Título: Madera de boj Autor: Camilo José Cela
Páginas: 323 pág.
Editorial: Espasa Calpe
Precio: 4 euros
Año de edición: 1999
Pocos años antes de
fallecer, Camilo José Cela publicó su última gran novela: «Madera de boj»
(1999). Don Camilo fue un gallego de rompe y rasga. Su libro postrero es un
hermoso homenaje a la costa escarpada en donde creía el romano que se acababa
el mundo: finis terrae, Finisterre. La Costa da Morte es la
protagonista. Cela no temía experimentar. Fue un escritor radical que cambió el
curso de la narrativa española.
«Madera de boj» no es
una novela tradicional. No existe protagonista, ni tampoco una trama que se
pueda seguir de una manera inteligible. El lector tiene que asumir que está en
el terreno de la fabulación pura. El aparente desorden de la novela se va poco
a poco articulando a medida que avanzan sus páginas.
Estamos en el fin del
mundo, azotado por el Atlántico, el mar tenebroso de los antiguos.
Pequeños pueblos con hermosos nombres jalonan la costa. Es la Galicia
mágica y mítica. Un mundo indefinido de resucitados, meigas, santos, conjuros,
monstruos, la Santa Compaña, lobisomes o curanderos. La narración es
fragmentaria. Se agita como las olas del océano. En esta obra, cada historia,
anécdota o personaje es una ola que aparece, desaparece y vuelve a aparecer.
Pero el mar es siempre idéntico a sí mismo. En su eterno vaivén se asemeja a un
Dios satisfecho de su propia perfección. «¡Abierto en mil heridas, cada
instante,/¡Qué plenitud de soledad, mar solo!», escribió Juan Ramón Jiménez. El mar uno y múltiple rebosa dentro de su totalidad. Es eterno e
insondable. También peligroso: muerde la tierra y se lleva a los hombres.
Como el mar, «Madera de
boj» supone un permanente flujo y reflujo. Las cosas vuelven, como en un ritornello
que nunca se acaba, porque en verdad están fuera del tiempo. El libro acaba
adquiriendo el ritmo hipnótico de una letanía repetida una y otra vez. El
sonido del mar es la voz ahogada de los muertos.
La madera de boj es
dura y amarillenta. Muy codiciada para hacer toda clase de utensilios. La
palabra brújula viene del italiano bossolo que a su vez proviene de boj.
Los marinos conocen bien este árbol que nunca pierde sus hojas. Perenne como el
mar.
Cela era pesimista. La
frustración es el destino del hombre. También la muerte. En la Costa da
Morte (auténtica metáfora de la vida humana cuando se vislumbra su
acabamiento) se repiten los naufragios. Sin embargo, cabe cierta esperanza: los
náufragos resucitan transformándose en seres alucinantes que constituyen un
bello ejemplo de realismo mágico a la gallega. La intensidad de sus imágenes proporciona
a la novela una notable calidad lírica (¿una novela poética?, ¿un poema en
prosa?). En ella no existe el tiempo con su cronología lineal. Las criaturas
del aire o de las profundidades conviven con los hombres. La maravilla es
consecuencia de la libertad imaginativa. Una imaginación precisa y metódica
como la de un monje copista del medievo. En definitiva, estamos en los dominios
del mito. Un ser mitológico que quizá ayude a entender «Madera de boj» es el
uróboros, la serpiente que se muerde la cola formando un círculo perfecto. El
uróboros simboliza el ciclo eterno de las cosas.
Este texto tiene su
lógica. Escuchamos el rumor de innumerables voces en una polifonía
magistralmente orquestada al igual que oímos lejanamente el ruido del mar. Los
hombres nacen y mueren como las olas. Lo que ha existido una
vez nunca desaparece del todo. Es el eterno retorno (Cela fue un gran
lector de Nietzsche). La vida gallega tradicional es mágica. Los linderos entre
el sueño y la realidad se difuminan al igual que una fraga cubierta por la
niebla. Reina la superstición. Un hilo de oro mágico une las regiones célticas
de Galicia, Bretaña y Cornualles.
En «Madera de boj», don Camilo no renuncia a su sentido del humor escatológico. El sexo es
omnipresente. Las comilonas (el libro es casi un recetario de gastronomía
gallega) alternan con el crimen y la muerte. Los milagros de los santos están
hechos de la más cruda realidad material (tacos incluidos). En las sociedades
tradicionales la magia se asienta en lo prosaico. La vida se funde con lo
maravilloso. Lo fantástico es real.
A lo largo de esta
estructura fragmentada, coral y repetitiva, Cela introduce sabiamente diálogos
de cuidada intención irónica, que permiten un cierto distanciamiento respecto
del aluvión narrativo que se nos propone. Las sentencias fulgurantes demuestran
su capacidad para el aforismo; ejemplo: «la fama barre a la soledad, pero
también la alimenta». Los refranes en gallego subrayan el fondo
intrahistórico de un pueblo milenario.
Por último, es
admirable la notable imaginación de Cela (con los seres fantásticos que
aparecen en el libro podría componerse un magnífico bestiario), combinada
con una inmensa erudición sobre su región. Un autor capaz de escribir
con más de ochenta años una novela como «Madera de boj» demuestra unas dotes
literarias poco comunes. Por derecho propio, don Camilo entra dentro de esa
tradición gallega del relato fantástico que tan bien cultivaron Wenceslao Fernández Flórez, Rafael Dieste o Álvaro Cunqueiro. Lean y maravíllense con
este auténtico testamento literario, en donde está todo Cela (y quizá mucho de
lo que Cela quiso ser).
Camilo José Cela
Camilo José Cela y
Trulock (1916-2002), escritor español de raíces británicas e italianas por
parte de madre, nació en Iria
Flavia, aldea del municipio de Padrón.
La familia de Cela
era burguesa, acomodada y conservadora. Su infancia gallega fue feliz. En 1925
se trasladó a Madrid. Empezó
varias carreras, pero no terminó ninguna. Pilló la tuberculosis, tuvo que
guardar reposo y leyó mucho. Comenzó a escribir poemas y se relacionó con
jóvenes escritores como Rosa
Chacel, Max Aub o María Zambrano.
Luchó en la guerra civil con los franquistas. Quiso ser delator. Después de la
guerra fue censor. Siempre buscó el triunfo.
A partir de 1942, un
campesino extremeño llamado Pascual Duarte convirtió a Cela en el
escritor tremendista por excelencia. Con «La colmena» (1951), el antiguo censor
debió sufrir los rigores de la censura. Se fue a vivir a Palma de Mallorca.
Fundó la editorial
Alfaguara y la importante revista literaria «Papeles de Son
Armadans». Obtuvo todos los premios, incluido el Nobel en 1989. Se hizo
rico y famoso. Fue senador. Cela era un
hombre grande, gordo, malencarado y con un vozarrón profundo
e intimidante. Le encantaba escandalizar. Su lema era «quien resiste, gana».
Ya viejo, se separó de su mujer. Sus últimos años fueron tormentosos y
afectaron injustamente a su fama de escritor. Hubo hasta acusaciones de plagio.
Acabaron por hacerle marqués. Cela falleció en
2002. Sus restos reposan bajo un pacífico olivo.
Publicado por Alberto.