Título: Hacia la solución final Autor: George L. Mosse
Páginas: 380 pág.
Editorial: La esfera de los libros
Precio: 22,90 euros
Año de edición: 2023
Este estudio pionero (publicado originalmente en 1978) expone analíticamente el recorrido del racismo europeo desde el siglo de las luces hasta su atroz apogeo durante el Holocausto nazi. George L. Mosse, su autor, fue uno de los grandes historiadores de la cultura nazi y prenazi. Los trabajos del profesor Mosse marcaron la pauta para la investigación de las corrientes culturales e ideológicas que culminarían en lo que se entiende genéricamente como fascismo.
Mosse demostró que los movimientos totalitarios de derecha poseían una fuerte impronta intelectual, a menudo negada. No fueron ni un accidente ni una locura, sino la exacerbación de ideas que circulaban desde hacía mucho tiempo por la cultura occidental. Estas ideas fueron expresadas mediante mitos, símbolos y liturgias colectivas que llegarían a conformar verdaderas religiones políticas. El racismo fue esencial en la construcción del mito nazi, pero venía de muy atrás. El autor encuentra el origen del racismo nada menos que en la Ilustración. Esto puede sorprender, pero fue en el siglo XVIII cuando se abordó por vez primera de modo empírico la clasificación de los distintos miembros de la especie humana. Ordenar y clasificar, obra de la razón, fue tarea de sabios ilustrados como Kant, Buffon o Linneo. Estaba naciendo la ciencia moderna.
En principio, no se entraba en juicios de valor, asumiendo el carácter relativo de las culturas humanas dentro de un enfoque universalista. Sin embargo, el colonialismo, la expansión europea, convirtió al otro, oriental o negro, en un inferior. Muy pronto se pasó de la clasificación a la jerarquización y la discriminación. Arriba, el blanco; abajo, el hombre de color. El racionalismo del siglo XVIII sería además cuestionado por movimientos religiosos como el pietismo, con su énfasis en la experiencia interior. El subjetivismo abrió camino al racismo con sus juicios de valor arbitrarios. A su vez, el arte neoclásico, definido entre otros por Winckelmann, estableció que el prototipo de la belleza humana eran las esculturas griegas y romanas con su deslumbrante blancura. El gusto estético fue esencial en el racismo. En la gran cadena del ser, Apolo alcanzaba la matrícula de honor; el orangután, sacaba un cero. Muchos se empeñaron en meter a seres humanos en la misma jaula del orangután.
El racismo acabo por definirse como una ideología de impronta pseudocientífica, pero con una gran carga de irracionalidad. Y es que el gusto estético, completamente subjetivo, se convirtió en una categoría absoluta. Cundió la sinrazón: la belleza exterior era el reflejo de la moralidad interior. El concepto de alma racial mostraba las dos vertientes del racismo: la crudamente biológica y la mística. Lo bello a los sentidos occidentales indicaba la superioridad moral e intelectual. Lo bueno se asoció con la belleza greco-nórdica; lo malo, con todo lo extraeuropeo. De la clasificación objetiva se pasó al insulto, y de ahí a las atrocidades (innumerables durante la era imperialista).
Se medían cráneos e índices cefálicos para categorizar a los seres humanos. Los negros estaban en el escalón inferior. Algunos incluso les negaban la condición humana. Los hallazgos de Darwin, la eugenesia de Galton y la nueva biología racial convirtieron el racismo en una ideología aparentemente respetable a lo largo del siglo XIX. La sociedad era como la naturaleza: en ella, los más aptos sobreviven, y los inútiles, perecen. El darwinismo social se convirtió en el sentido común para millones de europeos.
Mosse añade algo crucial, que siempre acompañará al racismo en todas sus variantes: la raza superior blanca se asocia con la moralidad burguesa y sus valores de trabajo, orden, conservadurismo, individualismo y pulcritud. El blanco era superior y decente. El no blanco, lo contrario. El racismo resultaba halagador para muchos europeos que ni siquiera eran racistas.
En Europa, el otro estaba representado más por el judío que por el negro. La imagen tradicional del judío como usurero sin escrúpulos venía de la edad media, formando parte del imaginario popular europeo. La emancipación judía en el siglo XIX amplió esos tópicos. Ahora el judío era un duro competidor para unas clases medias cristianas progresivamente intoxicadas de racismo. El judío ocupará el papel del demonio en el credo racista. Wagner, los discípulos de Gobineau y Chamberlain fueron articulando un nuevo racismo antisemita que acarreaba la herencia de siglos de antijudaísmo cristiano tradicional.
El judío simbolizaba el capital financiero, el arte moderno y el peligro revolucionario. Los hebreos eran la concreción de los terrores abstractos de la modernidad que obsesionaban a las clases medias. Y llegó 1914, la derrota alemana en 1918 y al año siguiente, 1919, la fundación en Baviera de un grupúsculo nacionalista en donde ingresaría un cabo desmovilizado del ejército alemán llamado Hitler. Las ideas se harían realidad.
Este libro magistral ofrece en poco más de 300 páginas un recorrido apasionante por los márgenes poco transitados de la cultura occidental, pero que tendrían unas consecuencias insospechadas. El rigor histórico de Mosse le impide entrar en excesivos juicios de valor, ya que se preocupa ante todo por explicar, pero advierte que el racismo es una historia que, desgraciadamente, no ha concluido. Libro esencial para entender lo que en un principio parecería incomprensible por grotesco y estúpido.
George Lachmann Mosse (1918-1999) fue uno de los grandes historiadores del siglo XX. Nació en Berlín en una rica familia de la alta burguesía judía. Sufrió el antisemitismo. Los Mosse abandonaron Alemania para siempre en 1933. George estudió en las universidades de Cambridge y Harvard. Durante décadas fue profesor en la universidad de Wisconsin hasta su fallecimiento.
Estudió científicamente aquellos acontecimientos que hubo de sufrir durante su juventud. Como experto en historia cultural y de las mentalidades, abordó la investigación de fenómenos como el racismo, el antisemitismo, la sexualidad, la ideología fascista o el culto al soldado desconocido. Acuñó conceptos e ideas que hoy emplean todos los historiadores. Quizá su obra maestra sea «La nacionalización de las masas» (1975), en donde analiza el proceso de construcción nacional alemán a través de los símbolos, los monumentos y las ceremonias colectivas.
Publicado por Alberto.
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