Título: Una casa de carne Autor: Yusuf Idris
Páginas: 199 pág.
Editorial: La otra orilla
Precio: 18 euros
Año de edición: 2008
A pocos seguramente les dirá algo el nombre de Yusuf Idris. Yo no lo conocía. Pero su estupenda colección de cuentos «Una casa de carne» ha sido todo un descubrimiento para mí. Idris fue un importante escritor egipcio que siempre defendió la libertad, tan devaluada en ciertas zonas. Está considerado como uno de los grandes maestros de la prosa árabe contemporánea. Con un estilo rico y preciso, escribió numerosos cuentos, que fueron recopilados en varios libros. «Una casa de carne» recoge algunos de sus mejores relatos.
El mundo de Idris es abigarrado. Obsesivo. Un calor agobiante parece extraviar a sus personajes. Pero no es solo el azul tórrido lo que los tortura sino también un ambiente de asfixia moral. La cerrazón social impide la manifestación plena de los deseos más legítimos del hombre. Sobre todo, del amor. La sociedad egipcia es milenaria y tradicional. Una intrincada red de conveniencias y obligaciones atrapa a los seres humanos como una tela de araña invisible e invencible. Vivir fuera de ese redil es difícil. Acechan mil rumores detrás de cada puerta entreabierta. La comunidad cerrada se impone sobre la libertad individual. El resultado es una gran frustración personal. Se cierran los ojos para seguir viviendo sin problemas. A veces, triunfa la hipocresía, el disimulo. En los más valientes, la transgresión. La fantasía, el mundo de los sueños y del inconsciente, incluso lo sobrenatural, significan una crítica de tanta reglamentación.
En los personajes de Idris lucha el deseo de libertad contra la tradición inalterada. Cambiar es un trauma personal. Para los más conservadores el cambio es una traición a la sociedad. Esta sutil deriva hacia lo colectivo convierte a estos relatos en una fina alegoría social. La crítica es indirecta, pero demoledora. A partir de experiencias cotidianas, con sus buenas dosis de humor, se aclara el fondo turbulento que agita a las sociedades árabes.
Algunos ejemplos. El recuerdo del cuerpo opulento de una prostituta atormenta la conciencia del imán de una mezquita, hasta el punto de que interrumpe sus oraciones ante la estupefacción de los fieles. Desde el alminar, contempla la habitación de la joven. Debe llamar a la oración. Pero las palabras mueren en la boca. Su cuerpo arde en deseos. La mente le atormenta. El alma puede perderse para siempre. El cuento que da título al libro es también excelente. Un joven ciego que vive de recitar el Corán se casa con una viuda que tiene tres hijas. Entre tinieblas, olfatea el olor de la carne. Cuando los ojos no ven, no existe el pecado. Es un relato con una fuerte impronta de anécdota popular. Otro: una miserable aldea a orillas del Nilo. Polvo, miseria y sudor. En una casucha, los gemidos de placer se confunden con los rezos de los vecinos. Los murmullos suben entrelazados al cielo estrellado de la noche árabe. Amor carnal y amor divino.
«Esnobismo» es el cuento que más me ha gustado. Es una estupenda historia, llena de gracia y desgarro popular. Un señor con una cartera debajo del brazo se mete en un autobús atestado. Va camino de la universidad. Es profesor de antropología. Se nos presenta como un tipo abstracto, un reformador inútil y un hombre que vuelve la vista cuando advierte problemas. La vida real es para él un auténtico incordio. Lo que le importa es el laboratorio. Los pasillos asépticos de la facultad. Las fichas. El orden teórico. La limpieza cartesiana. Todo lo demás es engorroso. Pero, claro, la vida no se deja atrapar. Como la lagartija, se escapa de la red del naturalista. La realidad se impone. En este relato se tratan de manera magistral cosas importantes: la distancia sideral entre las olímpicas disquisiciones intelectuales y los apretujones de un autobús; la dura vida de las mujeres en los países árabes; la brutalidad inherente a las multitudes; el no querer ver la verdad.
En conclusión, un autor de lujo para pasar un buen rato. El estilo de Idris es de una sencillez engañosa. Es tan claro que, como los espejismos, llega a desorientar. Nítido, puro, pero inaprensible. La exactitud de las frases cortas, la perfecta estructura de las historias o el fondo crítico de las mismas hacen de este autor un maestro en el difícil arte del relato breve. Un rico fondo de sugerencias obliga a pensar. Un gran escritor.
Yusuf Idris (1927-1991) fue un escritor egipcio de novelas, cuentos y obras de teatro. Estaba muy influido por la tradición oral y popular de su país. Yusuf Idris fue un estudiante brillante e inquieto apasionado por la literatura. Sin embargo, estudió medicina y se especializó en psiquiatría. Sus cuentos aparecieron en diversos diarios y revistas. Viajó mucho. Fue muy popular en el mundo árabe. Hoy se le considera un clásico a la altura de Naguib Mahfuz. Ha sido traducido a muchos idiomas.
Idris nunca rehuyó el debate público. Esto le trajo complicaciones. Ciertas críticas a los gobiernos de Nasser y Sadat provocaron su encarcelamiento. Su defensa de las libertades y los derechos humanos en sociedades autoritarias tiene un gran valor moral. Yusuf Idris se casó y tuvo tres hijos. Recibió numerosos premios y fue candidato al Premio Nobel. Falleció en Londres. Una frase de Idris: «La censura en nuestros días es excelente. No permite cosas que vayan en contra de las buenas costumbres, permitiendo en cambio cosas políticas».
Publicado por Alberto.
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