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viernes, 31 de diciembre de 2021

Manuscrito cuervo: historia de Jacobo - Max Aub

 

Título: Manuscrito cuervo: historia de Jacobo                                                                   Autor: Max Aub

Páginas: 144

Editorial: Cuadernos del vigía

Precio: 19 euros 

Año de edición: 2011

1940: miles de prisioneros se agolpan en el campo de concentración francés de Vernet. Son los restos del naufragio europeo: republicanos españoles, italianos y alemanes antifascistas, polacos, apátridas y judíos. Toda una colección de perseguidos que huyeron de sus países para encontrar cobijo en la democracia francesa, y se encontraron con alambradas, bayonetas y bofetadas. Algunos conseguirían escabullirse y comenzar lejos una nueva vida; pero otros fueron engullidos por el torbellino nazi. 

Entre los prisioneros había un español que acabó siendo puesto en libertad. Cuando ordenaba sus cosas (papeles, fotografías, recuerdos), encontró un cuaderno escrito en un idioma desconocido: el corvino. Y es que su autor era un cuervo llamado Jacobo, que de árbol en árbol se dedicaba a observar a los internos del campo. Con el tiempo, se logró descifrar el cuaderno y se tituló «Manuscrito cuervo». La fiel traducción se debe a Aben Máximo Albarrón y la edición, a J. R. Bululú. Detrás de esta filigrana cervantina se oculta el autor del libro que comentamos: Max Aub.  

Jacobo es un cuervo erudito y pedante que quiere elaborar un informe científico sobre los hombres para el mejor aprovechamiento de su especie. Los resultados son sorprendentes. Para Jacobo, que entiende las cosas a su manera, un campo de concentración es una de las instituciones educativas más relevantes. Los campos fueron inventados por los ingleses, pero para los demás. No es fácil licenciarse en un campo de concentración. Los internos son una casta superior a los guardias, sus inferiores. Es cierto que los prisioneros están esqueléticos, pero eso es manifestación, según Jacobo, de una mayor espiritualidad. Además, algunos prisioneros se dividen en tribus. Por ejemplo, existe la tribu de los anarquistas, que hablan esperanto. Otra tribu, enemiga de la primera, son los comunistas: brillan con sus condecoraciones. Los comunistas tienen un libro muy importante llamado «El capital», que, incomprensiblemente, «va dirigido contra lo que anuncia». La perplejidad agita las plumas del cuervo.

Jacobo se muestra poco condescendiente con los bípedos. Los encuentra inconstantes, caóticos, contradictorios. Da ejemplos. Los hombres cifran su ideal en la libertad, amontonando fronteras. Otorgan una importancia decisiva a esas líneas imaginarias. Así que a veces se acuestan polacos y se despiertan rusos sin comerlo ni beberlo. Los hombres se matan por unos papeles. Ante todo, quieren tenerlos «en regla». El misterio del dinero depende de otros papeles llamados billetes de banco (Jacobo se come unos billetes y no advierte un sabor especial). Cuando quieren entretenerse, los hombres corren detrás de una pelota. 

Desde la perspectiva corvina, nada de todo esto es funcional. Deberían admirar lo que el gran padre Cuervo ha creado y disfrutar de la vida sin tantas complicaciones. Pero los humanos obedecen a unas deidades recónditas y todopoderosas, quizá inventadas por ellos, conocidas como burocracia, que les hacen la vida imposible. «No hay cuervo que los entienda, ni ellos se entienden», concluye Jacobo.

Max Aub consiguió con «Manuscrito Cuervo: historia de Jacobo» (1955) una de sus mejores creaciones. Mezcla única de documento del universo concentracionario y sátira surrealista digna de un Quevedo, el escritor valenciano aprovecha las lecciones corvinas para ajustar cuentas con una Europa fascista que no duda en meter entre rejas a aquellos que, como Aub, han perdido su patria. Así pues, Jacobo, que vuela por encima de las fronteras, es testimonio y símbolo de la libertad universal agonizante. Gracias al totalitarismo, los pueblos «hoy mugen a las sombras tras las empalizadas», como escribiera Pedro Garfias

El cosmopolita Max Aub escogió como su portavoz a este viejo cuervo (no estaba la época para blancas palomas) que se equivoca en los detalles, pero acierta en lo esencial: la defensa del hombre libre. Sus errores absurdos refuerzan el mensaje humanista del libro, quitándole solemnidad y añadiendo ironía (al borde del sarcasmo) y distanciamiento. El humor resulta demoledor y tremendamente eficaz. En pocas palabras: por su originalidad, humor negro y subversión de la narrativa tradicional, «Manuscrito Cuervo» es una sencilla obra maestra, perfecta de cabo a rabo.

Max Aub

Max Aub Mohrenwitz (1903-1972) fue uno de los escritores españoles más importantes del siglo XX. Nació en París de padres alemanes de ascendencia judía (Aub juraba que era descendiente de Karl Marx). Con motivo de la Primera Guerra Mundial su familia se instaló en Valencia.

Max Aub siempre se consideró español de vocación: uno es de donde hace el bachillerato, aseguraba. Políglota de vastísima cultura, comenzó sus escarceos literarios en los años 20, escribiendo poemas y literatura deshumanizada. Después de la Guerra Civil, que vivió entre los perdedores, sufrió un largo y definitivo exilio. Volvió en alguna ocasión a España, su amargo testimonio «La gallina ciega» (1969) es clásico, para morir en Ciudad de México.

Su obra es inagotable (a Max Aub le llamaban Más Aún): un importante ciclo novelístico sobre la Guerra Civil titulado «El laberinto mágico», novelas costumbristas al estilo de su admirado Galdós, obras de teatro, ensayos, diarios, antologías, un manual de historia de la literatura española y, sobre todo, una excelente literatura apócrifa que se cuenta entre lo más original de su producción. Por lo demás, la vida de Max Aub fue fantástica en sí misma (como lo demostró Javier Quiñones en su interesante «Max Aub, novela»). 

Publicado por Alberto. 

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