lunes, 31 de enero de 2022

Copa a copa - Varios autores

 

Título: Copa a copa                                                                                                       Autores: Varios autores

Páginas: 158

Editorial: Adarve editorial

Precio: 15 euros (4,99 en digital)

Año de edición: 2021

«Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos».

Esta frase de Pessoa guarda una gran relación con este libro. Hay quien dice que la escritura es como un viaje que a menudo se hace en solitario. Pero hay otras ocasiones en las que el viajante/escritor se encuentra con otros caminantes y el trayecto se trasforma en una experiencia de compartir: compartir hallazgos, puntos de vista, sensaciones, sentimientos y refugios. También se comparten alegrías y una copa de vino, el vino al que Borges atribuía el poder de vernos de verdad.

Este libro es como un viaje compartido por doce escritores noveles. Un viaje vertical hacia el interior sugerente, lleno de deseos y desengaños hacia el lado oculto de lo cotidiano. Once mujeres y un Ángel componen este grupo al que dieron en llamar Grupo Letras y Vino por dos aspectos en común a todos ellos: su pasión por la escritura y su gusto por el buen vino. Ellos son Atocha Aguinaga, Patricia Balán, María Crespo, María Fuentes Ferrón, Josefina García, Pilar Gómez Mur, Ángel Martín, Ángela Plaza, María Pons-Sorolla, Margarita Rivas, Ángela Solano Yáñez y Cristina Victoria.

Todos ellos son participantes de un taller de escritura creativa, el nombre surgió de la costumbre de acompañar las sesiones del taller con una copa de vino y algo de picar. Decidieron escribir un libro compuesto por una serie de cuentos con la condición, aceptada por unanimidad, de que el texto tuviera alguna relación con el vino. Los relatos fueron escritos individualmente, revisados con apoyo de otros participantes, y rematados y ensamblados durante el confinamiento por la pandemia, cuando las sesiones se sustituyeron por encuentros virtuales telemáticos.

Este fue el desarrollo de este libro autoeditado, una serie de 19 relatos cortos, algunos de 4 o 5 páginas, redactados por este grupo entusiasta. Como ocurre en todas las recopilaciones, el libro resulta algo heterogéneo, con escritos que destacan sobre el conjunto, pero llama la atención la originalidad de las ideas, el buen nivel de desarrollo y varios finales sorprendentes e ingeniosos.

La mayor parte de los textos están redactados con un narrador en primera persona. Los protagonistas de los relatos son en su mayoría mujeres, excepto en tres de ellos, en los que el protagonista es un hombre, y en uno la redacción es de una cuidada ambigüedad muy lograda, que deja este aspecto a criterio del lector. El conjunto es un libro muy entretenido y ameno, de rápida lectura, donde se aprecia el talento y la imaginación de los componentes del grupo y el despliegue de buenas e ingeniosas ideas. Una iniciativa que supongo estaréis de acuerdo en que hay que aplaudir y apoyar, y animar a los autores a que sigan con su producción literaria.

El libro se puede encargar en cualquier librería; también se encuentra en esta dirección:

https://editorial-adrave.com/editorial/libro/copa-a-copa/    

y también se puede pedir por Amazon, aunque esto será algo más difícil, seguro que habrá muchas entradas con las palabras libro y copas. Animaos a disfrutar de una buena lectura con una copa en la mano de godello, tempranillo o garnacha.

Publicado por John Smith.

domingo, 30 de enero de 2022

René Lavand, el mítico ilusionista manco

 

Hoy quiero rendir un homenaje al gran René Lavand, el único prestidigitador que conozco con una sola mano, el más dramático, el más literario y, para mí, uno de los mejores que he tenido la suerte de ver actuar. Dos cosas llamaban la atención de este genio del escenario: la primera, que era manco, ¿cómo podía hacer aquellos asombrosos juegos de cartas con una sola mano que, además, era la izquierda?, y la segunda, los pequeños cuentos que contaba mientras actuaba, de manera que parecía que sus espectaculares trucos no eran más que una ilustración de lo que contaba mientras.

Siempre elegantemente vestido, cortés y caballeroso, dominaba la escena, la pausa y el silencio, el efecto dramático, el énfasis, el pulso de la narración. Así que en realidad era un excelente contador de historias que, además y como propina, hacía números de magia para ilustrarlos. Él decía que había aprendido lo esencial de Mae West (Nueva York, 1893-1980), el icono sexual del Hollywood de los años 30, sin haberla conocido en persona: «lo realmente importante no es lo que se hace, sino cómo se hace; y más importante aún que cómo se hace, es lo que se dice mientras se hace, y lo más importante de todo, la mirada con que se hace».

