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viernes, 3 de marzo de 2023

Madrid 1945 - Andrés Trapiello

 

Título: Madrid 1945                                                                                                            Autor: Andrés Trapiello

Páginas: 512

Editorial: Destino

Precio: 23,90 euros

Año de edición: 2022

Impresionante recreación de la guerrilla urbana antifranquista durante los peores años de la dictadura. 1945: un grupo de activistas comunistas irrumpe y da muerte a dos falangistas de medio pelo en una subdelegación de la barriada de Cuatro Caminos. La célula clandestina fue desmantelada en pocas semanas, sus miembros salvajemente torturados, arrastrados todavía escupiendo dientes a un consejo de guerra sumarísimo, presidido por el implacable coronel Enrique Eymar, de siniestra memoria, condenados a muerte y ejecutados. La guerra mundial terminaba en Europa con la derrota de los fascistas. En España, siete comunistas fueron fusilados (uno de ellos no queda claro si fue agarrotado en vez de fusilado; «garrote y prensa» solía denominar el didáctico Franco a la horrible opción del artefacto rompemédulas). 

Andrés Trapiello, autor de este apasionante libro, ya había contado la historia en una primera versión en 2001, que tenía la virtud de ser más breve y clara. Veinte años después vuelve a la carga, con mayor detalle y quizá demasiado encono anticomunista (lo que acaba por hacerse pesado por reiterativo: sí, ya sabemos que el comunismo estalinista era odioso, represivo, intransigente, cínico, oportunista, etc.). El caso es que ciertos derrotados después de la guerra civil siguieron plantando cara al franquismo. Los más decididos eran los comunistas. Una opción suicida, pensándolo ahora. Pero en 1944 o 1945 no era en absoluto absurdo suponer que el gordezuelo caudillo (con minúscula) acabaría cayendo al vertedero en compañía de Hitler y Mussolini, detestables comadronas de su régimen tiránico.  

En un Madrid bajo las depuraciones y las represalias, un puñado de camaradas, hombres y mujeres comunistas, se organizan precariamente contra el franquismo. Algunos tenían experiencia en el maquis francés. Habían sido condecorados por el conservador general De Gaulle. Al norte de los Pirineos eran héroes con todas las letras; al sur, bandoleros. En la capital española ponen petardos, reparten propaganda, cometen atracos, planean ejecutar a algunos figurones o figurines del régimen, para acabar perpetrando un sórdido doble asesinato en las personas de dos infelices que eran falangistas (los últimos monos). 

¿Eran terroristas los maquis? Para Franco y los nazis, sí, por supuesto. Aunque no parece que su perspectiva fuera precisamente objetiva. Andrés Trapiello atribuye a una anciana superviviente la siguiente afirmación: ella y sus compañeros «eran como la ETA». La mujer confiesa lo que quizá Trapiello no se atrevería a decir directamente. Así se gana por la mano, claro, porque si ella lo dice, lo serían.

En mi opinión, es discutible identificar sin más a los maquis antifranquistas con el terrorismo. Su lucha armada fue en un contexto de represión absoluta, en donde los peores terroristas sentaban sus reales en los despachos oficiales usurpados después de una guerra civil que continuaba por todos los medios, incluidos los eclesiásticos. La acción directa contra una tiranía puede justificarse o no; el terrorismo en democracia es siempre injustificable. El régimen franquista no era precisamente un gobierno de centro liberal, tan del gusto de Trapiello. Los maquis españoles tienen calles en Francia. Aquí, en cambio, cierto alcalde quita sus placas. ¿Los considerará terroristas, al igual que Franco o Hitler? Igual sí. Cosas del liberalismo (?) español.  

Los comunistas de las catacumbas eran dirigidos desde el exterior por la Pasionaria y Carrillo, singular dúo de despacho. El PCE estaba carcomido por «espionitis», la versión celtibérica de la paranoia asesina estalinista. De hecho, algunos camaradas, como Gabriel León Trilla, fueron liquidados por sus propios compañeros siguiendo órdenes de la dirección del partido. Otros, como Jesús Monzón, fueron enlodados con la acusación de burgueses, libertinos o agentes provocadores. Pura manía persecutoria. Aun en el exilio, los vencidos seguían disputándose a mordiscos lo poco que quedaba de sus organizaciones. Nada edificante. Este cainismo no era la mejor tarjeta de presentación para las potencias occidentales. Mejor que siga Franco, pensarían, que al menos nos garantiza el orden. 

Bien. Todo esto es cierto. El corrosivo Trapiello lo analiza con detalle. Pero las trifulcas de los exiliados exteriores o interiores, sangrientas en el caso comunista, palidecen ante la máquina franquista de matar y reprimir. En un Madrid sombrío, fascista, medio muerto de hambre, la guerrilla del vencido intentaba enfrentarse a la guerra total del vencedor. Golpes esporádicos contra asesinatos y torturas masivas. David contra Goliat, sin final feliz. Así que resulta absurdo equiparar comunistas y franquistas españoles. La guerra de los frentes había terminado. Franco seguía matando sin piedad. Los comunistas fueron sistemáticamente masacrados (como los demás antifranquistas). El terror burocrático franquista no puede compararse con las desarticuladas guerrillas, comunistas o no comunistas.

Claro que siempre puede decirse que los comunistas no fueron tan malos como los franquistas porque no tenían el poder. Ociosa discusión: en Italia o Francia, los poderosos partidos comunistas aceptaron plenamente la democracia. En España no hubo democracia hasta después de la muerte de Franco y gracias, entre otros, a los comunistas. Qué cosas.  

