Título: El año del pensamiento mágico Autora: Joan Didion
Páginas: 240
Editorial: Literatura Random House
Precio: 21,75 euros
Año de edición: 2019
«La muerte es cosa de otros. El dolor de la pérdida no se conoce hasta que nos toca».
Quizás haya tantas maneras de sentir el hecho y pasar el duelo como personas, pero seguro que hay tantas maneras diferentes de narrarlo como quienes lo han hecho.
Joan Didion, acostumbrada a relatar crónicas periodísticas, dice al final del libro que no quiere terminar la crónica, así lo define. Crónica, es decir, narración histórica en que se sigue el orden consecutivo de los acontecimientos, aunque ella no siguió ese orden.
Quizás haya tantas maneras de sentir el hecho y pasar el duelo como personas, pero seguro que hay tantas maneras diferentes de narrarlo como quienes lo han hecho.
Joan Didion, acostumbrada a relatar crónicas periodísticas, dice al final del libro que no quiere terminar la crónica, así lo define. Crónica, es decir, narración histórica en que se sigue el orden consecutivo de los acontecimientos, aunque ella no siguió ese orden.
El acontecimiento fue la muerte por infarto de su marido, el también famoso escritor John Dunne, la nochevieja de 2003 y aunque nos narra lo que ocurrió tras el hecho, lo hace en un maremágnum de idas y venidas al acontecimiento mismo y a algunos de sus recuerdos de su vida juntos, 40 años. Se trata de un monólogo que empieza a escribir apenas pasados ocho meses y termina al finalizar el año. Comienza con el extrañamiento de lo terrible de la situación que anticipa la conclusión: «Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba». El asunto está en cómo recorrer el camino entre las 21:15, cuando el matrimonio se disponía a cenar, y el momento en el que comprende y acepta racionalmente, un año después, que la supervivencia propia implica dejar que se vaya la persona y quedarse con su ausencia interminable, con su imagen que se difumina.
A lo largo del libro, la autora nos hace recorrer su peripecia emocional que se traduce en una narración que intenta, y consigue, no agobiar con los sentimientos, sino hablar de manera racional al igual que intentó hacer después de la muerte. Ella misma dice que su forma de escribir es su forma de ser y escribió esta crónica para intentar liberarse de tanta perplejidad y tanto dolor. Para entender.
A lo largo del libro, la autora nos hace recorrer su peripecia emocional que se traduce en una narración que intenta, y consigue, no agobiar con los sentimientos, sino hablar de manera racional al igual que intentó hacer después de la muerte. Ella misma dice que su forma de escribir es su forma de ser y escribió esta crónica para intentar liberarse de tanta perplejidad y tanto dolor. Para entender.
Los primeros meses estuvo muy ocupada emocionalmente con la situación de su hija que estaba en la UCI desde cinco días antes de la muerte de su padre. De hecho, volvían de la visita cotidiana a su hija. Fue más tarde, cuando la hija salió del hospital, narra, cuando empezó a ser consciente de que «pasaba de un dolor pasivo a lidiar con el dolor».
Comenzó entonces la obsesión por los detalles de la muerte, los informes médicos de quienes lo atendieron, el informe del forense, el recuerdo de las muchas veces que habían ido al cardiólogo y las múltiples operaciones para intentar resolver los problemas que padecía John desde hacía más de veinte años. También se empleó a fondo para leer toda la literatura que encontró, no mucha, sobre el duelo por una persona querida y también los estudios científicos. Trataba de entender racionalmente lo que su subconsciente producía, la sensación de que no estaba muerto, de que podía volver. Luego tuvo que enfrentarse con la culpa de haberlo podido evitar y le embargó de tal manera que rastreó todos los detalles para encontrar alguno que le dijera qué signos premonitorios no vio.
Jankélévitch, en su libro «La muerte», dice que la muerte es un asunto de los vivos. Y así queda constancia en esta crónica que nos habla también del desamparo, de la fragilidad, de la soledad, en suma, que invaden a quienes se quedan.
Comenzó entonces la obsesión por los detalles de la muerte, los informes médicos de quienes lo atendieron, el informe del forense, el recuerdo de las muchas veces que habían ido al cardiólogo y las múltiples operaciones para intentar resolver los problemas que padecía John desde hacía más de veinte años. También se empleó a fondo para leer toda la literatura que encontró, no mucha, sobre el duelo por una persona querida y también los estudios científicos. Trataba de entender racionalmente lo que su subconsciente producía, la sensación de que no estaba muerto, de que podía volver. Luego tuvo que enfrentarse con la culpa de haberlo podido evitar y le embargó de tal manera que rastreó todos los detalles para encontrar alguno que le dijera qué signos premonitorios no vio.
Jankélévitch, en su libro «La muerte», dice que la muerte es un asunto de los vivos. Y así queda constancia en esta crónica que nos habla también del desamparo, de la fragilidad, de la soledad, en suma, que invaden a quienes se quedan.
Es un libro muy diferente al magnífico título de Francisco Umbral sobre la muerte de su hijo, «Mortal y rosa», o al también memorable «La hora violeta» de Sergio del Molino, ya reseñado aquí, pero hay algo que tienen en común: que no solo no agobian al lector, sino que una vez terminados sentimos que hicimos muy bien cuando elegimos su lectura.
Joan Didion
Joan Didion nació en Sacramento en 1934 y murió en diciembre pasado en Manhattan. Fue un icono de la literatura estadounidense. Tuvo una vida muy interesante antes de la muerte de su marido e hija, separados nada más que por un año y medio. Escritora de crónicas periodísticas —perteneciente al llamado nuevo periodismo— siendo ella «narradora testigo» de muchos de los conflictos que quiso vivir de cerca para poder escribir. También publicó ensayos y novelas. Fue una mujer comprometida, lo que queda patente en toda su obra en la que habló, por ejemplo, de los cubanos expatriados en Miami, de la situación de El Salvador, de la pérdida de los valores tradicionales.
También, junto con su marido, escribieron guiones para el cine. El mayor éxito lo obtuvo con el libro que se reseña que quedó finalista de los prestigiosos premios Pulitzer y del National Book Critics Circle Award. De este texto se hizo obra de teatro en forma de monólogo que en Estados Unidos protagonizó su amiga Vanessa Redgrave. Hay también versión en español que se puede ver en Youtube.
Publicado por Paloma Martínez.
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