Título: Cuentos
Autor: Augusto Monterroso
Páginas: 168
Editorial: Alianza
Páginas: 168
Editorial: Alianza
Precio: 8,90 euros
Año de edición: 2006
Monterroso es uno de los escritores más originales que puede uno leer. Creativo, ingenioso, ligeramente provocador, es un especialista en plantear situaciones novedosas, que una vez formuladas nos hacen pensar que era bien fácil haber pensado en un cuento así y que lo extraño es que no se le hubiese ocurrido antes a nadie. Cuando se acierta con una buena idea de verdad, es que se ha hecho diana con un núcleo muy esencial del imaginario humano, algo arquetípico, y el resultado parace fácil. Este hombre tenía ese don y sabía utilizarlo.
Se especializó también en los relatos cortos, muy cortos y cortísimos. Padre del microrrelato, es famoso por su cuento hipercorto sobre un dinosaurio, que se reduce a lo más esencial de una historia: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Hay quien dice que el dinosaurio es aquí un símbolo del PRI, el partico político mexicano que ha estado 60 años en el poder de manera ininterrumpida y con el que los mexicanos se encuentran cada vez que se despiertan.
No sé si es cierto, pero en cualquier caso estos cuentos, algunos de una o dos páginas, consiguen en su brevedad lo mismo que otros en extensiones mucho más largas. Es un escritor genial. Irónico, lleno de un humor muy especial, divertido, pasradójico, inteligente y crítico, siempre resulta agudo y a menudo nos desvela aspectos que no conociamos de situaciones y cosas archisabidas. El lenguaje es muy depurado, despliega toda la gramática española con eficacia y si no es perfecto, lo parece.
No conocía a Monterroso hasta hace poco tiempo y me encanta, es uno de mis autores favoritos, hasta el punto de que tengo intención de leerme poco a poco todo lo que escribió. Os lo recomiendo.
Augusto Monterroso (Tegucigalpa, 1922-2003) fué un escritor nacido en Honduras, que adquirió la nacionalidad guatemaleca y finalmente se fué a vivir a México.
Hijo de padre guatemalteco y madre hondureña, siempre se sintió de Guatemala. En su casa reinaba siempre un ambiente bohemio, su familia era la dueña de la imprenta que tiraba el periódico «Sucesos». A la tierna edad de 10 años, dejó la escuela y se hizo autodidacta (el sueño de muchos chavales, no volver a pisar el cole).
Hijo de padre guatemalteco y madre hondureña, siempre se sintió de Guatemala. En su casa reinaba siempre un ambiente bohemio, su familia era la dueña de la imprenta que tiraba el periódico «Sucesos». A la tierna edad de 10 años, dejó la escuela y se hizo autodidacta (el sueño de muchos chavales, no volver a pisar el cole).
Comenzó a escribir relatos en prensa y en 1940 fundó la Asociación de artistas y escritores jóvenes de Guatemala. Fué un activo luchador contra la dictadura instaurada en el país centroamericano por Jorge Ubico y el dictador que le sucedió lo encerró en prisión una temporada. Cuando fué liberado, se exilio en Chile y fué secretario personal de Pablo Neruda.
En 1956 se instaló en México y allí permaneció hasta su muerte. Ha sido profesor en varias universidades y está reconocido como uno de los maestros indiscutibles del relato muy corto y del microrrelato. Ha obtenido numerosos premios, entre otros, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en el 2000.
Augusto Monterroso
Aquí os dejo como muestra uno de sus cuentos más conocido:
El eclipse
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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