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viernes, 3 de junio de 2016

Tríptico de la infamia - Pablo Montoya


Título: Tríptico de la infamia
Autor: Pablo Montoya

Páginas: 305
 

Editorial: Penguin/Random House

Precio: 17,90 euros
 

Año de edición: 2015 (2ª edición) 

Es realmente fascinante descubrir un escritor que logre apasionarnos al narrar con gran erudición, entrega y método una época lejana y al mismo tiempo tan incomprendida. Hablar en los países latinoamericanos de la Conquista de América es abrir heridas, confrontar visiones, descubrir miradas y despertar sobre todo el interés por una época pasada con la intención de llamarnos a la reflexión.

Si escribir ficción es un ejercicio prodigioso, escribir una novela histórica es una tarea titánica: se requiere vocación de investigador, análisis preciso, mirada límpida y una espléndida capacidad narrativa. Todos esos atributos tiene Pablo Montoya, reconocido escritor colombiano nacido en 1963; historiador, agudo crítico de la realidad social de su país y gran conocedor  de la Conquista del continente. Es precisamente por esta gran novela que Montoya recibiera el año pasado el Premio Rómulo Gallegos.

La formación de Montoya, que sabe de música, pintura, literatura e historia, un hombre del Renacimiento en pleno siglo XXI, enriquece la obra y le permite dar  vida a personajes que efectivamente transitaron en la época relatada. Con maestría les otorga voz propia y a través de ellos descubrimos con los ojos del arte, una nueva manera de ver y comprender los sucesos narrados, que nos muestra la dualidad que existe en todo ser humano, capaz de los actos más sublimes y al mismo tiempo de las fechorías y las iniquidades más grandes. Baste considerar que la intolerancia religiosa, los fanatismos, la avaricia, la ambición y las causas perdidas sin remedio, que son el eje de esta historia, nos vinculan con muchos de los acontecimientos que forman nuestra vida cotidiana.

¿Por qué tríptico? Porque  justamente son las miradas de tres artistas del siglo XVI quienes  en un concierto polifónico nos transportan a esos tiempos terribles. Jacques Le Moyne (1533-1588) ilustrador francés, discípulo de Philippe Tocsin, eminente cartógrafo de la época, que acompaña la expedición de Ribault y Laudonniere en 1564-1565 patrocinada por el almirante Gaspard de Coligny con el objeto de fundar una colonia francesa en tierras americanas, La Florida, a fin  de asegurar tierra y sustento a los seguidores de la nueva religión que se instauraba en Europa: el Protestantismo.

En esta primera parte de la novela Pablo Montoya utiliza un narrador omnisciente. Las obras de Le Moyne se conservan hasta hoy en día y dan cuenta de su reconocimiento por los timicuas, esos hombres libres de la América ignota que utilizaban sus propios cuerpos como lienzos. Se tiene constancia de los excesos de los españoles en esas tierras, porque el propio Le Moyne sobrevivió a la carnicería que Pedro Menéndez de Avilés, capitán español y sus dos mil hombres perpetraran en el Fuerte Carolineo para recuperarlas en nombre del soberano español.

La segunda parte de la novela está dedicada a François Dubois (1529-1584) artista protestante francés y autor de la escalofriante obra «La matanza de San Bartolomé», que recuerda la tristemente célebre noche del 23 de agosto de 1572, en la que cientos de protestantes, entre ellos Coligny, fueron asesinados vilmente a manos de católicos en nombre de la religión. Catalina de Médici, la cruel reina francesa y su hijo Carlos IX no dudaron en dar la orden que acabaría con familias enteras. Un momento infame en la historia de Francia y en la historia de las religiones. 

La narración aquí es en primera persona, es el propio Dubois quien con terror y amargura, en su vejez y en el exilio, nos describe los abusos y excesos  de esa terrible experiencia.

La tercera parte  me parece sublime y al mismo tiempo desgarradora: en un giro diferente el autor nos muestra su manejo de los recursos literarios y elige como forma narrativa un diálogo imaginario entre Theodor de Bry (1528-1598) y el propio escritor de la novela, quien hace gala de un minucioso trabajo de investigación al mencionar a personajes de la época como Durero, Raleigh o Standen, en un intento por comprender el mundo perdido al recorrer los mismos sitios en Frankfurt, donde de Bry hiciera una brillante carrera no sólo como grabador sino también como editor de libros. 

Pablo Montoya tiene la capacidad de transmitirnos el proceso de humanización de de Bry,  quien al leer la «Brevísima relación de la destrucción de las Indias» de Bartolomé de las Casas y  conocer de viva voz por un testigo presencial de los hechos, el terrible proceso de exterminio llevado a cabo en América, se ve motivado para incluir la obra en la edición de «Los grandes viajes» ilustrado en 1590, con diecisiete grabados que denunciaban la muerte impune de tantos hombres.

Creo preciso detenerme en uno de los últimos capítulos del libro: «El Exterminio» es verdaderamente sobrecogedor asistir, a través de su narración, a la masacre en América: las descripciones son sencillamente horripilantes. No necesitamos ver el grabado para comprender toda la crueldad y bajeza de la empresa «civilizatoria». Hay una frase en el libro, que angustia y duele: «A la llegada de los conquistadores había ochenta  millones de habitantes en América. Cincuenta años después quedaban diez».  Si bien el autor no señala la fuente de información tan atroz, la mención de dicho dato, nos deja sin palabras ante el significado del terrible choque de estas dos civilizaciones.

Hoy en día que tanto se habla de la recepción de la obra escrita, es menester señalar que gracias a la denuncia de las atrocidades cometidas, el libro de Bartolomé de las Casas propició una revisión de las leyes españolas sobre el trato a los indios e inclusive la iglesia católica promulgó una Bula: Sublimis Deus, en la que se prohibía la esclavitud de los indígenas.

No me queda sino recomendar una vez más esta obra, que nos hace ver a través del arte y una acuciosa  investigación la conquista de América bajo una nueva perspectiva. Mucho se ha hablado sobre la gran herencia que dejaron nuestros conquistadores: la lengua y la religión. Poco sobre la leyenda negra de fuego, masacre y destrucción ocurrida durante esa empresa, pero casi nada sobre la búsqueda de la belleza y una mirada distinta para comprender nuestras raíces y motivaciones.

¿Por qué vale la pena leerlo? Porque nos permite relacionar la brutalidad de la conquista –de todas las conquistas- con  algunos hechos de la sociedad contemporánea: la situación de barbarie en varios países del continente africano, el fenómeno terrible y ominoso de la migración de ciudadanos de los países árabes hacia una indiferente y cruel Europa o el oscurantismo del Estado Islámico frente a la persistente realidad del capital y su tiranía. La novela tiene el mérito de ser una reflexión  vibrante y a pesar de ser dolorosa, esperanzadora.

Pablo Montoya

Publicado por María Antonieta Canseco.

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