Héctor René Lavandera (Buenos Aires, 1928-2015), más conocido como René Lavand, era hijo de un zapatero y una maestra. A los siete años, su tía Juana le llevó a un espectáculo y se quedó tan maravillado con los trucos de un mago llamado Chin Chan, que decidió dedicarse a eso. Tanto insistió, que un tío suyo le regaló una baraja, le enseñó un par de trucos y el niño se pasaba las horas muertas ensayando. Pero un año después, con solo ocho años, fue atropellado por un joven que iba conduciendo precisamente el coche de su padre. El automóvil le aplastó el brazo derecho, se le gangrenó la mano y se la tuvieron que cortar. Le quedó un muñón de once centímetros a partir del codo.

Sin embargo, aunque era diestro, no renunció a sueño y comenzó un largo y difícil aprendizaje completamente autodidacta, porque todos los trucos y libros de divulgación estaban pensados para personas con dos manos. Practicó obsesivamente la cartomagia y se convirtió en un verdadero maestro. Hasta los 32 años, trabajó en un banco como oficinista, a esa edad ganó un concurso de magia y ya no paró de actuar en teatros y televisión. Se hizo famoso en sus giras por Canadá, Estados Unidos, Japón y Europa, y al final de su vida, cogió la costumbre de venir a España cada poco tiempo a mostrar su arte. Encandiló a millonarios, políticos, presidentes, a David Copperfield y a todo tipo de público.

René Lavand en el show de Ed Sullyvan (1963)

Siempre llamó la atención no solo por hacer trucos de cartas increíbles con una sola mano, sino sobre todo por las historias con las que aderezaba sus números la mayoría inventadas por sus amigos Rolando Chirico y Ricardo Martín— y por su magistral manejo del silencio y la pausa para crear un mayor efecto dramático. Tenía frases que se hicieron famosas: «No se puede hacer más lento», «Esto es lentidigitización», «La cámara implacable no me deja mentir», «La belleza de lo simple», «Añadirle belleza al asombro»...

Aquí podéis ver un vídeo de su truco más famoso: el de la taza y las tres migas de pan.

Tuvo varios discípulos, como le gustaba llamarlos, que iban a su casa para aprender sus trucos y su filosofía. Acondicionó un vagón de tren como salón de magia y allí los recibía. Un día, un chico le preguntó qué tenía que hacer para conseguir hacer la magia de forma tan profunda y personal como él. René se quedó callado unos segundos y le dijo: «Pierda una mano». La respuesta puede parecer una boutade, pero es mucho más acertada de lo que parece. Solo una limitación radical y su ansia de superación le habían espoleado lo suficiente para practicar lo suficiente y para buscar otros caminos y un estilo diferente.

Durante algunos años, iniciaba su actuación con un relato que siempre emocionaba al público:

«Había terminado la guerra. La patrulla en retirada. Un soldado solicita permiso al capitán para volver al campo de batalla en busca de un amigo. Pero se lo niegan. 'Es inútil que vayas, está muerto', le dice el capitán. El soldado desobedece la orden y vuelve al campo de batalla por su amigo. Regresa con él en brazos. Muerto. 'Te lo dije, era inútil que fueras', lo retó el capitán. 'No mi capitán, no fue inútil. Cuando llegué aún estaba con vida, me miró a los ojos y me dijo: sabía que ibas a venir'».

En este otro vídeo cuenta varias historias de jugadores.

No le gustaba que le llamasen mago; la magia era para él otra cosa. Prefería llamarse ilusionista, es decir, generador de ilusión. El caso es que me parece que este hombre sí que tenía algo mágico, pero la magia no estaba en sus fascinantes trucos, sino en sus palabras.

René Lavand, en sus últimos años

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

sábado, 29 de enero de 2022

La gran Cenobia

También el teatro es literatura y constituye uno de sus géneros esenciales, con una magia muy especial que se despliega en las representaciones en directo, cuando una persona habla y actúa como si fuera otra, el espectador juega a creérselo y, durante un rato, surge el milagro. Hablamos pocas veces en este blog de teatro y vamos a remediarlo hoy un poco hablando de un clásico del siglo de oro. Las obras de esa época resulta a veces las más difícilea porque ¿puede interesarnos y conmovernos un texto dramático escrito hace casi 400 años? Para encontrar una respuesta convincente os recomiendo asistir a un montaje de una obra del Siglo de Oro.

