Título: Narcopiso Autor: Paco Gómez Escribano
Páginas: 240 pág.
Editorial: Alrevés
Precio: 20 euros
Año de edición: 2023
Me gustan las novelas en la que el barrio es el verdadero protagonista, aunque sea indirectamente y entre bambalinas. Y ahí radica uno de los encantos de este atractivo libro, en el que los diálogos, el carácter de los personajes, la acción, la atmósfera, todo remite a la postre al ambiente de un barrio madrileño: Canillejas. Un lugar con mucha personalidad y algo de mal fario también, un suburbio en el extrarradio del capitalismo, de gente trabajadora y pobre, donde la droga hacía estragos en las calles y era difícil sobrevivir.
Como la película «Barrio» de León de Aranoa, en La Elipa, o las series «Entrevías» y «Apaches», en Tetuán, en esta historia late el alma de un trozo periférico de ciudad que, aunque nunca se describe explícitamente está ahí, detrás de cada línea. Un tema muy acertado, porque muchas veces en las grandes metrópolis, el barrio es una suerte de patria chica que marca casi más el destino de sus habitantes que la ciudad. En algunas épocas, no es cualquier cosa ser de Vallecas, de San Blas o de Chamberí, por poner algún ejemplo.
Volviendo a la obra que nos ocupa, es un excelente ejemplo de novela negra, bien escrita y mejor llevada. Tiene un antihéroe cansado de la vida y curtido en mil batallas callejeras, crítica social, un panorama muy negro, diálogos con carácter, acción, toneladas de desilusión y derrota, realismo duro y una historia creíble. El prota es el Pirri, retratado genialmente ya en la primera frase del libro:
«Desde que tuve el primer ramalazo de conocimiento supe que lo que más me molaba era ponerme: tabaco, priva, pirulas, ácidos, perico, caballo..., lo que fuera. Fue bonito, tengo que reconocerlo. Hasta que me dí cuenta de que era un jodido adicto a todo».
El nota vegeta leyendo y haciendo crucigramas en el bareto del Julito, un tipo malencarado y antipático, un antro por el que pululan el Perla, el Araña, el Tijeras, el Kilo, el Chepa,el Cabe, la Lola y toda una fauna de mataos expolitoxicómanos, que se han quedado en borrachos rasos, cada uno con sus manías, sus neuras y sus tics, sobreviviendo a duras penas y la mayoría, unos ingenuos inocentes vestidos con piel de tipos duros. Los supervivientes de los años 80, cuando las calles estaban empapadas de droga. Por allí aparece uno de los abuelos del barrio con un problema y les pide ayuda: han instalado un narcopiso en un inmueble okupado y la comunidad de vecinos no aguanta más. Las peleas, vómitos, el jaleo y la suciedad en la escalera les hacen la vida imposible. El Perla y sus colegas tienen las costuras del cuerpo y del coco que ya no dan para mucho, pero siempre están sin blanca y se les ofrece un dinero. Esa es la situación de partida de esta historia, diferente y peculiar donde las haya, que el autor conduce con temple y mucho oficio a través de una cadena de capítulos suculentos hasta el sorprendente final.
Una historia con mucha enjundia, de las de antes, que resulta adictiva y no se puede dejar de leer hasta la última página, ácida y desencantada, como debe ser, llena de incorrección política y rollos chungos, como no puede ser de otra manera y salpimentada de referencias a casi todos los grandes del género, porque el Pirri lee, lee mucha novela negra que le pasa su colega de la biblioteca y ya hemos dicho que hace crucigramas, lo que enriquece el lenguaje de su narración. No falta el sentido del humor y la ironía, el gracejo, las situaciones rocambolescas y las reflexiones de enjundia. La dosis de acción es la justa, contundente pero sin exagerar, para que la trama resulte verosímil y el personal no se asuste demasiado. Al final, incluso aparece por allí el autor en el epílogo, como uno más del barrio, lo que tiene su gracia.
Hay frases que vale la pena citar, porque son la monda: «Pero si he ido de fracaso en fracaso ha sido porque era la única forma de conocerme a mí mismo. Todavía estoy en ello», «El mundo seguía adelante a pesar de las bombas atómicas, de los desfalcos económicos, de las epidemias o de programas televisivos como La Voz o Sálvame Deluxe», «Para mí, la realidad ordinaria es insoportable. Desde luego, vista desde la sobriedad, es una aberración».
El texto está salpicado de palabros de la jerga canillense, cuyo significado hay que adivinar por el contexto. Vaya aquí una pequeña ayuda para que el lector se ahorre algunas páginas: la priva es el alcohol; fusca es pistola; yonquilata es una lata de cerveza alta, de medio litro; truja es cigarro; pirula es pastilla; keli es piso, casa, y madero es policía, pero eso lo sabe todo el mundo.
Una novela muy salada, que se lee con una facilidad pasmosa, escrita con humor, ternura y mucho desencanto, costumbrismo, buenos personajes y unas expresiones que son para enmarcar. Un libro que hará las delicias de todos. Así que solo puedo recomendaros encarecidamente que visitéis este «Narcopiso». No os defraudará.
Paco Gómez Escribano nació en Madrid en 1966, Sus padres eran los porteros de una antigua casa en la calle Hortaleza. Paco recuerda estar sentado en la portería, siendo muy pequeño, y disfrutar de ver pasar a todo el vecindario, muy envejecido, que le pagaba un peaje no escrito de caramelos y lenguas de gato. Con tres años, se mudó con sus padres a un Canillejas que todavía no tenía ni alumbrado público ni las calles asfaltadas, y que se convirtió en su barrio.
Es Ingeniero Técnico Industrial, rama de Electrónica, y Trabaja como profesor de Instalaciones Electrotécnicas y de Sistemas Electrónicos en un instituto público. Ha impartido innumerables cursos de informática en instituciones públicas y privadas. Además de escritor, es músico y gastrónomo. Ha tocado la batería y la guitarra eléctrica en Rock&Books y en Ochentacos.
Es lector voraz y compulsivo, sobre todo de novela negra. Después de haber leído prácticamente todo lo publicado en ese género, se le ocurrió que debería de ser también flipante escribir. Ha publicado poesía, relatos y esta es su décima novela. Ha ganado varios premios y es un habitual de los eventos sobre novela negra.
Gracias, Antonio. Celebro que te haya gustado. Abrazo. Paco Gómez Escribano.
ResponderEliminarGracias, maestro. Un placer.
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