Título: La buena letra Autor:
Páginas: 144
Editorial: Anagrama
Precio: 17,90 euros
Año de edición: 2025
Esta contundente y poderosa novela, que cuenta un fragmento de nuestra historia reciente a través de la historia de una familia, la familia de Ana, la voz narradora, una vieja, una madre de pueblo que va desgranando sus recuerdos en un largo monólogo dirigido a su hijo, que es quien se supone que luego los ha puesto por escrito.
Ana describe primero la dura posguerra, el hambre, la escasez y, como ella dice «la suciedad del miedo». Eran tiempos difíciles, sin harina, ni aceite ni azúcar, tiempos de escasez, frío, hambruna y miedo, mucho miedo, en los que las mujeres viajaban por toda España para reconocer los cuerpos de los fusilados, a ver si estaba entre ellos su marido. Ella tenía a su esposo desaparecido y a su cuñado Antonio, preso en la cárcel. El relato de esos días rebosa autenticidad, el pasado se revive con detalles reveladores y el autor consigue levantar todo un fresco de una época en unas pocas páginas.
Luego vino otra época emocionante, la de la reconquista de la ilusión. Volvieron el marido desaparecido y el cuñado, poco a poco la familia fue prosperando y vieron que era posible vivir y, a ratos, disfrutar. Fue algo parecido a una época de felicidad, en la que todo mejoraba. Pero entonces, lo que antes era un ambiente de armonía en el que todos estaban unidos ante las dificultades se convirtió poco a poco en una atmósfera enrarecida, en la que afloraban y crecían los conflictos interpersonales, agravados por la falta de habilidad de los personajes para comunicarse entre ellos. Se desata el drama. La efímera felicidad se trocó en desgracia.
Ese es el tema de esta obra tan estupenda, un libro nostálgico, triste y tremendo, con aristas de dureza, sobre un pasado oscuro y recio, pero también lleno de afectos y fuertes lazos familiares. Se podría decir que es una recopilación de antiguos secretos de familia, de esas cosas que se suelen callar y poco a poco adquieren la fuerza telúrica de una tragedia griega.
El texto está estructurado en capítulos cortos, de 2, 3 o 4 páginas como mucho, sin numerar, que se leen con facilidad. El lenguaje está anclado en expresiones rurales y mantiene un cierto aroma a antiguo. Tiene algo de la autenticidad en bruto de los pueblos, de la sinceridad directa y poética del campo, de los pueblos en los que se habla poco y por derecho. El estilo es espléndido, potente, y la narración mantiene la tensión dramática de principio a fin, en un texto que cuesta dejar de leer y nos pide siempre una página más, un capítulo más, a ver qué pasa.
Una selección de citas puede ayudar a tener una idea más precisa del tono y el estilo de esta novela: «Todo parecía que iba a durar tiempo, y todo se ha ido deprisa, sin dejar nada», «¿Te das cuenta? Los pobres seguimos siendo pobres aunque nos hagamos con dinero», «La miseria no nos dejaba querernos», «... porque habíamos vivido hasta entonces envueltos en un celofán que ni nosotros mismos advertíamos», «Egoísmo. Eso es lo que tenéis las mujeres, egoísmo», «Tu padre me contó en cierta ocasión que los marineros se niegan a aprender a nadar porque así, en caso de naufragio, se ahogan enseguida y no tienen tiempo de sufrir».
En fin, una novela trágica y poderosa, de una hondura impresionante, con sabor a clásico y una enorme calidad literaria. Dicen que es la mejor novela de Chirbes y bien podría ser que así fuera.
En ésta la última edición, el autor ha suprimido un capítulo final de dos páginas que contenía un final edulcorado que no era de su gusto, porque «No es misión del tiempo corregir injusticias, sino más bien hacerlas más profundas». Un pesimismo que, después de leer el libro, parece más que justificado.
Hay una versión cinematográfica de esta novela, que tiene el mismo título, dirigida por Celia Rico Clavellino y estrenada en el Festival de Cine de Málaga de este año. La ilustración de la portada es una reproducción de El último retrato (1976-77) de Lucien Freud.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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