viernes, 18 de octubre de 2024

El horror de Dunwich - H. P. Lovecraft

Título: El horror de Dunwich                                                                                                  Autor: H. P. Lvecraft

Páginas: 93

Editorial: Alianza
 
Precio: 1,75 euros
 
Año de edición: 1995

El viajero que se adentra en el norte de Massachusetts haría bien en evitar la región que rodea a Dunwich. Es un paraje inhóspito de decadente putrefacción. Viejas granjas holandesas abandonadas exhiben sus muros derruidos. Los caminos son casi intransitables. Un extraño olor envuelve la comarca. Sus habitantes son rudos granjeros de aspecto desaseado. Sentados en los porches de sus ruinosas casas, ven pasar los escasos autos con una mirada fija, melancólica y preternatural. La naturaleza en Dunwich tampoco es tranquilizadora. Bosques impenetrables ascienden por las laderas de las montañas, cuyas cumbres son de roca desnuda y redondeada. Grandes monumentos ciclópeos de forma circular coronan esas siniestras montañas. Se rumorea acerca de sacrificios humanos a deidades maléficas e invisibles. Algunos habitantes de Dunwich presentan extraños estigmas de degeneración por la endogamia practicada durante generaciones. 

Cuando cae la noche se oscurece el cielo, ruge el río Miskatonic, las sombras descienden de los bosques amenazando las granjas aisladas, suenan enervantes ruidos en el interior de las montañas y los chotacabras, que algunos consideran psicopompos que se llevan las almas de los muertos, graznan sin parar. Todo invita a irse de la región y no volver nunca más por allí. 

El horror de Dunwich es uno de los relatos más célebres de H. P. Lovecraft.  Fue publicado por primera vez en 1929 en la revista Weird Tales. En él aparece de manera nítida el mensaje del maestro de Providence. La humanidad no está sola, sino mal acompañada, por ciertas deidades primigenias de increíble antigüedad que acechan más allá del tiempo y el espacio, desde una especie de limbo estelar indefinido que podría ser la eternidad. Estas deidades reciben el venerable nombre de Ancianos. Quieren volver, destruir nuestro mundo e inaugurar su reinado sobre una tierra transfigurada en un sentido infernal. Pero para regresar necesitan que algunos hombres o semihombres les abran las puertas de nuestro universo. A través de mitos antiguos, libros diabólicos y horribles sacrificios, los Ancianos se acercan con propósitos nada amables para nosotros, pobres mortales. Los terrores ancestrales siempre han advertido de su presencia malévola porque «los arquetipos están dentro de nosotros y son eternos». El hombre siente en sus pesadillas que la existencia está amenazada por los Ancianos. Lovecraft nos avisa con tiempo, que conste. 

En Dunwich vive una familia peculiar, por decirlo de una manera educada: los Whateley. Son degenerados y con muy mala fama entre los vecinos, que tampoco son precisamente de un trato delicado y exquisito. El viejo Whateley es entendido en asuntos de magia negra. En su granja mugrienta y pegada a la ladera de una montaña posee una gran biblioteca con manuscritos en varias lenguas humanas y no humanas. Lavinia, su hija, es una mujer grande, deforme y albina. En 1912 nace el hijo de Lavinia. Nadie sabe quién puede ser su padre. Casi es mejor así, ya que se cuentan en voz baja las historias más absurdas y truculentas acerca de su desconocido progenitor. 

El caso es que el joven Wilbur no es normal, incluso dentro de su clan familiar. Se desarrolla rápidamente. Su inteligencia es extraordinaria. Tiene una talla enorme y un aspecto singularmente repelente: cara alargada, sin mentón, de chivo. Lee infatigable en la biblioteca de su abuelo. Es temido por todos, que escapan como alma que lleva el diablo cuando lo ven aparecer gigantesco, maloliente y tambaleante. Wilbur Whateley es el fauno maléfico de Dunwich. Asusta su mera presencia. 

Wilbur planea algo tremendo en su granja. Quiere acceder al infame Necronomicón, escrito por el árabe loco Abdul Alhazred, cuyo ejemplar se custodia en la biblioteca de la Universidad de Miskatonic en Arkham. En sus páginas se encuentran conjuros que podrían llevar al desastre a la humanidad porque abrirían camino a aquellos cuya vida nunca termina porque han vencido a la muerte y son eternos. Wilbur no lo tendrá fácil. En su camino se interpondrán los perros, que lo odian, y el sabio profesor Armitage, que desconfía del gigante pueblerino que siempre mira de soslayo. 

El horror de Dunwich es un cuento largo o una novela breve altamente disfrutable. Su estructura es perfecta: presentación del escenario; los personajes buenos y malos (si eso tiene algún sentido en el horror cósmico); y la batalla final entre este mundo y el otro. El estilo recargado, barroco y algo repetitivo de Lovecraft resulta en este caso acertado, sobre todo cuando describe con obsesivo detalle una comarca desolada y maldita. Los personajes son fascinantes y están muy bien trazados. El contraste entre las turbias supersticiones del campo y la erudición libresca de la biblioteca universitaria está trazado con mano maestra. A medio camino entre Dunwich y Arkham, entre la humanidad y lo no humano, se encuentra el personaje central, Wilbur Whateley, uno de las mejores criaturas de Lovecraft, quizá porque se inspiró en sí mismo para inventarla (un erudito alto, inquietante, aislado, inteligente, relacionado con cosas recónditas, que todo lo aprendió en la biblioteca del abuelo y con unos grandes ojos oscuros, latinos, que ven en lo profundo). Una joya de cuento y una oportunidad para pasar un buen rato.

H. P. Lovecraft, a los 44 años

Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) fue un gran escritor norteamericano nacido en Providence (Rhode Island). Descendía de una vieja familia venida a menos de la burguesía puritana de Nueva Inglaterra. Su infancia y juventud fueron muy tristes, ya que vivía aislado, dedicándose a leer, escribir y estudiar mitología y astronomía. Siempre rechazó el mundo moderno desde una singular ideología elitista y racista. Para Lovecraft, el ideal eran los caballeros enciclopedistas del siglo XVIII que escribían por placer, se carteaban con sus amigos y detestaban las supersticiones de la plebe. Nunca se metió en política (menos mal: gracias Cthulhu). Su matrimonio fracasó. Siempre fue ateo. 

Este genial escritor, el más relevante de la literatura fantástica del siglo XX, tuvo que ganarse la vida pobremente como corrector de estilo y autor de cuentos para las revistas sensacionalistas. Pero fue capaz de crear una extraordinaria mitología en donde el hombre es una criatura amenazada permanentemente por deidades cósmicas que existen más allá de nuestro plano tridimensional. Sus cuentos y relatos largos son magistrales, de gran fuerza narrativa, imaginación portentosa y carácter casi hipnótico. Lovecraft, pese a su fama de raro, tuvo muchos amigos, que le adoraban, ya que era un hombre bueno y generoso a carta cabal. Falleció prematuramente de un cáncer intestinal, pero su obra es inmortal y su figura, legendaria. Se lo merece. 

Publicado por Alberto.

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