Título: Autobiografía Autor: John Stuart Mill
Páginas: 320 pág.
Editorial: Alianza
Precio: 11,95 euros
Año de edición: 2008
El británico John Stuart Mill fue uno de los grandes
pensadores liberales del siglo XIX. Su obra más conocida es el clásico «Sobre la libertad» (1859). Mill investigó el grado de libertad
particular compatible con las normas de la sociedad. El hombre es un
animal social. Pero convivir no significa desvanecerse en la
colectividad. El individuo es lo esencial. Tiene derecho a la
autodeterminación personal. Es un fin en sí mismo. Por esa razón, las
libertades civiles y políticas son el dique frente a la tiranía. En una
palabra: liberalismo democrático.
En
esta magnífica «Autobiografía», Mill nos cuenta su formación
intelectual. La educación que recibió fue abrumadora. Hasta los catorce
años, estudió los clásicos griegos y latinos, filosofía, economía,
derecho e historia. Leyó pocas obras de imaginación. Mantuvo escasas
relaciones con jóvenes de su edad. Nada de juegos o diversiones que le
distrajeran de su erudición libresca. Nada de educación física o de
habilidades manuales. El joven Mill se mostraba torpe cuando se
planteaban cuestiones prácticas.
El
pedagogo de John Stuart fue su padre, el destacado filósofo, economista
e historiador James Mill. La sombra poderosa de Mr. Mill oscurecía al
muchacho. Stuart Mill confiesa que en ocasiones se sentía aplastado por
aquel escocés serio, honrado, trabajador y puritano. James Mill le
preguntaba a su hijo las lecciones del día durante largos paseos. Lo
sentaba a su lado a estudiar. Se mostraba frío y exigente con él. Stuart Mill acepta que su formación fue privilegiada pero, pese a su gran
contención emocional, reprocha al padre el rígido intelectualismo que
sufrió: «Sucede con frecuencia que los hijos de padres enérgicos
crecen sin energía por depender de sus padres. Son sus padres los que
son enérgicos por ellos». «La educación que me dio mi padre era mucho más apropiada para enseñarme a conocer que para enseñarme a hacer». «El elemento que más se echaba de menos en la relación moral que había establecido con sus hijos era la ternura».
Admite
que esta era la educación normal entre las clases altas victorianas.
Manifestar los sentimientos se consideraba inapropiado. Los futuros
caballeros no debían perder el tiempo con francachelas. Mill recuerda
que durante su juventud no se valoraba en nada. En cambio, los demás lo
encontraban «enormemente presuntuoso y desagradable». Como su
padre, carecía de convicciones religiosas. Para James Mill, la moral era
independiente de la religión. Su postura era parecida a la de los
estoicos. Esta creencia básicamente agnóstica fue la que heredó su hijo John. Es inútil preguntarse sobre los misterios de la vida. Lo relevante
debe tener una finalidad pragmática y concreta.
John Stuart Mill era un sabio con catorce añitos. Aprender era su vida.
Cuando se libra de la asfixiante tutela paterna va adquiriendo una
progresiva madurez de pensamiento. Viaja a Francia. Allí la libertad de
costumbres contrastaba poderosamente con la represión de la Inglaterra victoriana. Los franceses expresaban sus sentimientos sin miedo. Para un
joven que había pasado su infancia aislado entre montañas de libros
aquello fue como aprender a respirar. Aparecen sus primeras
publicaciones. Sus enormes dotes intelectuales empiezan a
brillar.
Los rasgos de
su pensamiento se perfilan: importancia del razonamiento preciso y
lógico frente a las efusiones sentimentales; defensa de la libertad como
fundamento de una verdadera vivencia moral; radicalismo liberal en la
línea de Jeremy Bentham (gran amigo de su padre). El utilitarismo
benthamita defendía que el contenido de la legislación debe asegurar el
mayor bien para el mayor número posible de personas. En este sistema no
hay lugar para sentimentalismos. La nueva organización social es
consecuencia ineluctable del progreso humano. Mill se abre asimismo a
otras influencias intelectuales. Compara, matiza y depura sus
conocimientos. Quiere reformar a la humanidad. El progreso era el
fetiche de su siglo.
Mill rechaza absolutamente la minoría de edad legal de la mujer,
comparándola acertadamente con la subordinación de los súbditos respecto
al monarca absoluto; valora con énfasis la calidad humana e intelectual
de su amiga, esposa y colaboradora Harriet Taylor (su prematura muerte
le destrozó); nos informa de sus empresas culturales, políticas y
periodísticas; destaca la influencia que en su pensamiento tuvo el
socialismo utópico de Owen, Fourier y Saint-Simon; también el
positivismo de Comte; se considera un demócrata radical, pero valora las
finas críticas de Tocqueville, porque una democracia degradada puede
conducir al despotismo del ejecutivo sobre un conjunto amorfo de seres
iguales y aislados: la dictadura del anonimato; las lecturas de los
poetas románticos le ayudaron a rectificar ciertos excesos de una razón
analítica y disolvente que acaba por devorarse a sí misma, con lo que deja al
hombre desnudo y sin esperanzas. Al final de su vida, desde una base
utilitarista e ilustrada, liberal radical, Mill fue acercándose al
socialismo. La "Autobiografía" ofrece un panorama apasionante de la
evolución de la vida intelectual decimonónica.
Por
último, la prosa de Mill es de una elegancia, concisión y precisión
inigualables. El estilo es frío y reflexivo. Las palabras obedecen al
pensamiento, y no al revés. No se busca impresionar al lector con frases
sonoras o una retórica atrayente (como hacía Carlyle, a quien Mill, no
obstante, admiraba), sino compartir una experiencia intelectual con la
máxima exactitud y pulcritud. Las frases se ajustan a lo que quiere
explicarse como la mano a un guante. El resultado literario es
extraordinario.
John Stuart Mill
John Stuart Mill (Londres, 1806-1873) fue un filósofo, economista
y político británico. De familia culta e intelectual, su tremebunda
educación fue la de un superdotado. Mill devoró a los clásicos en varios
idiomas. Fue influido por Jeremy Bentham, los ilustrados franceses, los
economistas clásicos, los socialistas utópicos y los positivistas. James Mill, su padre, cultivó un genio y salió un genio.
Sus
trabajos sobre la libertad, el gobierno representativo, la esclavitud
femenina o la lógica son clásicos del pensamiento. Mill era un radical
que defendía la democracia parlamentaria, la liberación de la mujer, el
debate para alcanzar verdades compartidas y la inevitable tensión entre
la libertad individual y el progreso social. También defendió el derecho
de los obreros a asociarse para mejorar sus condiciones laborales.
Hombre triste, depresivo y melancólico, sus restos reposan en Aviñón.
Algunos aseguraban no haber visto reírse jamás a John Stuart Mill.
Exagerados.
Publicado por Alberto.
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