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viernes, 4 de agosto de 2023

Cuentos de Averoigne. Poseidonis. Poemas en prosa - Clark Ashton Smith

 

Título: Cuentos de Averoigne. Poseidonis. Poemas en prosa                                              Autor: Clark Ashton Smith

Páginas: 308
 
Editorial: Valdemar
 
Precio: 26 euros
 
Año de edición: 2021

Averoigne es una región fantástica de la Francia medieval creada por la imaginación desbordante del escritor Clark Ashton Smith, discípulo y amigo del gran H. P. Lovecraft. En Averoigne la magia forma parte de la vida corriente de sus habitantes. El corazón de Averoigne es el bosque. Y en el bosque se esconde el miedo, lo extraño, lo desconocido. En el mundo medieval los proscritos se refugiaban entre las sombras de los árboles. También aquellas criaturas sobrenaturales que destruyen o fascinan a los hombres. El bosque ancestral está cubierto de neblinas, pantanos y tortuosos senderos. Adquiere la condición de una fuerza viva, amenazadora. Las ramas retorcidas son garras huesudas que tratan de atrapar al viajero extraviado. El ulular del búho avisa de que alguien o algo se acerca sin ruido en la oscuridad. Viejas ruinas desmoronadas y cubiertas de hiedra recuerdan a los antiguos habitantes del bosque. Quizá no estén muertos del todo. Es posible que sigan allí, al acecho, aguardando. Son pacientes. Tienen toda una eternidad para esperar. 

Los cuentos del ciclo de Averoigne fueron en su mayoría publicados en la revista Weird Tales durante los años treinta. Clark Ashton Smith despliega en ellos todas las supersticiones que atormentan a los habitantes de ese lugar maldito. Como corresponde a la literatura fantástica, lo legendario es real. Adelantamos algunas historias, para ir haciendo boca. Cerca de una infecta zona pantanosa vive una bruja que atrae con su sensualidad a los incautos. Es una criatura monstruosa, medio batracio y medio humana: la madre de los sapos. Sus intenciones para con los hombres no son buenas. 

Si conseguimos salir del bosque, llegaremos a la ciudad. Estamos en el siglo XII. Después de muchas décadas de trabajo acaba de inaugurarse la gran catedral gótica. Unas espeluznantes gárgolas de piedra la coronan. Desde las alturas parecen vigilar las callejuelas del burgo amurallado. Su escultor es un hombre inquietante, con cierta fama de mago. Pronto se sucederán en la ciudad horribles muertes causadas por unas criaturas voladoras cuyo perfil monstruoso se recorta en el cielo nocturno. Cuando llegan las tinieblas, los buenos burgueses se parapetan dentro de sus casas.  

En uno de los mejores relatos, un caballero llega a una ciudad. Está atardeciendo. Cruza el foso. Aguas densas, negras. Entra por la puerta de la muralla. De repente, cae la noche. Suenan las campanas que llaman al funeral. Un ambiente cargado, preternatural, de pesadilla, envuelve las oscuras callejuelas. Como en un sueño, el caballero deambula por la ciudad silenciosa en busca de alojamiento. No lo encuentra. Las casas son altas. Las calles estrechas, asfixiantes. Las luces, escasas y mortecinas. Los pocos viandantes con quienes se cruza son pálidos como fantasmas. Más que caminar, parecen flotar, deslizándose sin ruido. Las campanas siguen repicando, infatigables, enervantes. El caballero está cada vez más cansado. Aturdido, se acerca a la catedral. Una enorme sombra amenazante. Se diría que el sonido de las campanas lo ha guiado hasta allí. El portón está abierto. El caballero ve sombras furtivas adentrarse en el templo. Como atado a un encantamiento, las sigue. Penetra en la catedral. Las naves en penumbra. Aquí y allá, brillan algunas lámparas. Algo le empuja a avanzar hacía el altar mayor. Un cuento excelente, que crea una atmósfera intensa y malsana, hipnótica, hasta su estupenda culminación. 

Otras narraciones son menos buenas, aunque siempre entretenidas y llenas de encanto. Un nigromante moribundo se instala con su corte diabólica de monstruos y familiares en las ruinas de un castillo. Los frailes de un monasterio cercano sospechan de sus siniestros manejos. Los cadáveres recientes de Averoigne resucitan. Como autómatas, a paso ligero, se encaminan al castillo. Un mago entendido en ciencias ocultas, antiguo discípulo del nigromante, se atreverá a destruir el mal. 

En Averoigne abundan los hombres lobo, vampiros y criaturas lovecraftianas procedentes de abismos más allá de nuestro espacio y tiempo. Quienes se internan en el bosque se arriesgan a tener un encuentro fatal con esos seres. Por ejemplo, una entidad enorme, negruzca, informe, de origen extraterrestre, que mata a sus víctimas, animales u hombres, para seguidamente succionarles la médula. Un hombre lobo que tiene su maloliente madriguera escondida entre las raíces gigantescas de un árbol milenario. Es un mago víctima de sus propios hechizos. Un caballero alto, pálido e impecablemente vestido de negro, que invita a los viajeros, con elegante dejadez y una punta de ironía macabra, a dormir esa noche en su mansión. El problema es que este elegante señor debería estar muerto desde hace unos 200 años. 

