Título: Corazones perdidos. Cuentos completos de fantasmas Autor: M. R. James
Páginas: 496
Editorial: Valdemar
Precio: 28 euros
Año de edición:2014
El relato de fantasmas tiene unos orígenes que se remontan a la antigüedad. Baste con pensar que Platón, por boca de Sócrates, habla de tenebrosos espectros impuros que merodean por las tumbas de los cementerios. Filóstrato de Atenas, en su «Vida de Apolonio de Tiana», cuenta la terrorífica historia de un joven seducido por un espectro femenino sediento de sangre. Por su parte, Flegón de Trales se recrea en la romántica historia de la muerta enamorada que se resiste a desaparecer para siempre. Plinio el Joven, en su célebre «Carta a Licinio Sura», ofrece una estupenda historia de aparecidos sucedida al filósofo Atenodoro en una casa encantada de Atenas.
Estos ejemplos son muy conocidos, vienen de muy atrás y han sido reelaborados muchas veces. La idea de que algo sobrevive a la muerte física, y que ese algo, llámese espíritu, alma, fantasma, espectro o manes, ronda a los vivos con intenciones equívocas, es seguramente tan vieja como la humanidad. Después de todo, la creencia en espíritus que pueblan la Naturaleza, el animismo, es considerada por ciertos sabios como la forma más pura y primitiva de religiosidad. Los fantasmas son la sombra de miedos ancestrales. Aparecen en todas las épocas y culturas.
El cuento de fantasmas alcanzó un nivel insuperable durante el período victoriano. Ahí están los aparecidos que animan las páginas de Dickens, Henry James, Stevenson, Le Fanu o Bram Stoker, entre otros. En plena era del vapor, el positivismo y el progreso, los victorianos, tan estirados, tan puritanos, no desdeñaban el placer del escalofrío. Quizá fuera una manera de compensar una vida prosaica y carente de misterios: volver a encantar un mundo desencantado. Pues bien, entre la ghost story clásica y el terror moderno que empieza con Machen y Lovecraft, destaca el maestro M. R. James (1862-1936).
Este caballero inglés de pura cepa fue un gran erudito, catedrático de Cambridge, director del colegio de Eton y un solterón empedernido. Su vida fue tranquila, académica y solitaria. Al profesor James le encantaban los cuentos de miedo. De hecho, hizo una antología de relatos de Le Fanu. Y también escribió treinta y uno cuentos de fantasmas que leía a sus amigos como entretenimiento. De manera pausada, los fue publicando: «Historias de fantasmas de un anticuario», «Más historias de fantasmas de un anticuario» y «Un fantasma inconsistente». Estos cuentos son de tal calidad que convierten a M. R. James en uno de los más excelsos autores de la literatura fantástica.
El libro que nos ocupa reúne todos sus relatos. «Corazones perdidos» es el título de uno de sus primeros y mejores cuentos. La edición es espléndida. Más que comentarlos, corresponde al lector disfrutarlos, vamos a intentar sintetizar algunas de las características de estos relatos. En primer lugar, son cuentos de una perfección estilística notable. En ellos, no falta ni sobra nada. M. R. James era un excelente escritor. Además de su prosa impecable, sabía administrar con sabiduría el ritmo del cuento. Las historias vna avanzando sin prisas, con tranquila seguridad. Las sugerencias van encajando como en un mecanismo bien engrasado. La quietud y la costumbre se van lentamente agrietando hasta el escalofrío final.
Los escenarios de los cuentos son aquellos que tan bien conocía su autor: bibliotecas, museos, archivos, iglesias. En ese ambiente adormilado y penumbroso parece no ocurrir nada. Pero la lectura de un viejo manuscrito, un diario, una inscripción o un jeroglífico puede despertar cosas insospechadas. Escondido entre las sombras de viejas piedras o en las páginas de olvidados legajos anida lo oculto, que se materializa en forma de grotescos fantasmas. Nada muere del todo. El horror, todavía menos. Sus fantasmas fueron descritos de manera extraordinaria por su admirador Lovecraft: «El espectro habitual de M. R. James es delgado, enano y peludo; una abominación perezosa e informal de la noche, a medio camino entre la bestia y el hombre, a la que llega a tocarse antes de verla». Efectivamente, frente al pálido e inmaterial fantasma tradicional, los fantasmas de M. R. James son monstruitos palpables con malas ideas y cierta gracia (uno de ellos le arranca la cola del vestido a una dama).
El protagonista corriente de sus relatos tiene mucho de su autor. Suele ser un elegante caballero de vastos conocimientos, a menudo soltero, de clase alta, sin preocupaciones económicas, y que llena sus ocios con investigaciones históricas o arqueológicas. Poco a poco, va introduciéndose en una circunstancia insólita que terminará de modo espeluznante. En ocasiones, para alegría del lector, el protagonista del cuento es el último en enterarse de las abominaciones que lo amenazan. Por incredulidad o inconsciencia, que de todo hay, nuestro caballero se mete en un berenjenal. La tranquilidad en la cual vive, un poco aburrida, se rompe y todas sus certidumbres racionales quedan en suspenso. Lo cotidiano se diluye en lo desconocido amenazante, para que aparezca el terror como clímax del relato.
Por último, el sentido del humor es un elemento importante en estos cuentos. Se trata de un humor fino e irónico, muy inglés. Cuando el protagonista del cuento no se entera de nada, los efectos son inevitablemente cómicos. James se convierte en cómplice del lector a expensas de su atolondrado personaje. La índole estrafalaria de algunos fantasmas tiene asimismo una dimensión cómica por lo grotesca que resulta.
Disfruten con estos maravillosos cuentos. En mi opinión, tienen una intención moral, porque el mal siempre es castigado, así como la imprudencia («Aviso a los curiosos», se titula un cuento). Hay que recordar que M. R. James era hijo de un clérigo. Pero son ante todo pura literatura. Y de la mejor. Entretienen, divierten y dan miedo. Me parece que no se le puede pedir más a un cuento de fantasmas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario