Título: El camino de los ingleses Autor: Antonio Soler
Páginas: 352
Editorial: Destino
Precio: 16 euros
Año de edición: 2007
«En el centro de nuestras vidas hubo un verano». Así empieza esta estupenda y peculiar novela de crecimiento (bildungsroman), merecidamente ganadora del Premio Nadal de 2004, la crónica del último verano de la adolescencia de un grupo de amigos y conocidos en la ciudad de Málaga, en el 78. La historia de Miguel Dávila, que perdió un riñón, Paco Frontón, el Babirusa, la Gorda de la Cala, el Carne, Milagritos Dulce, la Cuerpo, Luli Gigante, la Pija, Meliveo, Lana Turner, Rafi, Rubirosa, el enano Martínez, la señorita del Casco Cartaginés... un elenco de personajes inolvidable, peculiar y jugoso, más conocidos por sus apodos que por sus nombres, que parecen salidos de una película de Fellini.
Una novela costumbrista, irónica, pícara, sensible y penetrante. Una inmersión en un mundo cruel y tierno, inolvidable porque está hecho de las ilusiones, los sentimientos y las vivencias que están en la esencia de unas vidas que bien podrían ser las nuestras, porque en lo esencial todas se parecen. Esta novela tiene un punto duro y amargo, porque dura y amarga es la adolescencia, y sexo, bastante sexo porque ¿qué sería esa etapa de la vida de unos chicos sin eso? Es inevitable que el libro sea algo escabroso, tratándose de la juventud de un grupo de chicos durante un verano, en una ciudad con playa.
Al protagonista, Miguelito Dávila, le extirpan un riñón y en el hospital, el compañero de habitación le regala un ejemplar bilingüe de la «Divina comedia», lo que tiene dos consecuencias: que Miguelito quiera dejar la ferretería para ser poeta y que el texto tenga como contrapunto constante los versos del Dante.
El fraseo es largo, barroco, lleno de matices y resonancias, armónico, con el ritmo de una poesía, muy literario y bello. El lenguaje es poético, está plagado de metáforas, es rico, jugoso y con sabor. Una escritura sensual, llena de colores, en la que los olores y los perfumes son muy importantes, un recurso curioso, que da mucho juego y no se utiliza habitualmente.
En realidad, la acción se rompe varias veces y de varias formas en esta narración ejemplar y espléndida. En primer lugar, el baile no empieza hasta casi la mitad de la novela. Durante mucho tiempo, el autor se dedica a recrear una atmósfera, un ambiente, un mundo y unos personajes: los billares Ulibarri, la piscina, un bar llamado El Rey Pelé, el Bucán, unas calles... en algunas ocasiones hay tal profusión de historias que uno no sabe cuál es la principal y al final, cuando quedan unas 50 páginas todavía, sobreviene el desenlace y la historia se acaba. Lo que viene después es una genialidad del autor, unas páginas en las que todas las historias se mezclan en las mismas frases, seguidas de un epílogo sostenido muy bueno.
Una novela en la que una maleta de color caramelo puede ser un animal que devore el pasado, una lanza batusi puede cobrarse venganza por su cuenta, hay mujeres nacidas para morir de amor, aunque el médico certifique otra cosa, poetas que no llegan a escribir ni un solo verso y chicas altas que sueñan con ser bailarinas, un relato en el que hay personajes que tocan el cielo, pero al final todos se quedan en su particular infierno. Una historia proustiana y melancólica, costumbrista, que levanta todo un fresco de una ciudad y una época, que a veces parece escrita por una especie de Juan Marsé malagueño y a veces parece «Amarcord» filmado en Málaga.
En fin, una novela poderosa y compleja, llena de historias y con mucha, mucha literatura dentro. Una gran novela que merece ser más conocida. Estupenda. Una buena lectura veraniega.
Hay una adaptación cinematográfica, con guión adaptado por el propio Antonio Soler, dirigida por Antonio Banderas en 2006, que tuvo dos nominaciones a los Premios Goya.
Antonio Soler (Málaga, 1956) es un escritor malagueño. Estudió para Técnico en Actividades y Empresas Turísticas por la Escuela
de Turismo de Málaga. De joven, se dedicó al atletismo —corría 400 y 800 m—, pero vio truncada su carrera de atleta por
un desgraciado accidente de tráfico y la convalecencia le permitió iniciarse en la
escritura.
Empezó su carrera literaria con un libro de cuentos, en el que uno titulado «La noche»,
que luego reescribiría como novela corta, que llamó la atención de la
crítica, que saludó la aparición de una voz nueva y diferente en la
literatura española.
Continuó publicando relatos, novelas y en 1996 ganó el Premio Herralde de novela con «Las bailarinas muertas». Luego vendrían «El camino de los ingleses» (2004), Premio Nadal, llevada al cine por Antonio Banderas en 2008 con guión del propio Soler, más novelas, hasta un total de 12 y trabajos como gunioista en cine y TV. Se confiesa admirador incondicional de James Joyce.
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