jLa magnitud de mi perversidad me confunde!
¿Mas por qué manigua impenetrable
ocultar todavía el vivo cero de mi mendicidad
y por un prurito de nobleza aprendida
no entonelar el brinco horrible de mi
fealdad pahuína?
vum rooh oh
vum roohoh
para encantar a las serpientes
para conjurar a los muertos
vum roohoh
para obligar a la lluvia a contrariar
a las marejadas altas
vum rooh oh
para impedir que gire la sombra
vum rooh oh que mis cielos
se abran
-yo en un camino, niño, masticando
una raíz de caña de azúcar
-arrastrado hombre en un camino sangriento
con una cuerda en torno al cuello
-de pie en medio de un circo luminoso,
y con mi frente negra ceñida por una corona
de daturas
vum rooh oh
volar
más alto que el estremecimiento más alto
que las brujas hacia otras estrellas
exaltación feroz de bosques y
de montañas desarraigadas en la hora
en que nadie piensa en ello
las islas atadas para mil años
vum rooh oh
para que vuelva el tiempo de promisión
y el pájaro que sabía mi nombre
y la mujer que tenía mil nombres
de fuente de sol de lágrimas
y sus cabellos de jaramugo
y sus pasos mis climas
y sus ojos mis estaciones
y los días sin daño
y las noches sin ofensa
y las estrellas de confidencia
y el viento de connivencia
¿Pero quién voltea mi voz? ¿Quién desuella
mi voz hundiéndome en la garganta
mil ganchos de bambú? Mil
estacas de erizo. Eres tú sucio pedazo
de mundo. Sucio pedazo de amanecer.
Eres tú sucio odio. Eres tú peso
del insulto y cien años de latigazos.
Eres tú cien años de mi paciencia,
cien años de mis desvelos
justamente para no morir.
rooh oh
cantarnos las flores venenosas
que estallan en praderas furibundas;
los cielos de amor cortados de embolia;
las mañanas epilépticas; el blanco abrazo
de las arenas abismales, los descensos
de pecios en las noches fulminadas
por olores fieros.

...


mi negritud no es una piedra cuya sordera arremete
contra el clamor del día
mi negritud no es una mancha de agua muerta
en el ojo muerto de la tierra
mi negritud no es una torre ni una catedral
se zambulle en la carne roja del suelo
se zambulle en la carne ardiente del cielo
agujerea el agobio opaco de su erguida paciencia.
iEiá para el Kailcedrato real!
Eiá para los que nunca han inventado nada
para los que nunca han explorado nada
para los que nunca han domado nada
pero ellos se abandonan, sobrecogidos, a la esencia
de todo
ignorantes de las superficies pero embargados por el
movimiento de todo
despreocupados de domar, pero jugando el juego del
mundo
verdaderamente son los primogénitos del mundo
porosos a todos los hálitos del mundo
era fraternal de todos los hálitos del mundo
lecho sin desagüe de todas las aguas del mundo
centella del fuego sagrado del mundo
carne de la carne del mundo que palpita con el mismo
movimiento del mundo.



Aimé Césaire (Basse-Pointe, Martinica, 1912-2008) era hijo de un profesor y de una costurera. Su abuelo fué el primer profesor negro de la isla y su abuela, que sabía leer y escribir, alfabetizó a sus nietos cuando eran muy pequeños. Aimé consiguió una beca para estudiar en París y allí conoció al poeta senegalés Léopold Sédar Senghor, que luego llegaría a ser presidente de su país. Los dos fueron muy amigos hasta la muerte de Senghor.

En la capital francesa, en contacto con otros estudiantes africanos, descubrió que en el fondo de su alma, era un africano y tenía algo en común con compañeros negros de otros países. En 1934 fundó, junto con otros estudiantes antillanos y Senghor, la revista «El estudiante africano», en la que aparece por primera vez el término «negritud», y comienzó a publicar poesía.

Ese concepto, acuñado por Aimé, se basa en el rechazo de la política de asimilación colonial francesa y en el fomento de la cultura africana, despreciada por puro racismo. Al acabar sus estudios, regresó a la Martinica para dar clases en el mismo liceo que su padre y desarrolló una carrera política que le llevó a ser alcalde de Fort-de-France y diputado.

Escribió teatro, ensayo y poesía. Admirado por André Breton, influyó en los poetas surrealistas y es un poeta muy respetado y valorado en los países de habla francesa. Está considerado como un autor fundamental en la poesía moderna en francés y ha sido uno de los líderes más importantes de la reivindicación de los derechos y la identidad de la población negra.


 
Aimé Césaire

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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