Título: Los intereses creados
Autor: Jacinto Benavente
Páginas: 128
Editorial: Cátedra
Precio: 8 euros
Año de Edición: 2005 (17ª edición)
Hoy nos vamos al teatro, figuradamente, claro. Os propongo una pieza dramática ingeniosa, divertida, sutil, elegante, que se lee en un santiamén y retrata de manera magistral la esencia de cómo funciona demasiado a menudo la sociedad. «Los intereses creados» de Benavente es una obra sensacional, muy mencionada, pero muy poco leída también, de uno de los pocos escritores españoles que ha ganado el Premio Nobel de Literatura.
Se trata de una obrita aparentemente ligera, organizada en dos actos y diecinueve escenas, que comienza con la historia de dos pícaros que van por el mundo ganándose la vida a base de embrollos y engaños, para irnos introduciendo sin darnos cuenta en una maraña de intereses que, hábilmente manipulados, pueden permitir conseguir prácticamente cualquier cosa.
El lenguaje está muy cuidado, los diálogos son brillantes, los personajes están bien dibujados y su comportamiento responde a las motivaciones que han movido al ser humano desde el albor de los tiempos. Uno de sus aciertos es utilizar los personajes de la Comedia del arte italiana, Arlequín, Pantalón, el Doctor, Polichinela, Colombina, mezclados con otros. Eso le da un aire de comedia clásica y a la vez lejana, que causa mayor efecto cuando nos damos cuenta de que nos está hablando de nosotros mismos.
Una pieza redonda, que casi nadie ha leído, a pesar de ser la obra maestra de uno de nuestros premios Nobel. Se estrenó en 1907 en el Teatro Lara de Madrid e inmediatamente consiguió un gran éxito de crítica y público. Fué muy valorada por los intelectuales y estudiosos. Dámaso Alonso encontró en 1967 un antecedente claro, que nadie había visto, en «El caballero de Illescas» de Lope de Vega, una comedia de argumento muy parecido. Benavente la transforma, la enriquece con varios recursos y le da un significado completamente distinto hasta dejarla practicamente irreconocible.
Una comedia estupenda, de plena actualidad, que nos recuerda cómo ha funcionado siempre y cómo sigue funcionando nuestra sociedad. En este enlace podéis leer el texto completo y disfrutar de esta obra de antología, que de manera suave y aparentemente inocente, nos hace caer en la cuenta de que, en realidad, por más que nos guste pensar otra cosa, todo depende del color del interés con que se mire.
Jacinto Benavente (Madrid, 1866-1954), hijo de un famoso médico pediatra, comenzó a estudiar Derecho en la Universidad Central de Madrid, pero la muerte de su padre y la consiguiente herencia le dejaron en una posición muy desahogada, que le permitió dejar los estudios y dedicarse a viajar y a escribir. Visitó Francia y Rusia, se hizo empresario de circo y tardó algo en sentar la cabeza y estrenar su primera obra.
Fué un escritor muy prolífico, autor de 172 obras de teatro, con las que, buen conocedor del teatro que hacían en el extranjero autores como Gabriele D'Annunzio, Oscar Wilde, Maurice Maeterlinck, Henrik Ibsen y Bernard Shaw, supo renovar el teatro español introduciendo todas las influencias y tendencias novedosas del momento. Esa modernidad, unido a un exquisito manejo del lenguaje, una amplia cultura y unos diálogos hábiles y chispeantes, hicieron de él un autor muy valorado por la crítica y el público.
En 1912 ingresó en la Real Academia Española, en 1918 ocupó un escaño en el Congreso, en 1922 obtuvo el Premio Nobel de Literatura y en 1923 fué nombrado hijo predilecto de Nueva York. En 1923 fundó la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, lo que le valió ser censurado y mal visto durante la posguerra. Curiosamente sus obras se seguían estrenando, pero su nombre no aparecía, simplemente se decía «Por el autor de La malquerida». Sin embargo, su presencia en la gran manifestación franquista de 1947 en la Plaza de Oriente, muy comentada y fotografiada, le devolvió el favor del régimen.
Hombre ingenioso, de mente rápida y lengua ágil, se cuentan de él innumerables anécdotas. En una ocasión al ir a pasar por una puerta, un hombretón se le adelantó diciendo «Yo no cedo el paso a afeminados». A lo que el dramaturgo respondió: «Pues yo sí, pase, pase usted primero». En otra, una asociación de mujeres de provincias le asaltó al final de un acto y le pidió que las acompañase y les diese una conferencia, Don Jacinto se resistía por no haber preparado nada y ante la insistencia de las damas, contestó: «Es que a mí no me gusta hablar a tontas y a locas».
Jacinto Benavente
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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