Título: Luz de guerra Autor: Michael Ondaatje
Páginas: 280 pág.
Editorial: Alfaguara
Precio: 19,90 euros
Año de edición: 2019
Rachel y Nathaniel son dos adolescentes de 16 y 14 años, respectivamente, a los que sus padres anuncian un día que tienen que irse de viaje de trabajo a Singapur durante un año. Lo malo es que los doce meses se prolongan indefinidamente, la vida de los chicos cambia radicalmente y viven mil peripecias, a cuál más sorprendente. Estamos en 1945, en un Londres devastado por los bombardeos, en plena posguerra de la Segunda Guerra Mundial y los dos protagonistas, curados de espanto, no se sorprenden ya prácticamente por nada.
Así arranca esta apasionante novela, contada en primera persona por el menor de los dos hermanos, un folletín a la vieja usanza decimonónica, plagado de giros y aventuras sorprendentes, envuelto además en un halo de misterio, porque Nathaniel va a ir descubriendo poco a poco el secreto de la historia de sus padres. El relato es ameno y durante muchos capítulos el texto tiene ese atractivo inexplicable que impulsa al lector a leer y leer, sin que pueda dejar de hacerlo.
La descripción de cómo los londinenses se buscaban la vida en los más variados menesteres es interesante y colorida. Se dan a conocer los secretos de las apuestas en las carreras de galgos, el transporte de misteriosas cargas por los canales del Támesis y otros quehaceres fraudulentos. Desfila por estas páginas un elenco de personajes de lo más extraño y peculiar: el vecino de arriba, llamado el Polilla, que se queda al cargo de los chicos; el Dardo de Pimlico, un boxeador retirado que es un ligón; Olive Lawrence, una etnógrafa novia de el Dardo; Agnes, la novia de Nathaniel; el extraño Arthur; los Malakite, que adoptan de facto a Nathaniel... un conjunto de secundarios de primera. Por otro lado, abundan las referencias musicales y ajedrecísticas. Esos materiales nutren la novela y el autor aprovecha que la historia pasa por el tamiz de la memoria del joven protagonista, que trata de evocar un pasado difuso que se esconde en los pliegues de sus recuerdos.
El estilo es muy fluido, ameno y tiene un buen ritmo. El autor sabe manejar el misterio de las actividades clandestinas de los padres —¿espionaje? ¿contrabando?— y el resto de personajes para crear una atmósfera mágica, dominada por la penumbra de la posguerra. En ese ambiente enrarecido es en el que tiene que crecer Nathaniel, que conocerá el amor, la lealtad, la traición y las claves de la vida de los adultos.
En suma, una obra entretenida, hipnótica y profunda, misteriosa y escrita con mucho oficio. Un superventas de calidad, brillante y muy bien resuelto, que se lee casi sin querer. Una buena novela.
Empezó su carrera literaria en 1967 publicando poesía, pero se hizo famoso por su superventas «El paciente inglés» (1992), con el que ganó el Premio Booker ese año y uno de los Premios Booker de Oro (2018) a las cinco mejores novelas de la década. Ha conseguido además otros galardones literarios de importancia, como el Premio Giller y el premio Prix Médicis étranger. En el 2005 recibió el premio más importante que su país de nacimiento puede otorgar a un extranjero: el Sri Lanka Ratna. Ha sido profesor de inglés en la Universidad de Ontario Occidental y de literatura inglesa en la Universidad de York (Toronto).
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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