En la sala Tirso de Molina del Teatro de la Comedia situado en la madrileña calle del Príncipe, 14 la Compañía Nacional de Teatro Clásico representa «La gran Cenobia» hasta el 6 de marzo, una obra de teatro escrita por Calderon de la Barca en 1625, en versión de Luis Sorolla, que propone una muy interesante y sugerente propuesta a las preguntas de ¿qué me está diciendo hoy en día el drama de Calderón? ¿qué significado actual puede tener?

No puedo desvelar mucho de la obra, pero sí os diré que se basa en la figura de Cenobia, reina de Palmira en la actual Siria— en nombre de su hijo y después del asesinato de su marido el rey. Reinó del 267 al 272 d. C. y aprovechando la debilidad momentánea de Roma, creo un imperio extenso y poderoso, que llegó a dominar Egipto y todo Asia Menor. Roma envió al general Decio contra ella, pero fué derrotado y volvió humillado. Aureliano aprovecho la situación para castigarle, tomar el poder y marchar con tropas de refuerzo para doblegar a Palmira, cosa que consiguió gracias a la traición de un palmirano llamado Libio. El emperador Aureliano entró triunfante en Roma, llevando cautiva a Cenobia. Sin embargo, Decio se tomó cumplida revancha destronándo a Aureliano, matándole, liberando a la reina y matando también a quienes la habían traicionado.

Esa es la historia a grandes rasgos que nos cuenta Calderón en su obra, que resulta imposible de clasificar como verdadera o de ficción, porque en el siglo XVII, igual que ahora, la reina de Palmira era un personaje legendario, del que poco se sabía con seguridad. Hay fuentes que la describen como despótica, tirana y cruel, otras en cambio hablan de una hábil política, que supo gobernar con sentido común y justicia un vasto imperio. ¿Qué variante es la verdadera de las que circulan por ahí? Sin saber cuál era la verdad, Calderón escribió su propia versión, en la que curiosamente, aparece Cenobia escribiendo su diario, su propia historia, y en esta nueva versión del drama calderoniano se plantean cuestiones muy interesantes a partir de ese juego de verdades y ficciones que rodean al personaje, y de la lucha por imponer un relato, una narrativa, que acompaña a toda lucha por el poder; no en vano se dice que la primera víctima de toda guerra es la verdad.

Esa línea temática se superpone a la original del drama de Calderón, en la que la ambición, la arrogancia y la traición no conducen a nada bueno, porque la rueda de la fortuna intercambiará posiciones antes o después —como dice e viejo lema: reinaré, reino, reiné, y quienes hayan obrado mal sufrirán las consecuencias de sus actos. La soberbia de Aureliano y Libio cuando la fortuna les favorece contrasta con el estoicismo de Cenobia y Decio al caer en desgracia.

La escenografía, el vestuario y la música de rock acercan el contexto hasta el siglo XX y acaban por conformar un montaje espléndido, rematado con un monólogo final extraordinario. 

Una función muy recomendable, con actores jóvenes que brillan, en la que vale la pena estar muy concentrado durante la hora y tres cuartos que dura la representación para no dejar escapar detalles de los versos calderonianos. También vale la pena leer toda la información disponible sobre la obra original, para calibrar mejor en qué consiste esta nueva e innovadora versión de Luis Sorolla. Muy interesante.

La última mirada a Palmira de una Cenobia encadenada, óleo de Herbert Carmichael (1888)

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

viernes, 28 de enero de 2022

El asesinato de García Lorca - Ian Gibson

 

Título: El asesinato de García Lorca                                                                                 Autor: Ian Gibson

Páginas: 496

Editorial: Ediciones B

Precio: 9,95 euros 

Año de edición: 2021

En 1971 el investigador irlandés Ian Gibson publicó en la mítica editorial antifranquista parisina Ruedo Ibérico su libro «La represión nacionalista de Granada en 1936 y la muerte de García Lorca». Era un detallado estudio que establecía que García Lorca había sido ejecutado por las autoridades golpistas de Granada en el contexto de una represión sistemática que sacudió toda la ciudad y se cobró miles de vidas. Justo lo contrario de la versión oficial. El libro no se pudo publicar en España hasta 1979. Por supuesto, un acontecimiento de la relevancia del asesinato de Lorca siempre será objeto de nuevas investigaciones, ya que no existe la «historia definitiva». La historia siempre es objeto de revisiones periódicas. 

Los hechos: a la altura de 1936, Lorca es una de los poetas y dramaturgos españoles de más éxito. Hijo de una familia de terratenientes granadinos de ideas liberales, el poeta no milita en ningún partido político. Sin embargo, comparte plenamente los ideales democráticos y progresistas de la Segunda República. Firma manifiestos, participa en actos públicos y hace declaraciones que demuestran sin lugar a dudas su compromiso cívico con el reformismo republicano. Lorca opta por los perseguidos, rechaza a la burguesía granadina como la «peor de España» y reivindica la herencia árabe de su ciudad. Un hombre así no era el predilecto para la derecha española «fascistizada» de los años 30. Además, era homosexual.

