Título: Las poseídas de Stepford Autor: Ira Levin
Páginas: 167
Editorial: Plaza y Janés
Precio: 6 euros
Año de edición:1995
Joanna es una atractiva mujer de clase media alta. Fotógrafa aficionada, se muda con su marido Walter y sus dos hijos a una comunidad idílica. En Stepford todo está limpio y ordenado. Los vecinos son agradables. El ruido de Nueva York queda atrás. Stepford es un frío escaparate de la tranquilidad burguesa (preferiblemente blanca, anglosajona y protestante). Pero es demasiado autosuficiente. Estéril. Joanna no se encuentra cómoda. A medida que pasan las semanas su perplejidad se convierte en inquietud y finalmente en completo terror.
«Las poseídas de Stepford» (1972) es un pequeño prodigio de habilidad narrativa. El estilo es transparente. Ningún elemento ajeno a la historia entorpece la lectura de la novela. No hay digresiones, ni reflexiones inoportunas. Levin va al grano desde la primera página. Sin embargo, no se trata de un libro simple o plano. Al contrario, su aparente sencillez contrasta con la complejidad de fondo.
Las mujeres de Stepford son irreales por demasiado perfectas: «Eso eran todas ellas, todas las esposas de Stepford: actrices de anuncio, contentas con sus detergentes y sus ceras para el suelo, con sus productos de limpieza, sus champús y sus desodorantes. Actrices guapas, sobradas de curvas y faltas de talento, que interpretaban su papel de amas de casa de clase media con tanta solicitud que no resultaban verosímiles ni convincentes».
Intachables señoras de su casa: bonitas, hacendosas, dedicadas sin descanso a las tareas domésticas. Joanna es una urbanita vagamente feminista. No le gustan esas mujeres que parecen ilustraciones de una revista de los años 50. Carecen de imperfecciones. No parecen del todo humanas. La actitud complaciente de sus maridos enerva a Joanna. Así que lo raro va creciendo hasta alcanzar el pavor. «Las poseídas de Stepford» es una curiosa novela de terror.
Joanna es dubitativa. Algo desordenada. Quiere dinamizar la extraña vida femenina de Stepford organizando un club femenino de debate. Pronto se quedará sin asistentes. Los hombres de Stepford se muestran satisfechos. Tienen su asociación masculina. En ese lugar hermético no entran las mujeres. Los varones aseguran que no hacen nada raro: beben, juegan y ven películas subidas de tono. Todo muy convencional. Joanna está cada día más asustada. Quiere irse. Su marido se resiste: perderíamos dinero, aquí estamos bien, piensa en los niños, deberías visitar a un psiquiatra, querida porque últimamente te noto demasiado nerviosa. Las amigas parecen distintas. Joanna cree notarlo. Misterio.
Ira Levin mantiene una ambigüedad admirable en su relato. ¿Estará Joanna loca o es realmente víctima de un maquiavélico plan urdido por los maridos de Stepford? ¿Cómo puede ser que una vez transcurridos cuatro meses las mujeres cambien tanto? ¿Será la contaminación atmosférica? ¿O el agua? ¿Es conjura o paranoia?
Esta novela se lee sin tregua. Peter Straub escribió: «No sé si “Las poseídas de Stepford” puede calificarse propiamente de sátira feminista, pero el sentido de la oportunidad de Levin fue impecable, de una perfección absoluta». Sin un solo movimiento superfluo, esta novela recuerda la pincelada de un calígrafo chino, concluye Straub. Un libro excelente.
En 1975 el director Bryan Forbes dirigió una interesante adaptación al cine: «Las esposas de Stepford». La versión de 2004 de Frank Oz, «Las mujeres perfectas», no es tan buena, pese al protagonismo de Nicole Kidman.
Ira Levin (1929-2007), hijo de un comerciante judío, nació en Nueva York. Estudió filosofía e inglés, se enroló en el ejército y logró abrirse camino como escritor de éxito. De sus siete novelas, la más conocida es sin duda «El bebé de Rosemary» (1967), llevada al cine por Roman Polanski en la genial «La semilla del diablo» (1968).
Levin fue asimismo un
importante dramaturgo. En «Los niños del Brasil» (1976) imaginó unos
clones infantiles del mismísimo Adolf Hitler que pretendían dominar el mundo.
Ira Levin pulía incansablemente la forma de sus novelas para lograr el estilo
exacto que mejor se ajusta a una trama perfecta. Falleció en su casa de
Manhattan como consecuencia de un ataque al corazón.
Publicado por Alberto.
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