Título: Breve diccionario etimológico de la lengua castellana
Autor: Joan Corominas
Páginas: 640
Editorial: Gredos
Precio: 40 euros
Precio: 40 euros
Muy recomendable para cualquier devorador de libros, obra de cabecera para cualquier amante de la lengua española, este maravilloso diccionario nos permite conocer la etimología de la mayoría de las palabras que usamos, que es tanto como desvelar la estructura básica de un idioma y entender del modo más profundo posible el significado de sus voces.
En el se encuentran entradas deliciosas, como el origen de la palabra «cantimplora», que viene del catalán canta i plora, es decir canta y llora, porque al inclinarla hace un dup-dup-dup-dup-dup mientras sale el líquido. O el origen de «alarma» es el grito guerrero que urgía a ir «al arma» cuando venía el enemigo. Se comprueba así que una lengua es, en cierta medida, un compendio de poesía, historia y ensayo, comprimidos y plegados detras de un vocabulario.
Joan Corominas (Barcelona, 1905-1997) fué uno de los más grandes filólogos que ha habido, autor de una obra excepcional sobre la etimología y onomástica de las lenguas castellana y catalana. Personaje discreto, que evitó famas y honores, trabajador incansable, políglota prodigioso, no ha habido ninguna figura en España que le haga sombra ni antes ni después.
Nació a principios del siglo XX y vivió muy deprisa, desarrollando una actividad febril y aprovechando cada minuto. De niño ya se reveló como lector empedernido y devorador de libros. Se zampó la biblioteca paterna y para ello, como incluía libros en catalán, castellano, francés, inglés, latín y griego, comenzó a familiarizarse con esos idiomas. Muy pronto desarrolló una facilidad para aprender lenguas pasmosa. Aprendió francés durante el camino al colegio, mientras lo escuchaba y practicaba con su tutor, que le acompañaba todos los días; en unas vacaciones en Val D'Aran, aprendió el occitano; el alemán lo aprendió sin profesor y para ganarle una apuesta a un amigo; el sánscrito, para ayudar a su padre a traducir a Kalidassa; el vasco por la curiosidad que despertaron en él el origen de algunos topónimos del pirineo leridano; el ruso, para traducir la prensa durante la guerra civil, etc. Fué alumno de Pompeu Fabra, Américo Castro y Ramón Menéndez Pidal, y acabó dos carreras, Derecho, y Filosofía y Letras, con matrículas de honor.
Tuvo que exiliarse por problemas políticos durante la dictadura de Primo de Rivera, en Francia y Suiza, cosa que aprovechó para entrar en contacto con los filólogos europeos. Después de la Guerra Civil tuvo que volver al exilio, esta vez a Argentina, donde dio clases en la Universidad de Mendoza. Como no podía volver a España y se aburría, se dedicó durante diez años a leer todos los clásicos, a visitar innumerables bibliotecas y a redactar su fantástico «Diccionario etimológico de la lengua castellana», en cuatro tomos. Contó para ello con la ayuda de sus alumnos y una beca Guggenheim. A continuación, y como ya llevaba carrerilla, se lanzó a la elaboración de su obra magna, el «Diccionari etimològic i complementari de la llengua catalana», complementado con su «Onomasticon cataloniae». Empresa épica, en la que invirtió 35 años de trabajo, recorrio todas las regiones donde se hablaba catalán, en agotadoras jornadas de 16 horas, llevando una vida austera que huía de cualquier distracción que le pudiese apartar de su obra. Se dice que llegó a los 92 años para poder acabar todo el trabajo que tenía pendiente. Parece que murió feliz, porque hizo lo que quiso y disfrutó con ello.
Tuvo que exiliarse por problemas políticos durante la dictadura de Primo de Rivera, en Francia y Suiza, cosa que aprovechó para entrar en contacto con los filólogos europeos. Después de la Guerra Civil tuvo que volver al exilio, esta vez a Argentina, donde dio clases en la Universidad de Mendoza. Como no podía volver a España y se aburría, se dedicó durante diez años a leer todos los clásicos, a visitar innumerables bibliotecas y a redactar su fantástico «Diccionario etimológico de la lengua castellana», en cuatro tomos. Contó para ello con la ayuda de sus alumnos y una beca Guggenheim. A continuación, y como ya llevaba carrerilla, se lanzó a la elaboración de su obra magna, el «Diccionari etimològic i complementari de la llengua catalana», complementado con su «Onomasticon cataloniae». Empresa épica, en la que invirtió 35 años de trabajo, recorrio todas las regiones donde se hablaba catalán, en agotadoras jornadas de 16 horas, llevando una vida austera que huía de cualquier distracción que le pudiese apartar de su obra. Se dice que llegó a los 92 años para poder acabar todo el trabajo que tenía pendiente. Parece que murió feliz, porque hizo lo que quiso y disfrutó con ello.
Una obra que no debe faltar en cualquier biblioteca que se precie, la obra clave para comprender cómo está estructurado el vocabulario español. Un libro único escrito por un sabio único.
Joan Corominas
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
Hola Antonio. Buena recomendación. Mi mujer enseña a niños de 5 y 6 años, y ahora, cada día les regala una palabra (a veces cuesta elegirla). Lo curioso es que los chicos se quedan con las palabras e incluyen algunas en sus conversaciones
ResponderEliminarSoy promotora de lectura y la idea de tu esposa l regalar una palabra me parece magnífica. Gracias por compartirla.
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