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martes, 12 de abril de 2022

Bestias - Federigo Tozzi

 

Título: Bestias                                                                                                                    Autor: Federigo Tozzi

Páginas: 124

Editorial: Barataria

Precio: 15 euros

Año de edición: 2010

¿Encontrar un texto de hace más de un siglo, fresco y original todavía? Si es del sienés Federigo Tozzi, sí, es posible. Esta vanguardista obra, publicada originalmente en 1917, conserva su intención rompedora y su originalidad. Compuesta de 69 fragmentos o minirrelatos, de una página como mucho, en los que siempre aparece de una manera u otra la mención a un animal, es una muestra de la adhesión del autor a la poética del fragmento y ofrece una experiencia lectora singular.

El fragmentismo, o poética del fragmento, es un movimiento literario que apareció en Italia, preconizado por el grupo artístico de la revista La Voce (La Voz) en la etapa en la que la dirigía Giuseppe De Robertis, de 1914 a 1916. Contempla la obra literaria como un conjunto de fragmentos, episodios e imágenes independientes entre sí, que causan un cierto efecto unitario en el lector y rechaza la novela como conjunto organizado de eventos y situaciones, demasiado ordenado y artificial.

Se trata de un librito muy apropiado para ser leído en estos tiempos posmodernos, posglobalizados y pospandémicos, de tiempo atomizado por una vertiginosa Internet. Los textos son poéticos, intimistas y a ratos líricos. Describen la ciudad de Siena, los vecinos, los tenderos de la villa, sus calles; el campo, los verdes prados, la naturaleza y las experiencias del poeta, tímido, algo depresivo y con tendencia a la melancolía («Nunca he mirado dentro de un pozo sin pensar en la muerte», «Sentirse solo es un placer que da miedo»), su infancia sin libros, su novia... en capítulos muy cortos. Algunos, parecen haikus en prosa, los más, están compuestos de frases certeras como campanadas, que parecen irremediables una vez leídas.

Curiosamente, junto a la veta lírica, poética y encantadora, que late bajo estos textos, sencillos y encantadores, aparece otra corriente, terrible y algo gamberra, capaz de odiar profundamente y casi sin límite («Sé que una víbora ha mordido a uno que me odia. Estamos en paz»). Qué contraste.

Por otro lado, en estas páginas aparecen termitas, osos, ocas, mirlos, caracoles, petirrojos, urracas, sapos, conejos... todo un muestrario de fauna campestre mediterránea, desplegado desde el primer fragmento, en el que aparece una alondra, que se le ha metido en el alma al autor y augura la muerte, hasta el último —buenísimo, quizás el mejor— en el que vuelve a hablarnos de una alondra, el alma y la muerte. ¿Presentía que iba a morir tan solo un par de años más tarde? No lo sabemos, pero da la sensación de que así era.

La lectura de estos textos resulta muy amena, en cada capítulo el lector acecha la aparición del animal de turno, el sorprendente cameo zoológico, a veces bien traído, a veces caprichoso, que anima estas páginas. Y casi sin darnos cuenta, al final percibimos que Tozzi ha descrito un esbozo de una ciudad y de una vida, las suyas, con sinceridad, belleza y tensión poética, en un curioso juego de prestidigitación literaria: mientras estábamos pendientes del conejo, nos ha descrito todo un mundo.

En fin, un libro extraordinario, muy moderno en su factura a pesar del siglo transcurrido, lleno de belleza, poesía y contrastes. Es un poco difícil de encontrar (véase ¿Cómo encontrar un libro?), pero creedme si os digo que vale la pena. Y mucho.

La traducción, que parece conservar toda la musicalidad y belleza del original italiano, es obra de Carola Moreno (Madrid, 1955), profesora de italiano.

Federigo Tozzi (Siena, 1883-1920) fue un escritor italiano. Hijo de un hombre autoritario y violento, dueño de una trattoria, se crió en una familia provinciana y acomodada, con tierras y dedicada a la agricultura. Su madre, amable y enfermiza, perdió seis hijos antes de morir cuando Tozzi tenía 10 años. Federigo siempre la recordó con cariño.

Fue un autodidacta, sensible y enfermizo, enfrentado continuamente a su padre, que odiaba que se dedicase a escribir y esperaba que se hiciese cargo de los negocios familiares. Finalmente, consiguió instalarse en Roma, trabajar como periodista y casarse con la escritora Emma Palagi. Conoció a Pirandello, a varios literatos y, sobre todo, a Antonio Borgese, su amigo y editor de sus obras.

Al morir su padre, heredó las fincas de Siena, se dedicó a administrarlas mientras seguía escribiendo y, lamentablemente, falleció muy joven, a los 37 años, de una pulmonía.

Federigo Tozzi

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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