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domingo, 28 de noviembre de 2021

Paul Erdös, un personaje singular

Paul Erdös, explicando

Paul Erdös (Budapest, 1913-1996) fue un matemático húngaro genial y uno de los personajes más novelescos que hayan existido. Su vida y forma de ser parecen salidos de un relato de Franz Kafka, Roald Dahl o Juan Carlos Onetti. Misógino, excéntrico y atrabiliario, publicó nada menos que 1500 artículos científicos, lo que le convierte en el matemático más prolífico junto al gran Leonhard Euler. Euler publicó más páginas que Erdös, pero el húngaro publicó más artículos que le suizo. Se especializó en combinatoria, teoría de grafos, teoría de números, números primos, análisis clásico, lógica, teoría de conjuntos y probabilidad, y en todos esos campos realizó contribuciones muy relevantes.

Creía firmemente que las matemáticas eran un producto social y contó con más de 500 coautores en su producción científica. Sus amigos, definieron con bastante humor lo que llamaron el número de Erdös, que mide la distancia colaborativa a su alrededor. Toma el valor 0 para el propio Erdös, los que han sido coautores en sus publicaciones alguna una vez, tienen un 1, los que han sido coautores de alguno de sus colaboradores tiene un 2 y así sucesivamente. Lo curioso es que el 90 % de los matemáticos en activo tienen un número de Erdös menor que 8. Colaboró con casi todo el mundo.

No solo eso, sino que se mantuvo soltero toda su vida y desde los 25 años, desarrolló la costumbre de alojarse en casa de uno u otro de sus colegas matemáticos con los que estaba investigando en algún asunto. Todas sus pertenencias viajaban con él, en un par de maletas medianas semivacías y esa peculiar costumbre le valió el apodo de «el matemático nómada». Era frugal y austero por naturaleza, gastaba muy poco y ahorraba casi todo el dinero que ganaba en premios y becas. Se dedicaba a publicar problemas de investigación matemática de primera línea y a ofrecer una recompensa, proporcional a la dificultad e interés del asunto a quien los resolviera, recompensa que pagaba religiosamente cuando alguien daba con la solución. Llegó a existir una lista de más de cien problemas formulados por Erdös con el importe monetario del premio para cada uno y, desde luego, era muy bueno planteando cuestiones interesantes y complejas.

Era un trabajador compulsivo e inagotable. Invertía jornadas de hasta 20 horas cuando tenía algo que le interesaba de verdad. Entonces se transformaba, comenzaba a tomar café y anfetaminas en grandes cantidades y desarrollaba una capacidad de trabajo apabullante. En muchas ocasiones, se comportaba como un jugador de partidas simultáneas de ajedrez: trabajaba en una sala con un grupo de matemáticos jóvenes y brillantes, les planteaba un problema, les ayudaba a resolverlas, debatía con ellos y les dejaba unas cuantas ideas en la pizarra para que pensasen sobre ellas; luego pasaba a otra habitación y hacía lo mismo con otro grupo similar... y así hasta mantener seis o siete sesiones en paralelo.

Pero tenía más excentricidades. Manejaba casi un dialecto propio y llamaba «jefes» a las mujeres, «esclavos» a los hombres, «epsilones» a los niños, «el supremo fascista» a Dios y «El libro» a una obra imaginaria que contendría todas las matemáticas bellas o interesantes, ya fueran descubiertas o por descubrir. Cuando veía un teorema que le parecía suficientemente bueno, decía «Ese teorema merece estar en el libro». He aquí algunas de sus frases más peculiares: «Un matemático es un dispositivo para transformar café en teoremas», «Hay tres síntomas de senilidad: el primero es olvidar los teoremas propios; el segundo, olvidar subirse la cremallera, y el tercero, olvidar bajarla», «La televisión un invento ruso para destruir la educación americana», «Puede que Dios no juegue a los dados, pero algo extraño está pasando con los números primos». «La propiedad privada es una molestia»

Se ha discutido muy seriamente si este prestidigitador y mago de las matemáticas tenía el síndrome de Asperger (véase este enlace) y parece que tenía todos los síntomas que lo definen. Desde luego, tuvo toda su vida problemas de comunicación no verbal, dificultades para atarse los cordones de los zapatos, era incapaz de usar una ducha y se lavaba las manos unas 50 veces al día. Sus intereses se concentraban alrededor de las matemáticas y tenía muchas cualidades de un savant.

Murió de un infarto a los 83 años, después de haber consumido cantidades ingentes de café y estimulantes, durante un congreso de matemáticas. Hay una leyenda que cuenta que falleció durante una demostración, en el estrado y con las botas puestas; según esa historia, cuando acabó una exposición, alguien del público le preguntó: «¿Y el caso general de lo que acaba de explicar?». A lo que respondió «Eso se lo dejo a la siguiente generación» y cayó fulminado.

Nació en una familia judía, hijo de una pareja de profesores de instituto de matemáticas, que perdieron dos hijas enfermas de escarlatina solo unos días antes de que Paul naciera. Eso hizo que fueran muy protectores con el único hijo que les quedaba y lo educaran ellos mismos en casa. A los 3 años sabía sumar, a los 4 se entretenía preguntando la edad a los adultos y calculando mentalmente el número de segundos que habían vivido. A los 18 años publicó su primer artículo científico, al descubrir una demostración asombrosamente simple y elegante del Teorema de Chebyshev, que dice que siempre hay al menos un número primo entre cualquier número y su doble. A los 21 años era ya doctor en Matemáticas. 

Vivió el antisemitismo en su país y tuvo que huir, primero a Inglaterra y luego a Estados Unidos a los 25 años. Fue admitido inmediatamente en la Universidad de Princeton como profesor y estuvo deambulando de universidad en universidad toda su vida. Tuvo problemas con el macartismo, debido a su extensa correspondencia con colegas chinos y rusos, cuando trató de volver a los Estados Unidos después de un congreso matemático en Amsterdam. Finalmente, consiguió un visado especial y durante algún tiempo, un funcionario de inmigración le estuvo acompañando en sus viajes por Estados Unidos. En aquella época escribió a sus amigos: «La política exterior de EE. UU. consiste en dos puntos: no admitir a la China Roja en la ONU y no admitir a Paul Erdős a los EE. UU.». Todavía hay matemáticos trabajando en un buen número de las cuestiones que planteó. Su epitafio dice: «Finalmente dejé de volverme cada vez más tonto».

Hay un documental en inglés sobre su vida, titulado «Paul Erdös: el hombre que solo amaba a los números», y una biografía: The Man Who Loved Only Numbers.

Paul Erdös

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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