Título: Infancia berlinesa hacia 1900 Autor: Walter Benjamin
Páginas: 136
Editorial: Periférica
Precio: 12 euros
Año de edición: 2021
Este pequeño y delicado libro, publicado por primera vez en 1938, es una especie de recopilación de los recuerdos de infancia más relevantes del autor. En 1932, Walter Benjamin se dio cuenta de que ya no iba a poder volver nunca a su Berlín natal, dominado por los nazis, en mucho tiempo, y decidió escribir estos ensayos para vacunarse contra la nostalgia, para conjurarla, entregándose a ella hasta completar un pequeño proceso de duelo por haberla perdido.
Son 18 ensayos, de 6 o 7 páginas cada uno, en los que el autor revisa los recovecos más antiguos de su memoria, sus recuerdos más lejanos, y dando saltos en el tiempo aquí y allá, como quien cruza un río brincando de piedra en piedra, construye una síntesis muy interesante de su primera infancia y nos transporta a la atmósfera berlinesa de aquellos años de finales del XIX. Aquí aparecen; los patios interiores de la ciudad, plagados de ruidos y de vida; los cosmoramas, esas pinturas realistas que imitaban la fotografía, en disposiciones circulares de 360º o en imágenes dobles que permitían la estereoscopia; los primeros teléfonos, perturbadores y tiránicos; sus experiencias como cazador de mariposas infantil, que le hacen observar que, en la caza, el cazador se animaliza y la presa se humaniza, hasta el clímax que los une; los parques berlineses, los barrios dela capital, en los que una vez se perdió; el frontispicio de una casa que decía «El trabajo es la gala del burgués. La prosperidad, el premio por su esfuerzo»; los libros lujosamente encuadernados de la biblioteca de la escuela; el frío de las mañanas invernales y la manzana que le ponían en la gran estufa de cerámica de su cuarto para que se asase; aquellas tías tan ancianas, que no salían de casa, pero dominaban la calle desde su mirador; su colección de postales; los poemas que aprendió de memoria y que... entendió de mayor; el fascinante y colorido mercado; el estar enfermo en la cama, jugando y sin ir al cole; la casa de la abuela; el zoo y su animal favorito, la nutria; los pobres vendiendo espumillón y adornos navideños.. todo un mundo en el que el lector se sumerge gracias a la prosa envolvente y evocadora de estas líneas.
El estilo es algo barroco, de frases largas y elaboradas, sugerente, sensual y con el aire de ensoñación de los mejores recuerdos. A la vez, resulta abstracto, evidencia cierta tendencia analítica y filosófica del autor, que ya de pequeño se preguntaba cosas como ¿Por qué había mundo? ¿Por qué había cosas en el mundo? En fin, un libro poderoso, que nos sumerge en el mundo benjaminiano, muestra algo de la esencia de su manera de pensar, romántica e idealista a la vez, y convierte los recuerdos de un niño enfermizo, sensible y algo consentido —no en vano tradujo a Proust, le admiraba y se identificaba con él— sobre una ciudad ya desaparecida, en un libro que parece moderno, casi actual, y que se lee con gusto. Una buena muestra del genio de Walter Benjamin, una buena introducción a su obra y la muestra que nos dice que estamos ante uno de los grandes autores del siglo XX. Una lectura muy recomendable.
La excelente traducción del original en alemán es obra del austríaco Richard Gross (Schalchen, 1959), Doctor en Traducción y Filología
Hispánica, profesor de la Universidad de Viena y de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
Walter Benjamin (Berlín, 1892-1940) fue un filósofo, crítico, ensayista y traductor alemán de origen judío. Nació en una familia acomodada y liberal, su padre había sido banquero en París y se instaló en Berlín como anticuario. Estudió Filosofía en las Universidades de Berlín, Friburgo, Múnich (donde conoció a Rainer María Rilke) y Berna (en donde conoció a Ernst Bloch).
Viajó por Francia e Italia y conoció el sionismo, pero nunca militó como sionista. Tampoco quiso ser nunca ni fascista, ni comunista. Intentó convertirse en profesor universitario, pero le rechazaron por ser judío. Sufrió discriminación por ser un intelectual judío y de izquierdas. Durante la Primera Guerra Mundial se declaró pacifista. Huyendo del nazismo, estuvo una temporada en Ibiza y se enamoró de la isla. Luego estuvo en París, en Dinamarca en casa de Bertolt Brecht, en San Remo y en Port Bou, donde se suicidó con una sobredosis de morfina. No le gustaba la perspectiva de una Europa dominada por los nazis.
Siempre le dio gran importancia al lenguaje, decía que «El hombre se comunica en el lenguaje, no por el lenguaje». Criticó sin piedad a Hitler, al fascismo y a la industria alemana, que tomó partido por el dictador. Publicó una larga lista de ensayos, diarios, memorias y críticas literarias. Su pensamiento recoge elementos del Idealismo alemán del Romanticismo, del materialismo histórico y del misticismo judío, que le han permitido hacer contribuciones perdurables e influyentes en la teoría estética y el marxismo occidental.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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