Título: Volar alto Autor: Jorge Sanz Barajas
Año de edición: 2021
No soy muy buena leyendo poesía porque muchas veces no la entiendo, no tengo conocimiento suficiente de las claves simbólicas que utilizan los poetas y la impaciencia me impide dejarme arrastrar por el ritmo. Pero lo que sí entiendo y admiro es la prosa poética. Y este libro está tan plagado de belleza en su forma que mientras lo leía ha habido multitud de pasajes poéticos que me han hecho vibrar.
El autor parece jugar con gran maestría a un particular juego de palabras, que va sacando de un cesto, a veces a puñados, a veces delicadamente, de una en una, para dejarlas volar como si fueran mariposas dando colorido al aire y así, unas salen saltarinas y alegres elevándose hacia la luz, otras, profundas buscando espacios más sombríos donde asentarse; unas salen en tropel sin poder desprenderse de sus compañeras, otras, solitarias, buscan su espacio propio; las hay redondas, sin aristas y otras llenas de ángulos que van buscando esquinas donde encajar; algunas encuentran claroscuros donde proteger su humildad y otras surgen orondas y presumidas, orgullosas en sus oropeles; unas se ahílan buscando las alturas imposibles mientras que otras compañeras ansían tomar tierra, asentarse en ella.
El juego responde a la pericia del autor que no es nuevo en estas lides de expresar lo imposible. Y lo imposible en este relato es plasmar por escrito la luz en sus infinitas manifestaciones. Una luz de imprescindible dominio para pintores y fotógrafos, para retratistas, que buscan, en suma, la esencia más profunda de sus personajes, lo que no se ve, pero está, y que fueron señas de identidad del pintor Ciriaco Párraga y del fotógrafo Jalón Ángel.
El libro es la recreación de la vida del pintor vasco en el breve espacio de tiempo que estuvo en Zaragoza, apenas dos años, a donde llegó tras una agitada vida de activista y de haber pasado por varios penales como preso político. Zaragoza fue lugar en donde poder comenzar discretamente a rehacer su vida. La pintura en los años de presidio había quedado muy lejos, pero un retrato suyo hecho a un médico amigo, el Dr. Artero, llamó la atención hasta el punto de que Jalón Ángel, el fotógrafo, se interesó por él y le ofreció trabajar en su estudio en donde retrataba a la alta sociedad de Zaragoza y necesitaba quien le ayudara a matizar las luces y sombras en los negativos, trabajo que ya había realizado también Párraga en París y en su tierra.
Es el año cuarenta y Jalón Ángel ―famoso por ser el fotógrafo de Franco― asumió con generosidad, que fue una de sus señas de identidad, el riesgo de acoger a Ciriaco Párraga y de confiar en él, además de prestarle una buhardilla ubicada en la parte superior de su estudio para que pudiera pintar. Enseguida le presentó a su círculo de amigos, importante en una época en la que en las tertulias cafés podían decidirse temas importantes para la ciudad. En el caso de aquellas a las que acudía Jalón, se hablaba de arte en todas sus expresiones. Allí conoció Párraga a personajes importantes de la sociedad zaragozana como Camón Aznar, Pilar Bayona o el poeta Cirlot.
Sanz Barajas nos va relatando la pintura y los colores de los cuadros de Párraga. Son los pasajes más poéticos. Y en otros, más descriptivos, relata la vida que pudo llevar el pintor con su compañera en su experiencia zaragozana. Era Amaya Hidalgo «la Tellito», una mujer enérgica y rebelde, a la que tanto quiso y tan bien pintó, a quien conoció en Zaragoza a donde llegó escapando del terrible policía y torturador Conesa. Nos sumergimos en el ambiente oscuro y lleno de miedo a las delaciones de aquella época gris y triste en la que nadie podía confiar en nadie.
Los diálogos son fluidos y dan ligereza al relato y hay algún momento especialmente divertido y lleno de una ironía maliciosa, en especial el encuentro del pintor con la tremenda Pilar Franco, hermana del dictador. Dice Héctor Abad Faciolince que la venganza no se hace con armas sino con palabras, pero despojadas de rabia. Contar, narrar lo ocurrido es para él el sentido de la venganza que nos podemos permitir. Ya es suficiente vergüenza quedar reflejado por escrito al alcance de cualquier lector. Y así parece pensarlo también el autor.
No conocí al pintor ni a su compañera, pero creo que no me equivoco dando por hecho que fueron como nos los presenta Sanz Barajas. Me baso en que sí tuve el honor de conocer a Jalón Ángel que es un personaje importante en la novela. Desconozco las fuentes del autor a la hora de configurar al personaje, pero puedo decir que ha acertado plenamente, que ha dibujado a la persona que fue: extremadamente generoso, afable, humilde, con una fina ironía jamás ofensiva, respetuoso con las ideas de los demás y, lo más importante para mí, muy afectuoso. Tuve la gran suerte de ser receptora de su afecto, así como él tuvo el mío. Una gran persona que, si bien es recordado por la Fundación San Valero y el enorme trabajo que está haciendo con su legado, merecía que alguien lo dejara retratado con palabras justas y certeras. Muchas gracias, Jorge Sanz Barajas.
Un libro que se lee con interés y que en sus pasajes poéticos nos gustaría quedarnos y grabar su belleza permanentemente en nuestra mente. ¡Qué buena lectura!
Publicado por Paloma Martínez.
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