Título: La casa de Matriona. Nunca cometemos errores Autor: Alexander Solzhenitsin
Páginas: 199 pág.
Editorial: Seix Barral
Precio: 6,90 euros
Año de edición: 1984
Me parece que Solzhenitsin es uno de los Premios Nobel menos leídos en España, probablemente debido a varios motivos: la eficacia de la censura soviética, ya que era uno de los disidentes más importantes, lo que ha hecho que llegasen pocas obras suyas; el que sus obras fueran poco conocidas y las más famosa, «Archipiélago Gulag», es un ladrillo infumable de más de 800 páginas, aunque tiene un capítulo maravilloso que vale la pena leer, titulado «El arresto», y que a nuestro país llegasen en primer lugar traducciones de las versiones en inglés y francés de sus novelas. Por eso, fue una excelente noticia que Seix Barral publicase en 1968 esta traducción directa del original en ruso realizada al alimón por dos especialistas, Julia Pericacho y Xavier Fierro, que hicieron un trabajo impecable.
Se trata de dos novelas cortas, dos nouvelles, de 87 y 110 páginas, respectivamente, deliciosas en su sencillez y buena muestra del talento de su autor. En la primera, «La casa de Matriona», un profesor de matemáticas busca un destino solitario y apartado, en un pequeño pueblo, para escapar del mundanal ruido. Allí le envían para hospedarse a casa de una tal Matriona, una viuda, ya mayor, que ha perdido a sus seis hijos, vive sola y resulta ser todo un personaje: algo ruda, perezosa y trabajadora a la vez, golpeada por mil desgracias, pero siempre animosa. La descripción de la psicología de esta mujer resulta deliciosa. La de su casa, también, una isba, una granja de madera con cinco capas da cartón como aislante, una estufa de obra, una cabra, un gato cojo, ratones y cucarachas. Entre el maestro y la granjera se establecerá una relación curiosa, basada en la distancia y la contención, pero afectuosa en cualquier caso.
En la segunda, titulada «No cometemos errores», un atribulado e inexperto oficial del ejército ruso con todos los defectos de la juventud, incluyendo el idealismo, la compasión excesiva y el apego fanático al reglamento, dirige y organiza una estación de tren en la que tiene que asignar locomotora y vía a todo tipo de convoyes que van llegando, en el caos que supone estar en plena Segunda Guerra Mundial, donde lo habitual son las situaciones estrambóticas y no previstas. El pobre hombre, que en sus ratos libres lee «El capital» y prepara un resumen, se tendrá que enfrentar a más de un dilema y correrá aventuras insospechadas.
El estilo es sencillo, directo y eficaz. Continuamente, el autor parece preocupado con contar la historia que tiene entre manos de la manera más clara y rápida posible, sin entretenerse en florituras ni buscar escribir demasiado «bonito». Lo que consigue es que el lenguaje se vuelva transparente, que ni se note ni se vea, y el lector se sumerja rápidamente en la historia.
El texto está salpicado de detalles de la vida cotidiano en la Rusia rural y expresiones autóctonas curiosas, como la costumbre de llamar a la nieve «moscas blancas», pensar que si te pillas el pie con la puerta, es que vas a tener visita, o algunos refranes curiosos: «Guárdate del sastre y del pastor», «La moza lista se casa después de san Koprov, la tonta, después de san Pedro» (san Pedro es en junio y san Koprov en octubre, en medio están las faenas más duras del campo). ¡Ah! Y también contiene una curiosa alusión a la Guerra civil española.
Los dos cuentos son excelentes, no se con cuál me quedaría si tuviese que elegir. Una obra muy recomendable para conocer a un gran escritor, sencillo y profundo a la vez, de prosa elegante y suavemente poética. Una maravilla, un autor que bien merece ser más conocido. En su caso, el disidente ha eclipsado al escritor, otro efecto secundario negativo de los regímenes autoritarios.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
Muchas gracias por recordarnos al viejo S (el apellido es difícil hasta para escribirlo). Fue un gran escritor, pese a que al final deliraba un poco con la vieja Rusia y demás. Pero levantó acta literaria del Gulag y eso no se olvida (ni perdona, en ciertos ambientes). Estoy de acuerdo contigo en que "Archipiélago Gulag" resulta difícil de tragar; es más una recopilación de materiales que una novela, aunque su valor histórico sea enorme. Estos dos cuentos los leí hace tiempo y tu comentario me los trae a la memoria. A mí me gustó sobre todo el segundo. Esa estación, la lluvia, el camarada abnegado, la referencia a nuestra guerra civil. Y cómo en aquel ambiente la espionitis hacía estragos.
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