Título: Un año en el otro mundo Autor: Julio Camba
Año de edición: 2009
En 1916, el periodista Julio Camba fué destinado a Nueva York como corresponsal del diario ABC. Tenía entonces 34 años y estuvo allí doce meses, un año completo en la ciudad de los rascacielos, en los que escribió una serie de 49 columnas, una a la semana, en las que plasmó su particular visión de la ciudad y sus habitantes. Una obra que le consagró como escritor y despertó la admiración de sus colegas.
El lenguaje es ligero, chispeante y en apariencia superficial y casi frívolo. Es ingenioso y busca la sonrisa y a veces, la carcajada. El humor es incisivo y algo cortante, a veces, incluso algo ácido, pero en seguida se suaviza y vuelve al tono amables y desenfadado. Pero bajo es apariencia lúdica y divertida, late una gran capacidad de observación y una enorme habilidad para describir aspectos fundamentales de una sociedad con precisión.
Llama la atención la actualidad de esos flashes, esas ráfagas de lucidez con las que ilumina distintas facetas de la vida en la gran manzana: allí todo es grande y colosal, es una ciudad llena de velocidad y estrépito, no se puede flanear (callejear, pasear), todo se valora en dólares, es un país de hombres solos, idolatran el récord, predican la igualdad de oportunidades y el mérito del hombre hecho a sí mismo, el público americano es un público infantil, la vida se organiza como una partida de póker, las elecciones son otro espectáculo más... y así hasta completar una radiografía de la metrópoli estadounidense asombrosamente certera y actual.
Es impagable la descripción que hace de la campaña y el proceso electoral que llevó a Woodrow Wilson a la presidencia, el presidente que hizo entrar al país en la Primera Guerra Mundial.
Por otro lado, me ha encantado encontrarme con la famosa frase de Oscar Wilde que ha dado lugar a muchos títulos de películas, libros y todo tipo de comentarios, y que reconozco que desconocía. Después de una visita a los Estados Unidos, el ingenioso irlandés aseguraba haber visto, en un garito situado en las Montañas Rocosas, un cartel que decía así: «Se ruega a los concurrentes que no disparen al pianista cuando cometa algún error».
Como buen escritor cómico, estos artículos están trufados de frases brillantes y certeras, con chispa y mucho acierto: «Los rascacielos son calles verticales», «Un detective es alguien que si es hombre, se disfraza de mujer y si es mujer, de hombre», «Los franceses están muy condecorados y comen mucho pan, mientras que los americanos no tienen condecoraciones y mascan goma», «En América, el dinero es un dinero joven, fresco, valiente, que no ha sentado todavía la cabeza», «El teléfono es la laringe del americano», «Nueva York es una tabla de Pitágoras hecha en tres dimensiones», «En Nueva York no hay manera de perder el tiempo. No hay cafés; no hay apenas plazas ni paseos con bancos...».
Otro libro genial de un humorista gallego metido a escritor, que sirve muy bien como introducción y puerta de entrada al mundo de este autor, que derrochaba talento y agudeza. Y lo más curioso es que esta obra parece demostrar que la esencia fundamental de la sociedad estadounidense apenas si ha cambiado en un siglo. Una delicia de libro, divertido, interesante y muy recomendable para todo tipo de lectores.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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