Título: Felices pesadillas Autores: Varios autores
Páginas: 982 pág.
Editorial: Valdemar
Precio: 19,50 euros
Año de edición: 2009
Los aficionados a la literatura fantástica tenemos una deuda impagable con la editorial madrileña Valdemar. Gracias a sus desvelos, contamos a precios razonables con impecables traducciones y ediciones de los clásicos, los menos clásicos y los completamente desconocidos. La de Valdemar es una oferta que no se puede rechazar. De vez en cuando, la editorial recupera en estupendas antologías los mejores cuentos publicados a lo largo de los años. Cuentos que los incondicionales seguramente ya han leído. Pero, por esa misma razón, no les importará leerlos una vez más. Hay que disfrutar pasándolo mal. El miedo, impreso en pequeñas dosis, es una droga que engancha y no suelta. La única droga buena para el espíritu. Asusta, pero no hace daño.
«Felices Pesadillas» (2009) recopila un buen puñado de relatos publicados por la casa entre 1987 y 2003. Es un gran volumen de casi mil páginas que se lee divinamente. Los relatos se pueden degustar en fila india o picoteando aquí y allá. En unos pocos días las felices pesadillas se acabarán y el lector quedará con ganas de más.
Los autores están no necesitan presentación. Por este volumen pululan E.T.A. Hoffmann, Poe, Gautier, Bram Stoker, Ambrose Bierce, Conan Doyle, Stevenson, Richard Matheson, Lovecraft, Machen, Robert E. Howard, Kipling y Wells. Desde el romanticismo gótico hasta los creadores del cuento moderno de horror, pasando por el señor Valdemar, la muerta enamorada o la araña de tamaño familiar de la imprescindible pareja Erckmann-Chatrian. Los seres de estas pesadillas son encantadores: vampiros, fantasmas, zombis, locos, niños malévolos, científicos excéntricos, supersticiones, maldiciones y corrupciones mil. El último cuento del libro, el excelente «Mater tenebrarum» (título digno de Darío Argento), de la española Pilar Pedraza, es un horripilante homenaje a las criaturas de la oscuridad, además de un brillante relato macabro e intemporal. Un verdadero broche de oro para una antología apasionante.
Algunos cuentos son clásicos, por lo que resulta ocioso comentarlos de nuevo. Hay que releerlos y disfrutar de sus inagotables sugestiones, no siempre macabras. El buen cuento de terror debe dar miedo, pero no solamente miedo. Miedo también lo puede dar aquello que ni remotamente tiene relación con el arte. El cuento de terror es un arte bien difícil, ya que siempre está al borde del ridículo. Si el señor Valdemar causa escalofríos no es por su conversión en una masa putrefacta sino porque durante meses su espíritu vagó en una región hipnótica entre la vida y la muerte.
El terror es el terror a lo desconocido. Dentro y fuera del hombre. La imaginería repulsiva y/o macabra puede dar asco o risa, según los gustos, pero el verdadero horror brota del vínculo entre el tormento interior y la tormenta exterior. Cuando los maestros modernos conectan lo subjetivo y lo objetivo en el cuento de horror contemporáneo aparece el miedo existencial. El horror a perder el control. La amenaza de disolución de la personalidad en la locura o la nada. La pequeñez del hombre dentro de una naturaleza indiferente u hostil. No somos nadie. En esto estaban de acuerdo tanto Lovecraft como Kafka (presente con un breve relato). Decía George A. Romero que la moda zombi se explica porque los norteamericanos empezaron a tener miedo de ellos mismos a partir de los años 60. El hombre es un lobo para el hombre. Está repleto de malas pasiones. Adiós a las ilusiones. Hecha está pequeña digresión, pasamos a ocuparnos de algunos cuentos.
Dos de ellos, relativamente poco conocidos, son obras maestras del humor negro más delirante. «El clan de los parricidas», de Ambrose Bierce, es un conjunto de breves historias de una violencia surrealista inusitada, antes de que se inventara el surrealismo. La muerte de los seres queridos en sus formas más grotescas es el hilo conductor del relato. Lo terrible es que causa la risa del lector, al igual que los «Crímenes ejemplares» de Max Aub, con los que comparte un mismo espíritu nihilista. El absurdo es terrorífico. También puede resultar humorístico, al romper con toda norma, provocando inevitablemente la carcajada. De un tipo de la reputación de Ambrose Bierce se pueden esperar cosas así. El seráfico Bram Stoker nos deja de piedra con «Los dualistas», cuento ejemplar de una crueldad extrema, que incluye infanticidio por partida doble y mascotas torturadas. Todo con un tono jocoso e ingenuo sencillamente atroz. Al lado de esta pesadilla, Drácula nos parece una criatura presentable y tranquilizadora.
Por no alargar la reseña, los relatos incluyen, entre otros espantos, un pozo corrupto en la India habitado por muertos vivientes, una cueva en un remoto desierto en donde sobreviven los supervivientes de una raza maligna y que se creía extinguida, una vampira psíquica que liquida a sus sucesivos maridos, un mar cubierto de niebla por el que se acerca lentamente una barca cuyo piloto, por suerte, no se distingue bien, cierto señor excéntrico que cree en una conspiración de grillos (así como suena), una muerta enamorada y guapetona que visita insinuante la habitación del vivo (un soso), un bicho feo, malo y grande como una nevera que vive en una cueva encima de un manantial alemán y, como remate, una torre en el sur de Italia desde la que se divisa una tumba con una historia escalofriante y melodramática. Vayan haciéndose cruces en la boca.
Libro, en mi opinión, más que recomendable, imprescindible.
Publicado por Alberto.
Excelente sinopsis, abre un apetito bárbaro hacia el libro. Me encanta su definición del verdadero terror: "el verdadero horror brota del vínculo entre el tormento interior y la tormenta exterior". Fabuloso, para meditar.
ResponderEliminarUn saludo
Muchas gracias volarela. Es un libro estupendo. De segunda mano puede conseguirse por 10 euros.
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