Título: Tan poca vida Autora: Hanya Yanagihara
Páginas: 1008 pág.
Editorial: Lumen
Precio: 23,65 euros
Año de edición: 2016
Termino el libro con el corazón encogido, situación por la que he pasado durante buena parte de la lectura y, siendo ¡mil ocho! páginas, eso es mucho tiempo. Es un libro impresionante, que me ha tenido pegada a él sin respiro.
Es un libro doloroso, que habla mucho sobre la dificultad, la imposibilidad de recuperarse de una infancia en la que se ha sufrido lo más abyecto que pueden infligir los adultos a los niños. Es la lucha del protagonista, Jude, por vivir. Alguien a quien robaron la inocencia, los juegos, la confianza en sí mismo y en los demás, le negaron el necesario afecto y le hicieron creer que no valía nada. Lo arrasaron moral, emocional y físicamente.
En esa lucha, va pasando por estadios diferentes, siempre culpabilizándose si se siente feliz, siempre pensando que no lo merece, que no merece el afecto, la dedicación o la admiración de los demás, por lo que rechaza todo lo que conforma la estabilidad de un ser humano, su columna vertebral, lo que le mantiene erguido y dispuesto para la vida, el amor.
Jude es maltratado de niño por los responsables de un orfanato en donde aparece sin saber cómo y por los curas del monasterio al que lo destinan después y de donde huye con uno de los frailes, que se supone le quiere, pero es para seguir un punto más su degradación a causa de la perversión; esa única persona en la que confiaba le traiciona. Todavía tendrá que sufrir más, caer más hondo todavía, hasta que es rescatado por la policía. Lo llevan a un centro donde encuentra una asistenta social con quien parece que va a poder superar sus grandes traumas. Un pequeño respiro para quien lee.
Respiro mayor es la relación que establece en la universidad con otros tres estudiantes, con los que empieza a compartir cuarto y quedará ligado profundamente a ellos durante toda su vida, incluso, al pasar los años, con uno de ellos conformará una pareja singular. Respiro también la relación que establece con el que nunca dejará de ser su médico pero, sobre todo, será su amigo. Y otro respiro también cuando es adoptado por quien fue su profesor en la universidad, Harold.
Así, entre momentos de dolor y de felicidad va transcurriendo una vida, una sucesión de batallas que van in crescendo en dificultad para el protagonista contra toda lógica, dadas las cantidades de amor que recibe, sin hablar de la admiración que también se niega a admitir por sus logros laborales.
Es admirable cómo pueden escribirse mil páginas y tener siempre enganchado a quien lee, unas veces con emoción, otras con estupefacción, siempre sintiendo gran empatía por el protagonista que, con seguridad, rechazaría esa empatía si pudiera dejar de ser un personaje de ficción. Es la manera de diseccionar el alma humana lo que hace el milagro. La autora habla del mal y del bien, del odio y del amor, de la fealdad y de la belleza. Habla de personas malvadas para quienes no hay redención posible ni segundas oportunidades, pero también habla de personas normales con sus virtudes y defectos, con sus aciertos y errores, tan reales como quienes leemos —salvando que los personajes principales acaban todos siendo enormemente ricos— pero los sentimientos son los mismos. Habla del proceso del dolor y la pérdida con el paso del tiempo y cómo adaptarse a ellos. En definitiva, habla de la vida y la muerte; de distintas vidas y de distintas muertes y siempre con una competencia admirable. Habla ¡de tanta vida!
Destaca el canto a la amistad, que la autora cree, según sus mismas palabras, que es tan importante en una ciudad como en la que se desarrolla la novela, Nueva York. Logra que nos impliquemos en esa historia de amistad tan importante, así como lo hacemos con el médico y amigo siempre pendiente de él, y, cómo no, con el personaje más admirable de la novela, Harold, que en su papel de padre adoptivo acepta a su nuevo hijo tal cual es y tal cual se va mal adaptando a la vida. Es el paradigma del amor.
Importante también es el arte que fluye por todo el libro, de hecho, de los cuatro amigos solo Jude no es artista y viven en ese medio. La admiración por la belleza está tan bien descrita que la escritora logra emocionarnos mientras nos hace ver los cuadros, los paisajes, los edificios.
En este blog, por la a mi juicio acertada decisión de su autor, Antonio Rodríguez, solo se habla de libros que nos han gustado y, consecuentemente, los recomendamos en general a todas las personas. Este es el primer libro que reseño para ser publicado que, gustándome mucho, sé que no puedo recomendar a todo el mundo; en primer lugar, por su gran extensión ya que hay personas a las que les asustan los «tochos»; en segundo lugar, porque es muy doloroso, aunque sea en la misma medida gozoso y sé que no todas las personas lectoras están dispuestas a pasar malos ratos. Pero debo insistir en que es un libro estupendo que me alegro mucho haber leído, como han hecho millones de personas.
Creo que merece la pena atreverse a leerlo.
Hanya Yanagihara (Los Ángeles, 1974) es estadounidense de ascendencia hawaiana y japonesa, donde vivió, entre otros lugares. Actualmente está afincada en Nueva York. Es una editora prestigiosa. Con el libro que se reseña, que apareció en 2015, dio la campanada, aunque no es el primero, pues en 2013 ya había publicado con mucha repercusión «La gente en los árboles». El éxito de esta segunda novela ha sido fulgurante. Ha llegado a más de dos millones y medio de lectores, ha obtenido innumerables premios prestigiosos, como el de ser elegida mejor novela del año por The New York Times, The Washington Post y otros periódicos y revistas, cuya enumeración sería demasiado larga. También estuvo nominada a uno de los premios más prestigiosos, el Premio Booker de ficción. Queda pendiente de lectura la reciente aparición en España de su última novela «Al paraíso» que está teniendo también muy buena aceptación.
Publicado por Paloma Martínez.
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