domingo, 28 de diciembre de 2025
Los pequeños macabros - Edward Gorey
sábado, 27 de diciembre de 2025
Cerro Belmonte: el barrio madrileño que declaró su independencia
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| Cerro Belmonte en los años 90 |
Esta es la insólita historia de un pequeño barrio madrileño que, en 1990 y durante un verano, proclamó su independencia, pidió protección a Fidel Castro y se tomó muy en serio eso de ser un país. El Reino de Cerro Belmonte se llamaba, situado al norte de la capital, en el barrio de Valdezarza.
Pero vamos a contar la cosas bien, desde el principio. Cerro Belmonte era un poblado ilegal de chabolas e infraviviendas, casas de una planta sin agua corriente, habitado por unas 250 personas, la mayoría personas mayores. Rodeado de descampados, parecía una tranquila aldea del extrarradio madrileño y allí la vida transcurría plácidamente.
Pero el ayuntamiento tenía un plan de recuperación de las bolsas de deterioro urbano, que incluía la expropiación de Cerro Belmonte. Se ofrecía a los vecinos una indemnización de 5018 pesetas por metro cuadrado, una cantidad irrisoria cuando se sabía que allí el suelo estaba a más de 200.000 pts/m2. Además se les ofrecía realojarlos en Vallecas o Villaverde, zonas demasiado alejadas de su entorno.
Los afectados se enfadaros. Les echaban de sus casas por cuatro duros. Se liaron la manta a la cabeza, organizaron un referéndum de autodeterminación con urnas de cartón, en el que ganó la independencia por 212 votos a 2, y se constituyeron en país independiente en septiembre de 1990. Los límites eran exactamente: la calle Valle de Mena al Norte, la calle Villaamil al Este, la calle Valle de Cachemira al Sur y la calle Valdesangil al Oeste. En total 30.415 m2. El nombre completo era Reino del Cerro de Belmonte, Principado de Villaamil y Condado de Peña Chica. La moneda, el belmonteño, equivalente a 5018 pts, el valor que les habían ofrecido por metro cuadrado. El himno, «Queremos pan, queremos vino, queremos al alcalde colgado de un pino». Para la bandera, expropiaron una estrella del escudo municipal, tomaron el color rojo y cortaron las barras horizontales para que no se confundiera con las de Austria y Líbano.
Redactaron una constitución y todo, en la que lo más importante era la felicidad de los ciudadanos. Además, pidieron asilo a Cuba, le cayeron en gracia a Fidel Castro que, ni corto ni perezoso invitó a la isla a 25 belmonteños. Los integrantes de la expedición se eligieron por sorteo, con un resultado desigual porque incluía a una niña de 10 años y a un anciano de 80 que había luchado en la División Azul. Fidel dedico 45 minutos de un discurso de 4 horas a los oprimidos de Cerro Belmonte, les ofreció asilo político, casa y trabajo en La Habana, pero ninguno aceptó. El nuevo país tuvo eco en la BBC, en el diario alemán Der Spiegel y el periódico Egin les dedicó una portada. Los vecinos cerraron el barrio con vallas de obra, pusieron tiendas de campaña para hacer guardia en las entradas y llegaron a pensar en contar Sinesio Delgado y exigir peaje, con lo que tendrían los ingresos asegurados.
La Policía Municipal se lo tomó bien, como una broma que no iba a llegar a ninguna parte. Y finalmente, la aventura tuvo un final feliz. El ayuntamiento se dio por enterado, saco al pueblo del plan urbanístico vigente y lo incluyó en el siguiente, con lo que daba tiempo a que los vecinos negociasen con constructoras privadas y obtuvieran más dinero. Además, el realojo de los vecinos se realizó en zonas cercanas. El Reino de Cerro Belmonte había ganado la partida.
Hay un libro sobre esta historia tan peculiar, titulado El Reino de Belmonte. Una utopía urbana (Reino de Cordelia, 2025) del madrileño Alfonso Mateo-Sagasta Llopis.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
viernes, 26 de diciembre de 2025
Fama y soledad de Picasso - John Berger
El crítico, novelista y pintor John Berger publicó por primera vez en 1965 su brillante Fama y soledad de Picasso. En su momento el libro no fue bien entendido y la crítica oficial se lanzó contra la yugular del autor. Para colmo, su enfoque era decididamente marxista. Hoy, tantos años después, es considerado como uno de los trabajos esenciales sobre el genial pintor malagueño, alabado como el gran pope del arte del siglo XX. Picasso era y es intocable. No hablamos únicamente de un artista sino de un personaje elevado a la condición de mito. Y ya se sabe que los mitos se rodean de un culto. Berger cuestiona los estudios acríticos sobre Picasso. Tienen un gran valor descriptivo y erudito. Pero la admiración les ciega. No van a la raíz de la personalidad del pintor. Porque hablar de Picasso es hacerlo de una personalidad única.
Berger estudia con cierto detalle los orígenes nacionales de Picasso. Era español, oriundo de la por entonces atrasada provincia de Málaga e hijo del pintor académico don José Ruiz Blasco. El genio de Picasso fue temprano. Desde niño era capaz de pintar cualquier cosa. Se cuenta que su propio padre rompió los pinceles abrumado por el talento del vástago. Picasso viene de un rincón marginal de Europa. La gran tradición artística de España era poco conocida fuera de sus fronteras a finales del siglo XIX. Si Pablo Ruiz Picasso no hubiera salido de su patria no hubiera pasado de ser Pablo Ruiz, un artista del montón, teniendo en cuenta el retraso cultural español. Pero supo apuntar bien: Madrid, Barcelona y muy pronto París, la meca de las vanguardias. Ahí empezó la leyenda.