En los detalles brilla el gran escritor Trapiello. Esas sombras recuperadas del limbo tantos años después no serían héroes, pero sí esforzados luchadores contra un destino trágico, formado por los infinitos filamentos del azar, tan caprichoso a veces. José Vitini, el comunista asturiano, coronel de la resistencia francesa, hombre guapo, que regresa a España para fracasar y morir. El correoso policía municipal («raza numantina», escribe Trapiello) que vive en una chabola debajo de la cual meten una imprenta digna de los revolucionarios rusos de 1905. Jesús Monzón, el aristócrata rojo, elegante y refinado, que acabó siendo depurado por sus camaradas, quizá porque no sorbía la sopa y evitaba poner los codos encima de la mesa. Salen muchos más. Sus nombres galdosianos, memorables, saturan estas páginas casi hasta el mareo. 

Posiblemente, las ideas de los camaradas estaban equivocadas (ya se sabe: a comunista muerto, gran lanzada). Desde luego, no estaban bien organizados. Ciertos personajes demostraron cobardía a la hora de la verdad. Otros bordeaban la delincuencia común. Unos pocos lograron escapar del avispero español gracias a la providencial intervención de los servicios secretos americanos. No eran santos de leyenda áurea (o sea falsa), sino hombres y mujeres con todas sus flaquezas, inmersos en un contexto insoportable, que muchos no habían ni siquiera escogido, y que les mandaba derechos al paredón. Pero le plantaron cara a una dictadura odiosa. Por esa razón merecen recuerdo; también, cierta comprensión y compasión: su tiempo fue peligroso para vivir.

«Madrid 1945», la noche de los cuatro caminos, con todos los reparos que se le puedan hacer, está maravillosamente escrito. La edición es de lujo; sus magníficas ilustraciones son como una ventana rota abierta a un pasado de piojo verde. De insoslayable lectura para los aficionados a la historia o la simple literatura (si es que no son lo mismo). 

Andrés Trapiello

Andrés Trapiello (1953) es un escritor español, nacido en Manzaneda de Torío, provincia de León. Estudió con los frailes, para acabar militando durante su juventud en pequeñas organizaciones de extrema izquierda. En la editorial Trieste recuperó a autores malditos, «que ganaron la guerra pero perdieron los manuales de literatura», como el falangista Rafael Sánchez Mazas. Novelista, diarista, poeta y ensayista, Andrés Trapiello es uno de los escritores españoles más brillantes y discutidos de las últimas décadas. Infatigable lector, merodeador incombustible del Rastro, descubridor de autores raros o marginados, vive en Madrid, con su mujer y dos hijos.

Publicado por Alberto.

8 comentarios:

  1. Magnífica entrada, Alberto, he disfrutado leyéndola. Como haces en ella, hay que poner los puntos sobre la íes. No fueron igual unos y otros. Decir, entre otras muchas cosas, que los luchadores comunistas eran como la ETA es una consciente desvergüenza. ¡Ah! Perdón, que no los dice Trapiello, que lo dice una anciana comunista. Ya, claro.
    Y sí, Trapiello tiene mucho oficio.

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  2. Muchas gracias Charlie.

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  3. Las críticas buenas decía Juan Ramón son las de pro y contra, como esta. Y como yo también soy algo crítico, seguro que ni los pros son tanto ni los contra tampoco, de modo que estaríamos usted y yo más en acuerdo que en desacuerdo. Así que gracias.

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  4. Con todos los respetos, qué limitadas me parecen estas lecturas insidiosas de los libros de Trapiello. El señor reseñista no deja de alabar al gran escritor Trapiello, tanto se desgranan las ideas del libro como se insinúa de manera insidiosa la miopía ideológica de un escritor que es ¡liberal!
    Compasión y comprensión son el sustento de la mirada de Trapiello a aquellos tiempos. Y la hay por los apaleados comunistas, sobre todo...

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    1. Bueno, el señor reseñista intenta ser crítico con aquello que lee, que es una manera como cualquier otra de ser liberal, quizá por aquello tan viejo del libre examen (raíz del liberalismo, por cierto). En mi opinión, el libro de Trapiello es excelente, pero con peros, que se pueden y deben explicar de manera concreta, no por afán inquisitorial, sino porque el deber moral de cualquiera que escribe una reseña, una crítica, es expresar también su desacuerdo en tal o cual aspecto. Esto no supone ni de lejos desacreditar todo el libro o menospreciar a su autor. Al contrario, es tomarse en serio el libro. Así que recomiendo encarecidamente la lectura de "Madrid 1945", pero sin anteojeras ni necesidad de decir amén a todos los juicios arbitrarios de Trapiello. Naturalmente, las interpretaciones son lícitas, siempre que sean decentes, o sea fundamentadas.

      Un cordial saludo.

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  5. Intentar blanquear una doctrina como la comunista, que ha sido la mayor lacra de la humanidad, con cientos de millones de asesinatos, que continua en la actualidad (Cuba, Venezuela, Corea del Norte, China) a través de la reseña de un libro es inadmisible.
    "Posiblemente las ideas de los camaradas estaban equivocadas", con eso se califica el reseñista.

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  6. Solo una muestra de cómo "blanqueo" el comunismo: "El PCE estaba aquejado de espionitis, la versión celtibérica de la paranoia asesina estalinista." Es una apología del comunismo, evidentemente. En todo caso, su comentario no alude al libro sino "a los cientos de millones de muertos del comunismo", a la lacra de la humanidad o a Venezuela (que no sé qué pinta en este asunto). Son temas interesantes, sin duda, pero que caen fuera de mi ámbito de competencia, y entenderá que no entre a discutirlos.

    Reciba un cordial saludo.

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