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viernes, 20 de enero de 2023

Guerra y vicisitudes de los españoles - Julián Zugazagoitia

 

Título: Guerra y vicisitudes de los españoles                                                                    Autor: Julián Zugazagoitia
 
Páginas: 696

Editorial: Tusquets

Precio: 24 euros 

Año de edición: 2001

Existen libros que se adelantan a su tiempo. En su momento, son incomprendidos porque tienen una mirada limpia, libre y carente de prejuicios. Afirman sin miedo aquello que no será aceptado hasta mucho tiempo después. Esos escritos sinceros que brotan de la conciencia del autor poseen un notable valor moral. El político socialista Julián Zugazagoitia publicó en 1940 en Buenos Aires la que quizá es la mejor crónica personal de la guerra civil española. Para ello se sirvió de su oficio de periodista y de un profundo conocimiento de los círculos políticos republicanos. El resultado es un libro imparcial, pero apasionado: la pasión por la verdad desde la perspectiva de quien tomó parte sin ser partidista. 

«Guerra y vicisitudesde los españoles» es una memoria larga, densa, cargada de acontecimientos, de un tiempo histórico pleno y trágico. Pero en ningún momento se hace pesada o reiterativa. Un aroma de veracidad da vida a cada una de sus páginas. Zugazagoitia nos dice en el prólogo: la guerra de España no ha terminado. No ha terminado porque los odios de unos y otros siguen ardiendo, aunque hayan concluido las operaciones militares. Así que el periodista vasco se impuso una obligación moral: contar la guerra de España sin pretensiones de verdad absoluta, con un enfoque personal, rescatando el sacrificio del pueblo español y pensando en las generaciones futuras. Teme que su pretensión no será bien comprendida del todo. Hoy su libro es considerado un clásico imprescindible sobre la guerra civil

Zugazagoitia escribe con gran precisión. Su estilo es galdosiano, expresivo y castizo. Trata de entender los motivos de tirios y troyanos sin necesidad de censurarlos. Evita los ajustes de cuentas. Habla con gran respeto de adversarios ideológicos como Gil Robles, Calvo Sotelo o José Antonio Primo de Rivera. Expone con detalle el caos que se desató en la España republicana como consecuencia del fracaso del golpe de Estado militar. La revolución no dudó en eliminar a sus enemigos. Lo mismo hacían los sublevados. En el verano de 1936 un doble terror acabó con la vida de decenas de miles de españoles. Como testigo del desbarajuste republicano, Zugazagoitia presencia atónito la disolución del poder estatal: revolución desatada, milicias armadas, actos irreflexivos, barullo y violencia en la retaguardia. Su análisis concreto y razonado se ajusta a la realidad de los hechos. Contando la verdad, Zugazagoitia hizo historia. 

Desde el principio la guerra fue mal para los republicanos. Zugazagoitia era consciente de que sin reconstruir un estado fuerte y unas fuerzas armadas eficientes el destino de la república estaría sellado. El avance faccioso fue frenado en seco a orillas del Manzanares. Un aliento épico inflama el libro cuando describe la valiente resistencia de Madrid. Con tristeza se narra la caída del norte ante la feroz acometida de los rebeldes: «un viento de desesperación flota sobre todas las voluntades rotas y vencidas». La república se tambalea, pero no cae. 

Zugazagoitia era un socialista del sector templado de Indalecio Prieto. Sin embargo, aceptó plenamente la consigna «resistir es vencer» del doctor Juan Negrín. Había que aunar fuerzas para aguantar. Reconstruir la legalidad republicana como única fuente de legitimidad contra los sublevados era el proyecto de los republicanos fieles a la democracia. Entre ellos se contaba él. Y bien pronto. Cuando en agosto de 1936 varios ilustres políticos fueron asesinados en Madrid, Zugazagoitia condenó públicamente esos crímenes desde su convencimiento de que debía respetarse la ley. 

En 1937, Zugazagoitia fue nombrado ministro de la Gobernación. Desde el sillón ministerial presenció las tensiones entre Indalecio Prieto, Juan Negrín y Manuel Azaña. El orondo Prieto era un socialista moderado anticomunista desalentado ante las constantes derrotas republicanas. Negrín, un presidente del gobierno animoso y ciclotímico para quien la ayuda de la URSS era imprescindible si la república quería sobrevivir. Azaña es quizá la figura más patética. Confinado en su cargo de presidente de la república, sabía que la derrota era inevitable. Su lucidez impotente le enfrentó con el decidido Negrín.

Zugazagoitia fue el cronista de estos enfrentamientos personales que anunciaban la disolución de la democracia española. En los últimos capítulos describe con acentos conmovedores el derrumbe republicano. La guerra terminó con cientos de miles de refugiados que por caminos helados intentaban alcanzar la salvación en Francia. Cada mirada derrotada de los fugitivos era una acusación para el socialista. El 1 de abril de 1939 Francisco Franco escribió de su puño y letra el parte final de la guerra civil. En un brillante epílogo se pronostica lúcidamente la ambición franquista por el poder. 

Suele decirse que es necesario que los acontecimientos pasen a ser historia para escribir sobre el pasado de un modo objetivo. La presunta neutralidad que da la distancia. Zugazagoitia demostró, por el contrario, que se puede narrar la historia inmediata desde un espíritu ecuánime, sin odio ni rencor. Por esta razón, «Guerra y vicisitudes de los españoles» es un libro juicioso y magistral.

Julián Zugazagoitia

Julián Zugazagoitia Mendieta (1899-1940), político, periodista y escritor español, nació en Bilbao. Su padre era obrero metalúrgico. Socialista desde muy joven, dirigió periódicos como «La lucha de clases» y «El socialista», además de escribir novelas sociales y una biografía de Pablo Iglesias. Fue concejal en el ayuntamiento de Bilbao y diputado en dos ocasiones. Viajó a la URSS, pero defendió la independencia del PSOE frente a los comunistas. Dentro del socialismo español, mantuvo una posición moderada afín al centrismo de Indalecio Prieto

Con el estallido de la guerra civil, Zugazagoitia se opuso al terror desencadenado en la España republicana. Desde 1937 a 1938 fue ministro de la Gobernación en el gabinete presidido por Negrín. En 1939 se exilió en París. Al año siguiente lo detuvo la Gestapo, gracias a la colaboración franquista, fue devuelto a España, condenado a muerte y ejecutado. Sus restos reposan en el cementerio de la Almudena.

Publicado por Alberto. 

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