Título: El padre de un asesino Autor: Alfred Andersch
Páginas: 117 pág.
Editorial: Cuatro lunas.
Precio: 8 euros
Año de edición: 2007
El alemán Alfred Andersch es un autor poco conocido en España. En su país es altamente valorado. Como todos sus compatriotas, Andersch fue marcado a fuego por la terrible experiencia del nazismo. «El padre de un asesino» (1980) es una breve y magistral novela de raíz autobiográfica. Esta filigrana narrativa nos lleva al Múnich de 1928. Últimos años de la República de Weimar. Se acerca el diluvio.
Un
niño de 14 años, Franz Cain, que no es otro que Alfred Andersch, asiste
como todos los días a las clases de griego en el instituto Wittelsbach.
Es un niño inteligente y soñador. Quiere ser escritor. Le gustan las
novelas del oeste de Karl May. La gramática griega le aburre
soberanamente. Sus calificaciones no son buenas.
Los
alumnos se duermen sentados en los incómodos pupitres. El aula sombría
contrasta con el radiante día de mayo que se atisba por la ventana. La
aburrida lección se alarga interminable entre el sopor estudiantil. La
imaginación de Franz vaga a su aire. Quién pudiera salir a la calle.
Jugar libre y feliz lejos de la horripilante gramática griega.
De
repente, alguien entra en la clase. Un subordinado invisible le abre la
puerta ceremoniosamente, como a un rey. Es nada menos que el viejo
Himmler, profesor de lenguas clásicas y director del instituto. No por
nada le llaman el Rex. Franz Cain lo encuentra antipático. Le teme. El
director Himmler toma el control de la clase, su clase, desplazando al
acobardado profesor, que se aparta silenciosamente.
Los
ojos infantiles de Cain se fijan en el corpulento director: voluminoso,
barrigudo, impecablemente vestido, con unas gafas de oro a través de
las cuales se filtra su mirada azul y maligna. Pedante. Despótico.
Astuto. Falsamente cordial. Sus ideas políticas son derechistas. Orden y
tradición. Tiene además un hijo, el joven Heinrich, con el que se lleva
mal. El viejo Himmler es un conservador de la vieja escuela. El joven
Himmler es un revolucionario que pertenece al minúsculo partido nazi.
Así
comienza una sutil tortura psicológica que durará una hora. El director
Himmler es un maestro en acercarse de manera sinuosa a sus víctimas.
Les pregunta de buenas maneras. Les va llevando al desastre sin perder
la compostura. La humillación pública del ignorante es para el odioso
director un infalible recurso pedagógico. El escarmiento.
Esta obra nos habla de los efectos desastrosos de la
educación deshumanizada en una sociedad autoritaria, donde las jerarquías
lo son todo. El autoritarismo en la escuela prefigura el totalitarismo
que llega. El de arriba humilla al de abajo y se muestra servil con su
superior. Todos obedecen, pero en algún momento podrán mandar y, claro,
vengarse con el subordinado. Las cosas funcionan así cuando el ideal de
un país es el cuartel: disciplina, con una punta de crueldad y sadismo.
Una educación humanística sin cordialidad de nada sirve. Forma eruditos,
en el mejor de los casos, pero no ciudadanos conscientes del ejercicio
de su libertad y del respeto a la libertad ajena. Algo huele a podrido
en Alemania.
Dediquen un par de horas a la lectura de este estupendo librito. Creo que no les decepcionará.
Alfred Andersch
Alfred Andersch (1914-1980) fue un escritor alemán
nacido en Múnich. De joven fue un activista juvenil comunista, lo que le
valió pasarse seis meses en Dachau cuando los bárbaros alcanzaron el
poder. Luchó en la Segunda Guerra Mundial enrolado en el
ejército alemán. Desertó. Vivió en Suiza. Allí se hizo amigo del
escritor Max Frisch.
Tras
la guerra, comenzó su carrera literaria. Andersch escribía en
periódicos y se relacionó con el grupo de escritores del 47, la
generación alemana de posguerra. Su obra se compone de ensayos, novelas,
obras de teatro y reportajes. Falleció en 1980. Poco después, se publicó
póstumamente su libro más conocido: «El padre de un
asesino». En su «Historia natural de la destrucción», W. G. Sebald analizó muy duramente
la trayectoria de Andersch, así como la calidad de su obra. A mí me
gusta más «El padre de un asesino», en su limpia sencillez, que
cualquiera de los pretenciosos libros de Sebald, con o sin
ilustraciones. Esto de la literatura va en gustos. Como todo.
Publicado por Alberto.
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