Averoigne tuvo un pasado pagano. Los viejos dioses, lamias, sátiros y ninfas han sido arrinconados por los cristianos, pero, como la aldea gala de Astérix, siguen resistiendo la invasión. Las lamias son vampiras clásicas con hermosos nombres griegos. Gracias a sus encantos se apoderan de jovencitos románticos algo atolondrados. Los llevan a su reino. Allí hacen el amor bajo un sol deslumbrante. Fuentes de agua cristalina. Arquitecturas clásicas. Pequeños montículos cubiertos de olivos. Vino, especias, miel y manjares. Cerca brilla un mar azul casi transparente. Cosa rara: este paraíso mediterráneo se encuentra en una región del centro de Francia. Los jóvenes atraídos por las ninfas o lamias (que de todo hay) no quieren volver a su mundo del medievo. Prefieren la dulzura de los dioses paganos destronados a los hábitos sucios y raídos de los monjes. Se entiende.

Entre el follaje espía el sátiro burlón, con su risa hueca. Hace jugarretas. Un día los buenos frailes desentierran en su huerto una hermosa y lasciva escultura femenina de mármol. Es nada menos que Venus, diosa del amor. Los frailes que la tocan sienten un deseo irrefrenable de revolcarse con la primera campesina que encuentren. El abad, desesperado. El hechizo del pasado sigue presente. 

Poseidonis es una gran isla. La última superviviente de la mítica Atlántida. Pero sus días están contados. Pronto será engullida por el océano. Clark Ashton Smith, en un breve conjunto de relatos, en los que se rastrea la influencia de Madame Blavatsky, Lord Dunsany y el ocultista Aleister Crowley, nos cuenta la decadencia de esta isla mágica. En el centro de la capital de Poseidonis se yergue una gran torre que es refugio de nigromantes. El más importante de los magos invoca a su amada muerta desde hace muchos años en un inútil intento de recuperar su juventud. Otro mago es capaz mediante siniestros conjuros de entrar en contacto con seres muertos u olvidados desde hace eones. Peligrosa actividad. Las sombras de los muertos regresan, apoderándose de las sombras de los vivos, con consecuencias horripilantes. Poseidonis está controlada por estos maestros de lo oculto. Nadie sabe a ciencia cierta si están vivos o muertos. Los inconscientes que desean comprobarlo terminarán mal. En Poseidonis morir no equivale al reposo final. La muerte es más larga, consciente y terrible que la vida.  

El volumen se completa con unos bellos poemas en prosa, muy breves, en donde se evocan con finura los mismos mundos macabros, sensuales y fantásticos de los cuentos más largos. El sueño del Leteo, río del olvido. Emperadores hastiados por todos los placeres y vicios. Criaturas míticas de un desierto inhóspito. Flores demoníacas en el jardín de los reyes del planeta Saturno. Ruinas en las que se agitan sombras que son vestigios de la inmensidad del pasado. Y algunos poemas. En lo más profundo del océano, los restos de la Atlántida: «En ciudades cubiertas de sombría maleza/Donde los galeones se desmoronan y los kraken se alimentan/La lenta marea arrolla la puerta y el patio sumergidos». Averoigne: «En Averoigne fantasmas oscuros que manan/De un pestilente foso y un lago putrefacto/Se deslizan a través del estridente bullicio/De ciudades iluminadas con antorchas detenidas en el tiempo». Nada más por mi parte. Lean y disfruten con las ensoñaciones siniestras y melancólicas de ese singular artista llamado Clark Ashton Smith

Clark Aston Smith

Clark Ashton Smith (1893-1961) fue un escritor norteamericano de temas fantásticos, nacido en Long Valley, California. Su familia era muy pobre. Vivían en una cabaña. El pequeño Ashton solo estudió primaria. Sin embargo, se formó por su cuenta. Gracias a su gran memoria, aprendió varios idiomas, y adquirió muchos conocimientos leyendo desordenadamente. Desde niño escribía cuentos y poemas inspirados en Poe y los Hermanos Grimm. Hacia 1922 conoció a Lovecraft, con el que le unió una gran amistad. Dentro del círculo de Lovecraft se le conocía como Klarkash-ton. En la revista pulp Weird Tales publicaba sus cuentos. 

Las muertes de Robert E. Howard, también buen amigo suyo, y de Lovecraft, le sumieron en la más negra de las melancolías. Para mantener a su prole, desempeñó muchos oficios: albañil, jardinero, leñador, jornalero. Además de escribir, pintaba y esculpía. En una foto de joven aparece con el cabello algo revuelto, la frente ancha, el rostro escueto y un tanto famélico, la nariz de buen tamaño, la boca pequeña y tímida, y los ojos grandes, tristes y soñadores. Un verdadero poeta apesadumbrado. Clark Ashton Smith murió pacíficamente a los 68 años, mientras dormía en su casa de Pacific Grove, California.     

A los 19 años

Publicado por Alberto.

2 comentarios:

  1. Comparto esta maravillosa reseña. Muchas gracias y larga vida al maestro Ashton Smith !!

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  2. Muchas gracias a ti Álvaro. Y larga vida al maestro!!!

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