Días antes de la sublevación militar, el poeta vuelve a Granada.Allí le sorprende el inicio de la Guerra Civil. La ciudad cae en manos de los facciosos y se desencadena una tremenda represión. El cuñado de Lorca, Manuel Fernández-Montesinos, alcalde socialista de la ciudad, es asesinado. Le acompañarán a la tumba innumerables inocentes: concejales, profesores universitarios, periodistas, profesionales, trabajadores y masones. Solo en agosto de 1936, 582 personas fueron fusiladas en las tapias del cementerio granadino. Los asesinos era una horda de fascistas, policías, militares, guardias civiles y psicópatas dirigida por el infame coronel Valdés Guzmán, falangista, golpista y gobernador civil usurpador de Granada, al que ayudan destacados prohombres de la derecha local. Esta es la circunstancia nada casual ni espontánea del asesinato de Lorca.

La casa de la Huerta de San Vicente es visitada varias veces por los represores, entre los que se cuenta una espeluznante «escuadra negra». En el último registro, Lorca es insultado y golpeado: le llaman maricón y rojo, y le tiran por una escalera. Se dice que posee una emisora con la que se comunica con los republicanos y hasta es posible que con Moscú (!!!). Asustado, Federico se esconde en casa del poeta falangista Luis Rosales.

Allí se presenta a los pocos días el ex diputado de la CEDA Ramón Ruiz Alonso, con una denuncia contra el poeta. Ruiz Alonso, tipógrafo de profesión, es un tipo arrogante, violento y bocazas. Católico fanático y amigo de Gil Robles, considera que Lorca ha hecho mucho daño con su pluma. Lo llevan detenido al gobierno civil. Valdés muy probablemente se pone en contacto con Queipo de Llano sobre qué hacer con el detenido. Queipo al parecer le responde que le dé café, mucho café. O sea: que lo mate. Lo sacan para el barranco de Víznar. El 18 de agosto de 1936, Lorca es paseado con otras tres personas. Sus restos no han aparecido. Uno de los asesinos, el cacique Juan Luis Trescastro, se jactaba en los días siguiente de que a Lorca le «había metido dos tiros en el culo por maricón».

El libro de Gibson, escrito de manera clara y sencilla, es de lectura apasionante y un modelo de investigación histórica. En 1966 y 1967 el irlandés entrevistó a personas que habían sido testigos directos o indirectos de las últimas semanas del poeta. Completó sus testimonios con fuentes de todo tipo: cartas, memorias, fotografías, noticias de prensa e investigaciones de otros autores.

De esta forma, logró componer un libro que se aproxima a la verdad (siempre relativa) con admirable precisión. Por ejemplo, un testigo vio salir a Lorca del gobierno civil granadino esposado a otra persona y camino del suplicio. El poeta iba hundido, con la chaqueta en la mano, la camisa arremangada y la pajarita mal puesta. Quizá no fue exactamente así, porque la memoria individual es falible, pero coinciden las fechas y otros testimonios. Gibson también entrevistó a Ramón Ruiz Alonso. Negó cualquier participación en el asesinato de Lorca. Después de la muerte de Franco, ya viejo, escapó a Las Vegas, en donde falleció. Era el padre de las actrices Emma Penella, Terele Pávez y Elisa Montés. Franco declaró en 1937 que no se había asesinado a ningún poeta. Lo asesinaron, pero no se olvidó a Lorca. Hoy es el poeta español más popular y traducido. Un clásico moderno. Sus asesinos son universalmente aborrecidos.

Ian Gibson
 
Ian Gibson nació en Dublín en 1939. Desde joven se interesó por la cultura española y en especial por la vida y obra de García Lorca. En 1984 obtuvo la nacionalidad española. Trabajador infatigable, nunca se le agradecerá lo suficiente su dedicación a investigar temas candentes del pasado español más traumático. A Gibson, además de una biografía monumental de Lorca, se le deben trabajos de primera categoría sobre José Antonio Primo de Rivera, las matanzas de Paracuellos del Jarama, el asesinato de Calvo Sotelo, la figura de Dalí y la de Antonio Machado. En todos estos libros, minuciosamente elaborados, se demuestra lo que es la profesionalidad de un historiador: no la falsa neutralidad, sino la objetividad irrefutable del dato comprobado. Gibson sigue investigando.

Publicado por Alberto.