Publicada por primera vez en 1995, El Holocausto de César Vidal es una excelente síntesis acerca de lo que el régimen nazi llamó la «solución final»: el exterminio burocrático, premeditado e impersonal de los judíos europeos. Vidal recuerda en su introducción la liberación el 27 de enero de 1945 del campo de exterminio de Auschwitz por el ejército soviético. En ese recinto de la muerte se descubrieron 368.820 trajes de hombre, 836.255 de mujer y una enorme cantidad de ropa infantil. También aparecieron siete toneladas de cabello humano. Cientos de cadáveres se pudrían sin enterrar. Los demacrados supervivientes eran unos 7000.
Los estupefactos soldados soviéticos habían irrumpido en lo más parecido al infierno sobre la tierra. En Auschwitz los nazis habían exterminado aproximadamente a un millón y medio de personas. La gran mayoría de las víctimas eran judías. El comandante del campo, Rudolf Höss, fue ejecutado en 1947. Nunca se disculpó por haber supervisado escrupulosamente la mayor maquinaria de exterminio que se recuerda. Al contrario, cayendo en la autocompasión, escribió lo siguiente: «Yo también tenía corazón y no era malo (sic). ¿Cómo pudo suceder semejante escabechina?»
El trabajo de César Vidal destaca por su precisión, perfecta estructura y buen estilo literario. Analiza concisamente las raíces ideológicas del Holocausto, la llegada al poder de Hitler en 1933, el paso de una legislación antisemita crecientemente radical al puro exterminio físico y, por último, el destino de víctimas y verdugos después de la Segunda Guerra Mundial.
«Las manifestaciones iniciales del antisemitismo se pierden en la noche de los tiempos», escribe Vidal. En efecto, durante la antigüedad existía cierto antisemitismo, sobre todo entre los pensadores clásicos que detestaban la idea del monoteísmo judeocristiano. Nacería más tarde el antisemitismo (o antijudaísmo) religioso. Las raíces del cristianismo son obviamente judías. Sin embargo, a medida que la iglesia fue separándose de la sinagoga, creció el odio contra las comunidades judías dispersas por toda Europa. César Vidal sintetiza muy bien este cambio: «El cristianismo se iría gentilizando, progresivamente, renegaría de sus raíces judías y contemplaría a su alma mater como a un enemigo». Durante la Edad Media los judíos fueron segregados en ghettos, marcados con señales distintivas, considerados deicidas, asesinos de niños o brujos y masacrados frecuentemente en brutales pogromos.
El siglo XIX representó la emancipación judía. Los ciudadanos hebreos se integraron de pleno derecho en las sociedades europeas gracias a las nuevas normas constitucionales. Pero el antisemitismo no desapareció. Adquirió en cambio formas distintas. Un nuevo antisemitismo racista pseudocientífico apareció en las obras de Chamberlain y Gobineau. Un antisemitismo místico fue urdido por ocultistas de extrema derecha como madame Blavatsky. Incluso genios como Wagner o Nietzsche escribieron ferozmente contra el «pueblo maldito». El judío asesino de Cristo, especulador, satanista, proxeneta, intelectual rebelde, voraz capitalista sin escrúpulos o revolucionario inmisericorde. Eran imágenes estereotipadas que atormentaban la imaginación calenturienta de los antisemitas profesionales. Un hombre embriagado por estas elucubraciones llegó al poder en Alemania en 1933.
Hitler consideraba a los judíos responsables de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, propagadores del bolchevismo y adalides de la modernidad cultural y artística. Debían ser marginados sin contemplaciones de la sociedad alemana. Los alemanes de origen judío perdieron la ciudadanía convirtiéndose en «muertos civiles». Vidal indica que la inmensa mayoría de los judíos alemanes eran ante todo alemanes, pertenecían a la clase media y estaban desvinculados de las organizaciones específicamente judías. Suponían una pequeña minoría asimilada equivalente al 1 % de la población alemana. Hasta 1939, la mitad de ellos emigraron de Alemania casi con lo puesto, ya que fueron despojados de sus bienes. Acontecimientos pavorosos como la infame «Noche de los cristales rotos» (9 de noviembre de 1938) son perfectamente descritos en este libro.
El 1 de septiembre de 1939 Hitler invadió Polonia, lo que desencadenó la Segunda Guerra Mundial. Ya no era posible la emigración judía. Hitler había declarado en enero de 1939 sus intenciones asesinas contra los judíos «si estos desencadenan la guerra y por lo tanto la bolchevización del mundo» (!!!). Dejamos al lector que se sumerja en los capítulos que Vidal dedica a los ghettos polacos, las matanzas en la URSS, la conferencia de Wannsee, los primeros campos de exterminio o el gran matadero de Auschwitz. Algunos ejemplos concretos son tan atroces que cuesta creer que pueda llegarse a tales niveles de maldad.
En 1945, con las últimas víctimas agonizando en los campos de la muerte, Hitler redactó su testamento y se suicidó. En este documento póstumo acusaba a los judíos, ¡cómo no!, de ser los «verdaderos responsables de esta lucha asesina». Unos seis millones de judíos europeos habían sido masacrados de manera industrial. Algunos verdugos fueron detenidos, ejecutados o condenados a largas penas de prisión. Otros consiguieron eludir la acción de la justicia.
El Holocausto contiene asimismo una útil selección documental de cuarenta textos (algunos tan brutalmente expresivos que ahorran cualquier exégesis), un glosario y una detallada cronología. En definitiva, César Vidal ha escrito quizá la mejor introducción disponible en castellano sobre la «solución final» nazi. Recomendable, aunque su lectura no resulte precisamente agradable.
César Vidal (1958) es un polifacético escritor español nacido en Madrid. La familia de César Vidal era de clase media. Estudió derecho en la Universidad Complutense y durante varios años fue abogado en Madrid y Zaragoza. También es doctor en Historia Antigua por la UNED. Traductor, periodista y divulgador histórico, Es autor de más de un centenar de libros e innumerables artículos. Ha escrito asimismo numerosas novelas históricas. Durante algunos años fue un polémico locutor radiofónico. César Vidal es cristiano evangélico, estudioso de la Biblia, biógrafo de Jesús y San Pablo, y un reconocido erudito sobre el cristianismo primitivo. En la actualidad reside en EE. UU., cuya nacionalidad ha adquirido.