Un problema de este excelente libro es que cae en ciertos tópicos al hablar de España. Berger considera nuestro país una especie de potro de los tormentos, alejado de la rica Europa y dominado por una casta feudal de terratenientes. Abajo están los hambrientos campesinos, propensos al anarquismo. Sus arrebatos justicieros y temperamentales en otros países más avanzados se llaman revoluciones. Evidentemente, se trata de un enfoque demasiado parcial inspirado en Gerald Brenan. De este suelo volcánico, como un invasor vertical, un nuevo bárbaro, emergió el feroz Picasso dispuesto a comerse el mundo. Bergerr utiliza la expresión «invasor vertical» tomándola de Ortega y Gasset, a quien considera un crítico reaccionario, aunque inspirado.
Para Berger, Picasso es el artista del instinto contra la razón. Es un toro de una vitalidad desbordante. Un creador que no se somete a ninguna ortodoxia que no sea su libérrima voluntad. Picasso, el artista moderno por excelencia, es increíblemente antiguo, ya que su raíz temperamental se encuentra en un mundo arcaico, todavía no sometido a las coordenadas cartesianas de una modernidad aburguesada y reduccionista.
En definitiva, Picasso tiene duende. Berger cita por extenso la famosa conferencia de Lorca en la que el poeta granadino intentaba definir el duende: una misteriosa fascinación que brota del fondo del artista, una fuerza ligada a lo telúrico y a la sangre, que se manifiesta en los sonidos negros. El duende es diferente del ángel, la gracia, que viene de fuera, y de la musa, que brota del intelecto. Los dos andaluces universales, Picasso y Lorca, eran, por lo visto, a la vez señores y esclavos del inefable duende.
Por eso, según Berger, es inútil buscar en Picasso una sucesión ordenada de etapas artísticas, como quieren los profesores obedientes a la musa y no al duende. Picasso es siempre Picasso. Su misterio brota de dentro de sí mismo, de su interior inagotable, y no tanto de influencias externas mucho más superficiales. En Picasso no existe progreso en cuanto tal, sino una reelaboración constante de un estilo primordial que se confunde con su persona y la tierra ardiente y morena que le vio nacer. Por eso no estamos ante un pintor más. Picasso alcanzó fama universal saliendo de un rinconcito olvidado de Europa. Pero su talento brota de un espíritu único y por esa razón solitario. En una palabra: de su duende. En eso no se parece a nadie. En todo caso, serán los demás quienes se parezcan a él. Como Sevilla, Picasso tiene un sabor especial.
Fama y soledad de Picasso es un ensayo admirablemente bien escrito y razonado. Berger, con gran precisión, deja asentado en primer lugar su concepto del arte picassiano, para ir analizando luego la vida del pintor, inseparable de su obra. La raíz telúrica de la pintura del malagueño se manifiesta plenamente en el Guernica, con ese toro ibérico que contempla la destrucción causada por los hombres bañada por la luz muerta de la luna. Este es el grito silencioso definitivo del maestro. Su denuncia más universal. El sonido negro del duende que pueden oír hasta los sordos. Picasso, el más celtibérico de los pintores, fue también el más universal. Ya decía Machado que «lo más hondo es lo más universal». De las honduras de Picasso surgió el arte del siglo XX y de todos los hombres. Berger ha escrito un gran libro que merece leerse y admirarse.
John Berger (1926-2017) fue un escritor y crítico británico nacido en Londres. Su padre era un judío secular que acabó convirtiéndose al catolicismo. El joven Berger estudió en un colegio privado y en la Universidad de Oxford. Pero acabó por romper con el mundillo oficial, quizá porque su orientación política era marxista y radical. También pintaba. En 1958 publicó su primera novela. En 1972 ganó el prestigioso premio Booker. El polifacético Berger ha escrito ensayos de crítica artística, novelas, poesías, guiones cinematográficos y obras de teatro. Su libro Modos de ver (1972), en origen una serie de televisión, se ha convertido en un clásico del análisis artístico y la teoría de la comunicación. Influido por Walter Benjamin y Ernst Fischer, Berger fue un gran humanista siempre fiel a sus ideas progresistas. Falleció en Francia con 90 años.
jueves, 25 de diciembre de 2025
México - Alfonso Reyes
Alfonso Reyes Ochoa (Monterrey, 1889-1959) uno de los escritores mexicanos más clasicos y a la vez más innovadores que hay. Polígrafo, prolífico, universal, general, ha influido a varias generaciones de autores latinoamericanos.
Fue el noveno de los doce hijos que tuvo el General Bernardo Reyes. Estudió Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México y antes de acabar la carrera fundó con otros compañeros el Ateneo de la Juventud, donde opinaban sobre el panorama literario en México. La revolución mexicana no favoreció a su familia, bien relacionada con el dictador Porfirio Díaz. Reyes recuerda que escribía en un cuarto de la capital mexicana con una carabina cargada encima de la mesa, preguntándose si sería capaz de dispararla.
Luego se exilió a España, donde vivió entre 1914 y 1924. En esa época disfruto su etapa más creativa, Es ese señor mayor con aspecto de español de los años 40 vagamente franquista, cuyo aspecto contradice su modernidad, su fin humor y un estilo exquisito y muy personal. Un escritor que es un maestro de la palabra, varias veces candidato al Nobel de Literatura y muy admirado por Borges. Como para no perdérselo.
miércoles, 24 de diciembre de 2025
Lecciones de química - Bonnie Garmus
Parece que el libro está inspirado en una experiencia frustrante de la autora como directora creativa de una agencia de publicidad, después de una reunión en la que un compañero de trabajo se atribuyó descaradamente el mérito de una de sus ideas y nadie le hizo caso cuando lo desmintió.














