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lunes, 24 de febrero de 2025

Misericordia - Lídia Jorge


Título: Misericordia                                                                                                              Autora: Lídia Jorge

Páginas: 466

Editorial: Elefanta

Precio: 23,75 euros

Año de edición: 2023

Este precioso libro es intimidante desde el título, no muchos lectores están dispuestos a aventurarse ante una palabra tan compleja y plena de significados; estoy aquí para convidarlos a leerlo y descubrir una historia fascinante, profundamente humana, llena de compasión y amor por la vida. Nadie quiere hablar de la vejez y la muerte, a pesar de ser la única certeza de nuestra existencia, preferimos evitar el tema y vivir como si fuéramos eternos.

Lidia Jorge reivindica la esperanza y la riqueza de la vida interior a través de un personaje inspirado en su madre, Doña María Alberta Nunez Amado, que se encuentra recluida en un albergue para adultos, el Hotel Paraíso. No se trata de un libro de lamentos o tristezas, sino de la vitalidad y el compromiso de un ser humano por esforzarse cada día, por no perder su identidad y por no claudicar frente a la muerte.

Es un libro que nos hace reflexionar sobre la compasión, el compromiso y la urgencia de existencias plenas que puedan solventar las limitaciones y dolorosas claudicaciones que implica el paso del tiempo. Es un libro que habla de la resistencia, la dignidad que se requiere para enfrentarse a la vejez, para aceptar que uno ya no es independiente, que necesita ayuda para las tareas más apremiantes, que se tiene el temor de perder la memoria y la dolorosa y diaria constatación de la decadencia física, mientras la mente continúa activa y plena de certidumbres y anhelos. Es también un texto para reflexionar sobre la fragilidad de la vida, el dolor de las pérdidas, el esfuerzo por continuar y la heroica lucha por no claudicar.

Una mirada descuidada sobre nuestra querida Doña Alberta observará simplemente el cansancio, el doloroso batallar de cada día para realizar las cosas más simples, sin comprender la riqueza de su vida interior, su esfuerzo cotidiano por seguir en el mundo, conocer, aprender, leer, no olvidar y crecer como ser humano. Eso es precisamente lo más valioso de esta novela, la vejez como curiosidad; Alberta no quiere morir, quiere comprender lo que pasa en el mundo.

La novela está conformada como un diario que la protagonista lleva durante un año, donde escribe en breves palabras los acontecimientos que más le impresionan. Ella ha decidido al final de su vida, ante la imposibilidad de ser atendida por su hija, mudarse a una residencia para ancianos. A través de su narración, conoceremos a sus compañeros de asilo, a los directivos y cuidadores, y la cotidianidad de sus vidas. El asilo se convierte así en una metáfora del mundo, con todas sus alegrías y sinsabores. Cabe señalar que el relato es también un certero registro del aislamiento que significó la pandemia, de la necesidad de afecto y contacto humano.

El amoroso y puntual recuerdo de su casa y la evocación continua de la transformación de su jardín durante el paso de las estaciones del año revelan a una mujer sensible, delicada y generosa. Así como la emotiva descripción del chico que va a leerle y la conmueve hasta el alma, porque es precisamente la lectura la que le permite descubrir un mundo de fantasía.

«Setenta personas juntas que forman una familia, caminado hacia el final de su tiempo», que conviven en ese albergue, todos desconocidos, pero unidos por esa misma precariedad, soledad y vulnerabilidad. Ellos pertenecieron a mundos diversos con educaciones y experiencias distintas, nada de eso importa, ahora son compañeros de viaje y dolorosamente harán de ir perdiendo cada día a alguno de ellos. Caracteres diversos como Doña Joaninha Amaral, eterna enamorada del amor, el sargento Joao Almeida, el señor Peralta y su música que todo lo transforma. Sin embargo, la intención de esta obra de ficción con tintes autobiográficos es sensibilizarnos sobre esa otra parte de la humanidad, que nadie quiere ver, los que se van a morir. Es así una lección de vida, de compasión y de valoración de la vida humana. La necesidad de reencontrarnos con el otro, con aquellos que no están plenos ni libres.

Mención aparte merecen los cuidadores de los ancianos, algunos sensibles y dedicados, otros amargos y vengativos. Dolorosa revelación constatar cómo los internos están sujetos a los cambiantes estados de ánimo de quienes los procuran, presos de sus miserias y anhelos.

La novela es también un canto a la maternidad, a la relación entre mujeres y al significado de la convivencia. Doña Alberta tiene una hija escritora y, durante sus conversaciones, con frecuencia le cuestiona el tema de sus novelas; anhela que escriba obras sobre personajes históricos o individuos importantes. Ella le contesta que le interesan los seres y las cosas pequeñas. Le riñe comentándole «nadie lee tus libros porque terminan mal, debes darle algo de esperanza a los lectores» no logran ponerse de acuerdo y sin embargo, cuando doña Alberta le pregunta cómo es el oficio de escribir, ella le contesta que una escritora es una mujer que hace el amor con el universo.

El otro motivo para recomendar especialmente esta novela es que transmite vivamente el significado del amor a los libros y la pasión por la lectura. La metáfora de que el más allá es «Un libro que no tiene final, cada página una vida, cada vida una página, cuantas más vidas, más páginas. Eso es el más allá» me parece iluminadora y llena de esperanza. Es precisamente el poder de la literatura, el único poder capaz de derrotar a la muerte.  La vida como anhelo de conocimiento. Cada vida se multiplica infinitamente, si a través de los libros se vive la vida de los otros.

Un último comentario. Como todo libro de duelo es también un ejercicio de memoria, de recuerdos y de anhelos, el regalo invaluable de hablar con los muertos. Una forma de hermanar belleza y literatura. Todos los libros aspiran a un lector único que les está destinado. Quizás tú eres ese lector que está esperando comprender el verdadero significado de la palabra misericordia.

Lídia Jorge

Publicado por María Antonieta Canseco.

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