Título: Jugadores de billar Autor: José Avello
Páginas: 552 pág.
Editorial: Trea
Precio: 25 euros
Año de edición: 2018
Cuatro amigos quedan para jugar al billar en el Mercurio, un café del Oviedo más castizo, cada uno con sus problemas, su idiosincrasia, su forma de jugar y su historia a sus espaldas: un jorobado de carácter extraño y solitario, obsesionado con una chica; un poeta bohemio, fracasado y mimado por su madre; un homosexual solapado, profesor de Bellas Artes, y un misterioso narrador, observador y atento a todo. Un asesinato y un complot para hacerse con una fábrica de porcelana flotan en el aire.
Esos son los mimbres con los que el autor comienza a trenzar esta historia, para dibujar un sólido argumento y varias tramas secundarias. Una obra ambiciosa y brillante en la forma, profunda en el contenido, centrada en las relaciones entre sus personajes, que describe en detalle la vida cotidiana en la capital asturiana en los años 90, con sus calles, sus tiendas, su gente y su atmósfera, narrada con pulso firme y un estilo espléndido. Una novela injustamente olvidada, casi desconocida, aparecida en 2001 y agotada hasta hace poco, de admirable riqueza y complejidad, absorbente y profunda. Leer este libro es casi como vivir otra vida a lo largo de sus más de 500 páginas.
Dividida en cuatro partes nombradas como las estaciones del año, Primavera, Verano, Otoño e Invierno, y narrada por un misterioso personaje que entra y sale en la trama, cuya personalidad se desvela en la última parte, esta obra tiene como trasfondo un crimen cometido años atrás, en los primeros compases de la guerra civil española. Un homicidio cometido por los cachorros de dos importantes familias para hacerse con las tierras de un indiano. Una arriesgada operación comercial rompe el pacto de silencio que cubre ese asesinato, cuya onda expansiva alcanza a los protagonistas que, sin ser culpables, parecen haber heredado demasiadas cosas de sus mayores. Se suceden las carambolas entre los personajes principales y aquella tacada iniciada hace tiempo se resuelve con otro asesinato, varios episodios eróticos y una sorprendente sucesión de acontecimientos que permite la catársis y la redención de los protagonistas.
Las partidas de billar constituyen una metáfora de la vida de sus participantes, el estilo del juego de cada uno simboliza su personalidad, no faltan las reflexiones enjundiosas, las frases felices y un tono general de gran calidad que hace inevitable comparar esta novela con otras que también son novelas totales, que construyen un pequeño mundo alrededor de una ciudad: «La Regenta», el clásico de Clarín ambientado también en Oviedo y con «La catedral y el niño» de Eduardo Blanco Amor, que describe otra ciudad norteña, Orense. «Jugadores de billar» soporta la comparación con dignidad. Es una gran obra con aroma a clásico, inexplicablemente olvidada y ninguneada.
Una novela poderosa, algo irónica y sanamente escéptica, extraordinariamente bien escrita, con un estilo aparentemente sencillo, envolvente, evocador, lleno de sugerencias, preciso y rico en expresiones curiosas, juegos de significado y hallazgos expresivos. Como muestra sirvan dos párrafos, uno sobre la voz del narrador y otro sobre el billar:
«Desde el primer momento vi con claridad que yo no debería aparecer por ninguna parte, que en ningún caso debía hablar de mí, que tenía que borrarme de la historia, pues de lo contrario todo quedaría invadido con la misma autocompasión, el mismo autoengaño y el mismo autodesprecio que me impedían pensar y comprender. Para escribir tendría que quitarme de en medio y tratar de comprenderles a ellos, entrar en sus razones, sondear sus palabras e investigar sus actos como si yo no estuviese involucrado, como si yo no existiera ni hubiera existido nunca. Quizás la clave consistía precisamente en mi falta de existencia. Eso es lo que me quedaba por decir. Que mi falta de existencia tampoco es inocente».
«En el billar, cada tirada es un polígono perfecto y a la vez una intención, un proyecto, el alma de un hombre […] las bolas están indeleblemente atadas a los hilos del ánimo y no se mueven respetando las estrictas leyes de la dinámica, sino la secreta y variable geometría de las pasiones: obedecen al miedo, a la ambición, a la racanería, a la libertad de espíritu: las bolas son entes morales que premian y castigan las intenciones».
Un clásico que ahora parece resucitar por el interés mostrado en varios diarios, una novela soberbia que debe conocer todo buen lector que se precie. Se dice habitualmente que la novela está en crisis, y sin embargo de tiempo en tiempo aparecen novela como ésta, de una calidad contundente e indiscutible.
Hay dos opciones para leerla, al menos en Madrid: adquirir la providencial reedición de 2018 realizada por la editorial Troa o localizarla en las bibliotecas de la comunidad. Hay 17 ejemplares esperándoos aquí.
José Avello Flórez (Cangas del Narcea, Asturias, 1943-2019) fue un escritor español. Estudió Derecho en la Universidad de Oviedo y en la Universidad Complutense de Madrid. Fue profesor de Teoría de la Comunicación y, después, de Sociología de la Cultura en la Facultad de Bellas Artes de Madrid.
En paralelo a su actividad docente, desarrolló una carrera literaria. En la década de los 70 publicó relatos en revistas literarias y codirigió la publicación cultural «Estaciones». A pesar de haber escrito tan solo dos novelas, «La subversión de Beti García» (1983), finalista del Premio Nadal, y «Jugadores de billar» (2001), finalista del Premio Nacional de Narrativa, Premio Villa de Madrid y Premio de la Crítica de Asturias, es un escritor de culto, desconocido por el gran público, pero muy valorado por críticos y estudiosos.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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